domingo, 19 de mayo de 2019

Reseña: Lago negro de tus ojos

Lago negro de tus ojos.

Guillem López.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2019. 133 páginas.

Antes que nada hay que advertir que esta obra en realidad no es una novela corta —por mucho que en realidad lo aparente—, sino un cómic en prosa, o la descripción de un cómic en todo caso, o lo que Bernat, un narrador nada fiable por otro lado, sugiere que ha dibujado contando los eventos en que se ha visto envuelto, o en los que cree haberse visto envuelto, o en los que quiere que el lector crea que se ha visto envuelto, o… En El Clot, València, hace años, tras el fenómeno que fue conocido como El Incidente, se localizó la más grande de las lagunas negras que aparecieron por todo el mundo de forma inexplicable. Cubriendo la historia de la desaparición de una actriz de renombre, la periodista Carla Babiloni, amiga de la infancia de Bernat, regresa a su pueblo natal, un lugar del que se fuera sin mirar atrás y del que aparentemente no guarda un grato recuerdo. Pero todo retorno, sobre todo cuando los recuerdos no son precisamente los más gratos, conlleva un precio en dolor. Los viejos fantasmas acechan, y la vuelta tanto puede resultar en un liberador exorcismo como en una nueva caída a los infiernos. ¿Cómo han cambiado la aldea y sus gentes? ¿Cuál será el destino de Carla? ¿Qué descubrirá en su investigación? ¿Es la de la actriz la primera desaparición en la zona o ha habido antes otras? ¿Qué relación tiene la laguna en todo el suceso, qué se oculta en su fondo y por qué las autoridades de empeñan tanto en mantener alejados a los curiosos? ¿Por qué hay tantos insectos pululando en el ambiente? Preguntas, muchas preguntas, y pocas respuestas, o demasiadas, pero tan desconcertantes, ambiguas o poco fiables que mejor sería tomarlas con toda la desconfianza posible. López factura un nuevo delirio maravilloso que atrapa con la fuerza de las imágenes que afloran de su poderosa prosa, de la inquietante y perdurable duda, del horror que acecha bajo el misterio, de lo surrealista e imposible mezclado con un realismo sucio y descarnado. Lo único que se puede hacer es dejarse llevar. El viaje merece la pena y ocupa apenas un suspiro.

Esta es una obra que no requiere más sinopsis, que de hecho cuanto más se intente explicar peor será. Lo mejor es entrar casi virgen a su lectura. Casi, porque si se acompaña de cierto bagaje lector se va a disfrutar más de los guiños y sorpresas, pero tampoco resulta imprescindible. López vuelve a jugar con las expectativas, con las ideas preconcebidas, con los espacios limitados y las fronteras invisibles, y obliga al lector a sumergirse en una espiral descendente en la que es imposible saber dónde se encuentra el final del camino. Cuando se rasca un poco la apariencia de normalidad y rutina del pequeño pueblo, típico sitio donde todo el mundo se conoce y las rumores corren como la pólvora, debajo surgen los indicios de la enfermedad. Aquellos síntomas de los que todo el mundo parece estar al corriente pero de los que nadie habla. La violencia física y, mucho más impactante, psíquica, la desintegración de la humanidad y de la sociedad, la descomposición del individuo, están muy presentes en el relato.

El autor va a mantener a través no solo de Bernat, sino también de forma directa a través de la cuarta pared, un diálogo con el lector, invitándole a ser partícipe y protagonista de la historia, y engañándole al mismo tiempo, como se empezará a sospechar bien pronto, con un narrador nada fiable que le sirve de guía en un imparable descenso al horror y a la locura. Un narrador que va dosificando la información de forma muy inteligente a su conveniencia, despertando la curiosidad por lo que está sucediendo, y por lo que sucediera antaño, sin causar desánimo ante la aparente falta de respuestas hasta bien adentrados en el relato. Y cuando empiezan a llegar esas respuestas, que hay que acoger con la debida cautela, la trama se adentra por terrenos insólitos y extraños, con un desarrollo de lo más inesperado, terminando por sumergirse en la profundidad de un horror que no por sugerido resulta menos sorprendente.

López se sirve de una intensa prosa de estilo descriptivo, realista a la par que simbólica, muy visual, que muestra toda la profundidad de las «viñetas» de un cómic dibujado por consejo psiquiátrico, y que le sirve como un grato recurso para retratar de forma amena toda la opresiva ambientación del relato, con esa atmósfera de caos y locura crecientes conforme avanza la trama. La estructura juega, además, con los sentidos, utilizando en determinados momentos de forma experimental la tipografía y la composición de los textos sobre las páginas, demandando implicación y complicidad al lector. Las descripciones del narrador / dibujante amateur de comics resultan tan poéticas en ocasiones como repulsivas en otras. A pesar de un amable autorretrato de inicio, Bernat no es precisamente un tipo de lo más agradable, pero no se le puede negar un «rico» mundo interior. El lector se encuentra ante una mente ambivalentemente siniestra, de una persona que busca hacer de sus defectos virtud, y que camina entre la indiferencia, el arrepentimiento y la repetición inevitable de sus «pecados».

Culpa, vergüenza, vindicación, tristeza… La historia del retorno de Carla a El Clot conlleva una revancha hacia el pasado, una petición de rendición de cuentas, un intento de cerrar heridas que tal vez no sirva más que para abrir otras nuevas. ¿Qué le hizo marcharse sin mirar atrás? ¿Qué le ha traído en realidad de vuelta? ¿Importa siquiera? ¿Son los recuerdos la mejor herramienta para lidiar con el presente? ¿Recuerdan dos personas siquiera del mismo modo un único suceso? Hay muchas capas narrativas funcionando en todo momento de forma paralela. Y no hay, en absoluto, una única historia desarrollándose de forma lineal. Invitando a cuestionar todo lo narrado, hay muchas imágenes y metáforas pululando por el texto, igual que pululan con carácter casi de plaga los insectos por el pueblo. En el descendente camino hacia una resolución que tal vez no exista, el tono del relato va adquiriendo una paulatina oscuridad, un creciente sentimiento de desasosiego y calculada ambigüedad. Entre nubes de moscas y mosquitos y un calor sofocante el caos se abre paso y el pasado termina explotando en el presente con dramáticas consecuencias.

Quizá lo mejor sea releer la novela nada más terminada, seguro que la segunda lectura resulta muy diferente de la primera, tantas son las variables a tener en consideración. El misterio tras El Incidente y las lagunas habla de sociedades enfermas, de la banalización de lo extraño, de la inasumible proliferación turística ante cualquier cosa que se salga de lo normal y que termina por ahogar el fenómeno que crea la atracción, por matar el encanto y atractivo de lugares y paisajes. Del mutismo e intento de control por parte de gobiernos, agencias de inteligencia y fuerzas policiales y militares, frente al excesivo entusiasmo de la prensa, ante fenómenos que se escapan de su esfera de conocimiento. De la futilidad de luchar contra las ideas preconcebidas, contra la manipulación sectaria o contra lo irracional del corazón humano que lleva a acciones con desastrosas consecuencias. De dolencias sin cura. De culpas sin perdón. De descenso a la locura...

Piensa, lector, que el que la narración sea un ejercicio de terapia psiquiátrica debería ser indicio de algo, ¿no es cierto?

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