viernes, 23 de febrero de 2007

Reseña: La casa infernal

La Casa Infernal.

Richard Matheson.

Reseña de: Matt Davies.

La Factoría de Ideas. Col. Solaris Terror # 5. Madrid, 2003. Traducción: Isabel Merino Bodes. 342 páginas

Hace muchos, muchos años, cuando era un crío, contemplé la adaptación de esta novela al cine (o una de ellas al menos, la del año 72 con Rody MacDowell). Estaba tan aterrado por la historia que mi madre, al darse cuenta de que aquella noche iba a tenerme despierto con la luz encendida para espantar a los fantasmas hasta las tantas, decidió apagar la televisión y dejarme sin el final de aquella historia espeluznante, donde cuatro personajes, casi arquetipos del subgénero de casas encantadas −el científico escéptico, su esposa, la médium apasionada y el tipo taciturno de pasado misterioso− se encierran en la maldita Mansión Belasco para demostrar la posible existencia (o no) de vida más allá de la muerte. Mi madre, a pesar de sus buenas intenciones, no solo no consiguió que no tuviera pesadillas aquella noche, sino que, durante años, mi mente infantil imaginó morbosamente múltiples conclusiones para aquella historia, a cual mas truculenta. Ahora, tiempo después, por fin he leído la novela y me he encontrado con el final original (curiosamente, menos cruento de lo imaginado)

A pesar de que el argumento no pueda parecer más tópico, con los cuatro protagonistas sufriendo poltergeist, visiones y ataques de presencias sobrenaturales, Matheson no es precisamente un jovenzano inexperto, y tiene experiencia y oficio de sobra para sacar el mejor partido a las situaciones y a los personajes, evitando los preámbulos y las convenciones clásicas del género y pasando directamente a la acción. Los personajes son vapuleados mental y físicamente desde el principio, aun antes de entrar en la casa, y Matheson se recrea en sus debilidades, obviando cualquier detalle luminoso de sus vidas para convencernos de que la supervivencia de los cuatro desgraciados en el interior de la Mansión Infernal es poco menos que imposible.

El uso del elemento sobrenatural es también destacable. Mientras que en la mayoría de obras anteriores la casa encantada se “limitaba” a aterrorizar a sus ocupantes, aquí la Mansión Belasco sorprende por la crudeza física de sus ataques. No hay (tan apenas) voces de ultratumba, y sí cuchillos voladores, espectros libidinosos y una criatura reptante y pegajosa en una sauna que casi parece un homenaje a Lovecraft o a F. Marion Crawford. Todo ello, y la maestría de Matheson para alternar momentos de calma tensa y amenazante con explosiones de puro terror, le otorga un vigor sorprendente a la novela (sorprendente al menos por tratarse de una trama ya manida), llevándola a un in crescendo de horror hasta el obligatorio giro final, que después de los horrores pasados puede parecer un poco forzado, pero que resulta perfectamente coherente dentro de la historia. El único punto flaco (que a mi entender no es tal, pero que seguramente lastrará la lectura de algunos) es que las explicaciones a los fenómenos paranormales se han quedado algo pasadas de moda al estar la novela escrita en los años 70, con apuntes acerca de la materia ectoplásmica y demás que poco tienen que ver con el espiritismo de los 90.

Quizás el complemento perfecto para la violencia y los espectros desatados de La Casa Infernal sea La Guarida, de Shirley Jackson, donde la posesión diabólica de la casa es sugerida de forma tan vaga que siempre queda a la interpretación del lector, y que es, junto a la obra de Matheson, la otra gran novela sobre mansiones encantadas de los últimos cincuenta años (Vale, también está El Resplandor de Stephen King, pero ahí era un hotel encantado, ¿no?)

1 comentario:

Último Íbero dijo...

¿Puedes desarrollar un poco más la parte de los "espectros libidinosos"?

No es por nada, mera curiosidad literaria... ¡slurp!

;)