Daniel Pérez Navarro.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Antipersona. 2018. 206 páginas.
[Reseña perteneciente a la lectura de los candidatos a los Premios Guillermo de Baskerville 2018, organizados por la página Libros Prohibidos, en la categoría de novela].
En Fafner hay dos novelas en una —o dos partes muy contrapuestas y descompensadas—, la que presenta el magnífico retrato de un futuro apocalíptico a cuyo protagonista todas palabras sobran, y la que innecesariamente explica en nuestro presente los pasos que han llevado a ese estado. Hay una novela excelsa, de lucha y supervivencia en medio de una nueva naturaleza, de colonos y tramperos en un entorno reconocible apenas y que deben aprender a conocer de nuevo, en un mundo lleno de peligros y desafíos que exige un cambio de mentalidad y de costumbres. Y otra que se estanca en el retrato de la difícil y poco natural relación de un padre y un hijo, que trunca el final, dejando una sensación de desencanto, de intento fallido. Una historia del futuro que se hace grande en una prosa sin diálogos, directa, comunicativa, descarnada y muy efectiva, y una historia del presente que se ahoga en los conversaciones y en los momentos muertos, en un retrato que no aporta sino resta, fruto quizá del intento de Pérez Navarro de explicar demasiado, de temer que el lector se quedase con unas dudas que no era necesario resolver. La primera trama gana por mucho a la segunda, tanto a nivel de relato como de prosa, pero es una pena que el disfrute de una se vea lastrado por la otra. Siendo una lectura que se disfruta, ¡qué gran novela corta hubiera sido sin el añadido!
En el futuro de nuestro planeta Fafner es un solitario que sobrevive por su cuenta en medio de adversas circunstancias. En un mundo ahora hostil a la vida humana, lleno de peligros, de nuevas especies de fauna y flora altamente amenazantes —¿mutaciones o externa invasión cósmica?— y de un clima inhóspito, él se preocupa tan sólo de sus propios problemas, se dedica a la caza gracias al gran gran conocimiento adquirido de su territorio, de sus montañas y valles, y de los peligros que encierran, mientras se esfuerza en evitar a los grupos organizados de humanos, normalmente bastante fanáticos, que intentan establecerse en el mismo y con los que tendrá más de un tenso enfrentamiento. No habla, casi no se relaciona con nadie, no siente empatía, es desagradable —indiferente en todo caso— y rudo, pero no se puede decir que sea arisco per se, sino el fruto de una magnífica adaptación a las nuevas circunstancias siguiendo las enseñanzas de un padre que quería prepararlo para lo que había de venir. Todo en su día a día está marcado por la simple idea de la supervivencia. A nada más dedica sus desvelos. Hasta que rescata a una joven que, sin otro lugar dónde ir, se pone a seguirlo. ¿Cuál será la reacción del protagonista?
El grueso de la novela se la lleva la historia de Fafner, a través de cuyos desvelos el lector va a ir descubriendo un mundo futuro muy distinto del actual. De los encuentros y desencuentros del protagonista con otros humanos, colonos o tramperos como él mismo, se construye un western apocalíptico —no sería «post» desde el momento en que lo que ha causado esa situación sigue sucediendo y modificando el mundo enviando sus olas de seres extraños desde el norte— en un escenario descarnado y duro en el que hay que vivir siempre con los cinco sentidos alerta y en el que los débiles, los incautos y los que no conocen el terreno no tienen cabida. Un escenario que surge prístino ante los ojos del lector gracias a una prosa con un alto grado descriptivo, concisa, casi minimalista, ágil, sin excesos y apenas diálogos —más bien monólogos, ya que cuando alguien intenta hablar con Fafner normalmente no encuentra ninguna respuesta por su parte—. Un futuro que muestra una evidente involución tecnológica y social, de vuelta a las armas blancas, al arco y las flechas, donde los restos de la antigua civilización, las ya escasas armas de fuego o las diversas herramientas de nuestro día a día se han convertido en auténticos y muy codiciados tesoros.
El personaje de Fafner está, como su homónimo wagneriano, repleto de resonancias míticas de la forja de un imperfecto héroe hecho a sí mismo a base de sufrimiento, un «gigante» que porfía contra la naturaleza hasta intentar asaltar el mismo hogar de los dioses. Del seguimiento de sus andanzas surgen las preguntas sobre ese mundo nuevo que tanto cuestionan al actual. ¿Llegado el momento, para crearse algo nuevo, una nueva naturaleza, hace falta romper con todo lo anterior? ¿Todo «nacimiento» ha de resolverse en sangre y violencia? ¿Para encontrarse a uno mismo hay que despojarse de todo lo que uno era antes? ¿Para reconstruir algo hace falta destruirlo previamente? ¿Y, una vez destruido, dará lugar a algo nuevo o volverán a repetirse los mismos esquemas ya obsoletos?
¿Tiene la humanidad cabida en el futuro del planeta o está condenada a la extinción?
En definitiva, la historia del protagonista es la historia de un viaje de autoconocimiento, una búsqueda del yo en circunstancias en que se cuestiona la misma raíz de lo que es ser humano, algo para lo que finalmente le será necesario encontrar el origen o el lugar de donde ha surgido aquello que ha modelado su mundo tal y como es. Un viaje físico, primero en pos de presas con las que alimentarse al dictado de las estaciones, y luego emprendiendo camino hacia el desolado norte, hacia el inhóspito lugar del que parece provenir la flora y fauna que componen la nueva naturaleza. Un viaje reflejado en ocasiones por Pérez Navarro casi con un tono documentalista, lleno de gran riqueza en detalles aparentemente nimios pero que dotan de realismo al relato: técnicas de caza o supervivencia, de la conservación de los alimentos, de los remedios naturales, de los modos de viaje...
Pero, antes de que el protagonista llegue a emprender ese viaje al norte, el relato se ve interrumpido por el primero de una serie de entreactos que traslada bruscamente la acción al año 2011. A un padre y un hijo que mantienen una relación de indiferente y tensa convivencia. Un padre, médico con ciertos desvelos sociales, a través de cuyos ojos se pinta un presente descorazonador, y un hijo que abandona la escritura de una incipiente novela en pos de un nuevo proyecto, una obra titulada precisamente La nueva naturaleza, que parece anticipar las reglas del mundo en que Fafner está viviendo. Después, de vuelta al futuro, continúan algunas de las mejores páginas de la novela, aunque el ritmo ya no es el mismo, alcanzando posteriormente el momento en que el afán por parte del autor de retratar el origen de la historia y dar unas explicaciones que tampoco hacían falta da al traste con buena parte de la ambientación y de su interés. De la descompensada narración de sus vivencias, de la lucha del padre por recuperar, de una forma bastante burda e incluso absurda, su relación ante la indiferencia y el desdén de su hijo, se explicita al lector el origen de la situación en que se encuentra Fafner, pero no aporta en realidad gran cosa a un texto que no necesitaba de este aditamento, perdiendo gran parte de la fuerza de la trama anterior.
Fafner con sólo la parte de Fafner hubiera sido una magnífica obra. Tal y como termina siendo se siente como algo grato de leer pero de alguna manera fallido. A veces, al menos para cierto tipo de lectores como el qque suscribe, sobran unas explicaciones explícitas que ya estaban sugeridas en el texto y, sinceramente, visto lo visto, creo que esta era una de esas ocasiones.
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