jueves, 6 de febrero de 2014

Reseña: Redshirts

Redshirts.

John Scalzi.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Ciencia ficción. Barcelona, 2014. Tñitulo original: Redshirts. Traducción: Miguel Antón. 311 páginas.

Ya sabes, en la serie original de Star Trek siempre enviaban de misión a Kirk, Bones, Spock y algún pobre diablo con una camisa roja que acababa desintegrado antes del primer corte publicitario. La lección de la historia consistía en evitar ponerse una camisa roja. O tomar parte en una misión de desembarco cuando eras el único cuyo nombre no figuraba en los créditos iniciales.

Vale. Primero la confesión de mis «pecados»: no soy, nunca he sido, un fan o un gran seguidor de Star Trek. Pero, por supuesto, he recibido mi ración de episodios y, como yo cualquier aficionado, por muy vagamente familiarizado con la serie televisiva que se encuentre, es consciente de la «convención» de los tripulantes «desechables» a bordo de la Enterprise. Los protagonistas, obviamente, no podían morir, así que para garantizar el debido efecto dramático de cada capítulo, una serie de tripulantes, normalmente significados por el color de su «pijama», eran elegidos para el «sacrificio» en cada misión.

Obviamente, esa característica no es exclusiva de la Star Trek clásica, sino que es recurso habitual en series anteriores, contemporáneas y posteriores a la misma, ya sean del género que sean. No obstante, sin duda, lo de las camisas rojas fue un elemento excesivamente significativo ―como el de que un tipo que nunca ha aparecido en la serie y de pronto se una a la misión de turno― como para dejarlo marcado a fuego en el imaginario común de todos los seriéfilos.

Cuando el alférez Andrew Dahl se incorpora a la tripulación del Intrepid, la nave insignia de la Unión Universal, pese a su inicial entusiasmo, pronto empezará a sospechar del extraño comportamiento de los veteranos de a bordo y de los inexplicables sucesos que tienen lugar alrededor de sus principales oficiales. Sucesos que incluyen que en todas las misiones de desembarco se produzcan violentos combates contra fuerzas alienígenas ―o desconocidas, en todo caso―, que los oficiales involucrados escapen milagrosamente indemnes ―menos el teniente Kerensky, que termina con abundantes heridas, pero se recupera con extraordinaria rapidez― y que los tripulantes de bajo rango incluidos en la misión mueran irremediablemente. Algo raro sucede, y si Andrew y sus recientes compañeros desean sobrevivir a su nuevo destino, deberán descubrir de qué se trata e intentar ponerle remedio. No será fácil, su vida correrá peligro en todo momento y deberán afrontar viajes y tareas que nunca hubieran imaginado.

Fotografía: Jon Shapley/Demotix/Corbis
Scalzi «invita» a los actores de reparto, a los extras, a los secundarios, a ocupar el centro de los focos, robándoles la escena a los protagonistas. Metatelevisión, metaliteratura, deconstrucción narrativa, realidades paralelas, universos alternativos, líneas temporales divergentes, paradojas…, con un tono de humor ligero, el autor explora las fronteras de la realidad y la ficción, del tiempo y las conexiones entre presente y pasado, de la supuesta inevitabilidad del destino y del libre albedrío, y de la creatividad en todo su significado, con toda la responsabilidad que su obra conlleva para el «creativo». Puede ser que la respuesta al misterio, demasiado predecible, se vea venir desde un tiempo antes de su revelación, más que nada porque no es todo lo original que hubiera podido ser, pero no se puede negar que Scalzi la lleva a su terreno de una forma totalmente coherente y, narrativamente, muy consistente. Y es a partir de ese momento cuando la novela realmente adquiere una nueva dimensión e interés. Otra cosa es que cada lector se deje arrastrar y convencer por el planteamiento, ya que si no se entra en el «juego» narrativo que el autor presenta la novela puede resultar francamente descorazonadora.

A través de una aventura desatada, Scalzi satiriza, con mucho cariño, sobre muchos de los tópicos e incoherencias de las series de ciencia ficción «clásicas». Sin embargo, de alguna manera se echa en falta algo de la consistencia socio-política ―el contacto con otras culturas, la integración, la solidaridad…― del material original, al centrarse en exceso en los fallos y absurdos técnicos y científicos utilizados, en la tecnojerga, y en el carácter «episódico» de una serie de TV, donde por exigencias dramáticas la emoción y las muertes no pueden decaer de una entrega a otra.

La existencia de los «prescindibles», la carne de cañón sin nombre, y apenas trasfondo, que nadie echará en falta, se convierte bajo la pluma de Scalzi en una crítica feroz, y sin embargo dulce, hacia la falta de ambición creativa de ciertos guionistas y productores, hacia los fáciles atajos narrativos recurrentes, hacia la vagancia que lleva a repetir de forma insistente lo que «ya ha funcionado» en detrimento de elementos innovadores más arriesgados. Para ello Scalzi utiliza una estructura narrativa que por momentos asemeja la novela a un guión cinematográfico o televisivo, con largos y rápidos diálogos intercalados con las mínimas explicaciones ―algo, por otra parte, que también impide una profunda caracterización de los protagonistas―, con una prosa ágil y poco dada al artificio que hace muy agradable y sencilla la lectura.

Conforme avanza la historia, el lector ve acercarse el final de la misma cuando todavía falta un tercio del libro, y así llega a la página 234 donde, en efecto, aquello se ha acabado. Entonces empiezan unas «codas» que quizá sean lo mejor de la novela, donde Scalzi se toma más en «serio» la historia, abandona la divertida ligereza imperante hasta entonces, y deja tres reflexiones cargadas de significado. Narradas respectivamente en primera, segunda y tercera persona, encaran aspectos secundarios de lo relatado anteriormente, centrándose en tres personajes tangenciales, con una óptica todavía irónica, pero bastante más seria y menos «ligera» que todo lo anterior, con una implicación emocional y una carga reflexiva que no se encuentran en el cuerpo anterior de la novela, profundizando en algunos de los temas presentados, pero cuando la trama principal ya ha finalizado.

Redshirts no es una novela «hilarante» de principio a fin, pero sí invita a la sonrisa y a la carcajada en más de una ocasión, y es divertida en casi todo momento, por ridículas que puedan antojarse algunas de sus propuestas. Peca seguramente de desdeñar la profundidad en su parte principal y de cierta falta de riesgo al caer en algunos de los «errores» que critica ―hay detalles demasiado predecibles―, algo que suple con su enorme rapidez y facilidad de lectura, su satírica agudeza, su humor socarrón, y con algunas reflexiones sobre la propia ciencia ficción, sobre la industria televisiva y sobre el proceso de creación y escritura realmente refrescantes. No soy quien para decir si se merece las nominaciones y premios cosechados ―el Hugo 2013, sin ir más lejos―, pero lo cierto es que hace pasar un buen rato, entretenido y divertido, e invita a los lectores a hacerse algunas preguntas en las que quizá nunca habían reparado mientras veían su serie ―de ciencia ficción o de cualquier otro género― favorita.

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Reseña de otras obras del autor:

2 comentarios:

Último Íbero dijo...

Fui extra en una película de acción en la que tuve la suerte (¡o la desgracia!) de morir dos veces. Espero que lo que cuenta esta novela sea sólo ficción... :D

Santiago dijo...

No lo sé. Ya sabes que tú fuiste uno de los protagonistas recurrentes en la serie periódica que se desarrollaba en una librería especializada del siglo XXI y que veían los tripulantes de la Enterprise en sus ratos libres.

¿Realidades paralelas? ¿Mundos dentro de mundos?... ¿Quién lo sabe?

:-D

Saludetes