Julien Frey / Nadar.
Reseña de: FJ Arcos Serrano.
Astiberri. Col. Sillón Orejero. Bilbao, 2020. Cartoné, 184 páginas. B/N.
Vamos a empezar esta reseña diciendo que Pep Domingo (Nadar) es uno de los mejores autores de cómics que tenemos la suerte de tener en España, así lo atestiguan el premio del público a mejor obra en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2014 por PAPEL MOJADO y la doble nominación a mejor obra de autor español y autor revelación en Salón Internacional del Cómic de Barcelona 2016, así como el premio de “Entender el presente” en el salón Splash Sagunt del mismo año, por la obra EL MUNDO A TUS PIES; en 2017 pasa a trabajar directamente en el mercado franco-belga y se pone al servicio de un guión escrito por Philippe Thirault para dar así un paso más en su evolución como dibujante.
Mientras estudiaba cine, Julien Frey conoció a Édouard Luntz. El director afirmaba que su carrera se truncó por culpa de Darryl F. Zanuck, el último magnate de Hollywood.
Después de un rodaje épico en Brasil en mayo de 1968 y un presupuesto multiplicado por veinte, el productor estadounidense habría hecho desaparecer su película, Le grabuge.
Años más tarde, Julien descubre que es toda la obra de Luntz –quien rodara con grandes de la escena francesa como Jeanne Moreau o Michel Bouquet, que varias de sus películas fueran seleccionadas a concurso en los festivales de cine Berlín, Cannes y Venecia y que algunas de ellas fueran premiadas– la que es inencontrable. Julien decide buscar esas películas perdidas.
Para El cineasta ilustra un guión de Julien Frey, que usa como base para construir la historia una experiencia autobiográfica que tuvo junto al director Édouard Luntz. La búsqueda de sus películas le llevará a entrevistar a personas cercanas a él como su hijo o alguno de sus colaboradores además de a viajar por filmotecas e instituciones de varios países.
Édouard Luntz es un director “maldito”, ya que su sueño por entrar en el Olimpo del celuloide fue truncado en varias ocasiones (la más sonada sigue siendo la del productor Darryl Zanuck que arruinó su carrera al reducir el montaje de la película Le Grabuge de las tres horas iniciales a hora y media escasa).
Otras obras suyas de capital importancia son Les couerts verts, la cual ganó el Premio de la Critica del Festival de Berlín en 1966 o L’humeur vagabonde que fue seleccionada para el Festival de Venecia.
La figura de este cineasta es más importante de lo que se sabe, ya que hizo que, por primera vez, el cine galo hablara de los jóvenes de los suburbios franceses y de los enfrentamientos de las clases sociales.
Julian Frey nos narra la vida de este director, a través de la cual podemos comprobar las interioridades del mundo del cine, esos nerviosos momentos previos a empezar a rodar con todas las dificultades que van aflorando durante el proceso y la locura descontrolada en las que muchas veces se convierte un rodaje. No hay que olvidar su lucha incesante con sus productores para poder llevar a cabo su película tal y con él la veía.
A través de una narración entre el presente y el pasado, el personaje interpretado por Frey se embarca en la búsqueda de una copia de "Le Grabuge" que le llevará por instituciones brasileñas e incluso a la propia Washington D.C. para poder visionarla. Este hecho podría dar para una más que interesante reflexión sobre la importancia de preservar la cultura más “underground”.
En cada escena, diálogo y escenario se revela el naturalismo de Nadar: es extraordinaria su habilidad para recrear el ambiente urbano o los interiores donde transcurren algunas de las escenas clave de esta historia.
En definitiva: En El cineasta, Frey y Nadar realizan un sentido y merecido homenaje a la figura de Édouard Luntz y a los entresijos del cine. La obra atrapa tanto por la curiosidad que provoca el conocer las razones que han llevado a los protagonistas a la propia búsqueda de ese “algo”, como por los propios personajes, que se hacen interesantes y muy cercanos.
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