sábado, 13 de marzo de 2010

Reseña: Número 9

Número 9.

Shane Acker.

Reseña de: Amandil.

Focus Features/Relativity Media/Tim Burton Productions/Starz Animations, 2009. Duración: 79 minutos.

Los últimos años las películas de animación se han convertido en el filón que ha desterrado casi por completo a los dibujos animados y que ha permitido dar el salto desde los rudimentos (maravillosos, eso sí) de Pesadilla antes de Navidad hasta una obra tan atractiva como Número 9. Vaya por delante que esta original obra de Shane Acker me ha encantado tanto por la historia en sí como por la ambientación que rodea las andanzas de 9, el protagonista de esta nueva visita al género postapocalíptico.

Pero ¿hay sitio todavía en ese "género" sujeto a las cerradas normas de cualquier "día después" al cataclismo (ya sea por una guerra atómica, por una plaga, por la errática y caprichosa voluntad de la Naturaleza o por la acción de despiadadas máquinas)?¿Se puede ser original de algún modo en este campo?¿Qué nuevos giros o añadidos nos pueden sorprender?

Bien. Número 9 bebe, en efecto, de las premisas establecidas para cualquier película que tenga como trasfondo un apocalipsis: el mundo está arrasado, no hay vestigios de vida humana, sólo restos de una brutal guerra entre hombres y máquinas que, al parecer, perdieron los hombres. Como consecuencia de esa guerra la misma naturaleza ha quedado convertida en una sucesión de tormentas de arena, páramos secos y permanentes nubarrones marrones que no presagian nada bueno.

Pero, pese a la catástrofe, hay supervivientes... que no son humanos. Son creaciones, pequeños homúnculos, que se han agrupado en su mayoría entorno a 1, una líder mesiánico, catastrofista, lleno de todos los prejuicios posibles contra lo ajeno, lo nuevo, lo extraño, al considerar que la curiosidad y la tolerancia han sido la causa de la destrucción del mundo. Por ello, como un Moisés de veinte centímetros, ha dirigido a los homúnculos hacia un refugio seguro (una semiderruida catedral), imbuyéndose en una especie de figura pontificia (muy acorde con el entorno) y tratando por todos los medios de mantener con vida a su grey. Pero no todos sus seguidores comparten su modo de enfrentarse a las cosas. 7, la aventurera y luchadora, abandona la protección de la catedral y opta por una vida independiente. Y los gemelos, 3 y 4, trasladan su residencia a una antigua biblioteca en dónde se convertirán en los guardianes de todo el saber que sean capaces de acumular.

El resto de la tribu permanece al lado de 1, aunque mantienen sus propias manías y gustos. Así 2, no puede evitar curiosear, inventar y convertirse en una especie de profesor simpático y protector. 5 se siente fascinado por conocer el entorno y querría salir a explorar constantemente, aunque su timidez y cobardía le hacen adoptar un papel de seguidismo con respecto a 2, al que admira y quiere. 6 es algo así como el místico que no puede evitar pintar constantemente unos extraños símbolos que le obsesionan pero que no saben qué pueden significar. Y, finalmente, 8 es el musculitos enorme y sin apenas cerebro que pone su fuerza bruta al servicio de 1.

Todos ellos, pese a sus diferencias, viven en un constante estado de terror ante un ser espantoso y cruel conocido como "La Bestia", que intenta cazarlos por todos los medios y al que no son capaces de derrotar porque no se atreven a hacerle frente. De ese monstruo sólo saben que es malvado y que su guarida está en una antigua y tenebrosa fábrica.

Su vida transcurre de ese modo desde que terminó la guerra entre humanos y máquinas... hasta que, un buen día, aparece 9, curioso, inquieto y lleno de preguntas sobre el porqué están aquí, de dónde vienen, qué es La Bestia... y provoca un cambio trascendental y espantoso en el mundo que le costará la vida a 2 y despertará a un ser dormido desde hace años y que fue el causante del holocausto que acabó con la humanidad.

Desde ese momento la misión de los homúnculos, capitaneados por 9, será la de destruir al monstruo que ha sido despertado pero, para ello, deberán bucear en el pasado, descubrir las causas de la destrucción del mundo y enfrentarse a sus propios temores, prejuicios y miedos. Llegando a un final sobrecogedor, que explica todos los misterios y que permite albergar una trascendente (y bastante inocente) esperanza.

Número 9 conjuga de un modo magistral el estilo propio de la película de aventuras, con componentes de terror (los monstruos mecánicos son realmente tétricos) y un fondo de crítica contra el militarismo, el abuso de la confianza en la máquina y la manipulación de la ciencia con fines espurios y peligrosos. Y todo ello sin caer excesivamente en el mensaje tópico y lleno de bongos y "love and peace" que atenaza a muchas de las películas de intentan mostrarse profundas y comprometidas.

La tecnología se ha puesto al servicio de la historia y los personajes (que en su versión en idioma inglés se engrandecen con las voces de actores como Chritopher Plummer o Martin Landau, sin desmerecer por ello las versiones en español) aunque se mueven en una cierta limitación arquetípica (explicada muy satisfactoriamente en la propia película) son entrañables y muy creíbles, al reflejar roles humanos no siempre compatibles entre sí. La ambientación, por otra parte, nos presenta de un modo efectista y muy atractivo un mundo contemporáneo pero con toques propios de épocas distintas (la Primera y Segunda Guerra Mundial, la era de la revolución industrial, detalles actuales) creando una sensación de indefinición temporal muy sugerente que me ha recordado de algún modo al Batman de 1989 y a Pesadilla antes de Navidad (a fin de cuentas el propio Tim Burton fue director de aquellas y productor de esta).

En definitiva Número 9 es una película hermosa, entretenida y bien hecha, que se mueve entre lo fantástico, lo catastrófico y lo cómico, pudiendo ser un producto para el público infantil aunque su verdadera profundidad quede patente desde una perspectiva más adulta.



jueves, 11 de marzo de 2010

Reseña: El prefecto

El prefecto.

Alastair Reynolds.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría. Col. Solaris Ficción # 130. Madrid, 2009. Título original: The Prefect. Traducción: Olga Marín Sierra. 410 páginas. ―

Con la publicación de El prefecto, La Factoría completa la edición de las novelas situadas en el universo de Espacio Revelación iniciada con el libro de mismo título, también conocida como “serie de los Inhibidores”, aunque el término no sería aplicable a la obra que nos ocupa; faltarían otros dos libros de narrativa breve situada en el mismo universo: «Diamond Dogs, Turquoise Days» ―dos historias cortas, incluyendo en la segunda la participación de Clavain, de El Arca de la Redención― y «Galactic North» ―una recopilación de relatos y novelas cortas situadas en el mismo escenario―. Cabe decir que El prefecto es una novela individual e independiente de las precedentes, y que de hecho sería una “precuela” a la serie. Es, no obstante, muy recomendable leerse las anteriores obras antes que esta, ya que presenta ciertos hechos ―sobre todo de ambientación― que el autor de como ya conocidos y que pueden desconcertar al lector no avisado ―los Ochenta, la familia Sylveste, Sandra Voi, los ultras...―, aunque también es verdad que los personajes protagonistas son nuevos y que los acontecimientos de las otras novelas tienen poca repercusión en la trama de la que nos ocupa.

El prefecto es una historia de detectives, casi un thriller, situada en el Anillo Brillante, el conjunto de 10.000 hábitats situados en el sistema de Yellowstone ―planeta donde se sitúa la acción de Ciudad Abismo―. La trama, a pesar de dividirse pronto en dos, es bastante simple y lineal ―sobre todo para lo que acostumbra Reynolds―, centrándose en media docena de personajes ―y de hecho se podría decir que prácticamene solo en dos― y con un escenario más contenido que en otras obras. Tom Dreyfus es el prefecto del título, agente de Panoplia, el hábitat encargado de mantener la extraña democracia del Anillo Brillante, quien se embarcará junto a sus ayudantes, el hiper-cerdo Sparver, que carga con el desprecio racista de gran parte de sus compañeros humanos, y la novata Thalia Ng, que debe luchar contra la memoria de su fallecido padre acusado de traición, en dos investigaciones que pueden revestir mucha importancia: por un lado un aparente fallo de seguridad en la votación ―el sistema automatizado por el que todos los habitantes del Anillo expresan su voluntad sobre infinidad de temas― de uno de los hábitats, fácilmente subsanado, pero que llevará a una profunda revisión de los protocolos de voto que implica la instalación de un parche en todos los núcleos; por otro, la destrucción sin sentido de un hábitat completo del que solo sobreviven unas copias beta de la personalidad de tres de sus habitantes. Dreyfus, y Thalia, se verán envueltos sin aviso en una conspiración de fines totalitarios, aunque supuestamente benignos, que pondrá en peligro todo lo que conocen tal y como lo conocen.

Los secretos se suceden, llenando de intriga la trama, tanto dentro de Panoplia como ocultos en los propios protagonistas, quienes guardan en su pasado hechos que tal vez prefieran no salgan a la luz. Y hagan lo que hagan para resolver los misterios que se les van planteando, siempre parecen ir un paso por detrás de los conspiradores. La escalada de la amenaza es continua, forzándoles a reaccionar todo el rato sin poder tomar la iniciativa. Tal y como se desarrollan las cosas, parece claro que alguien se ha infiltrado en las filas de los prefectos, alguien con un alto cargo que está ayudando a sus invisibles enemigos, colocando toda clase de trabas para que Dreyfus y su gente no puedan desarrollar satisfactoriamente sus investigaciones. Llega así un punto en el que es muy difícil saber en quién puedes confiar y en quién no; el nivel de sospecha es enorme y aplastante, y la tensión dramática no deja de crecer.

Cabe decir que la acción pronto se divide en dos líneas, bastante descompensadas tanto en ritmo como en revelaciones, aunque interesantes ambas. Por un lado, la narración sigue la investigación de Dreyfus, y por otro, la instalación de los parches en el sistema de votación en cuatro hábitats por parte de Thalia Ng. La parte del león se la lleva Dreyfus, mientras que la trama de Thalia queda enseguida coja, limitada a la supervencia de un hábitat, dando importantes datos, pero separada del total de la narración y llegando a desaparecer prácticamente hacia el último tercio de la novela conforme se acerca el final y su aportación deja de ser necesaria. En la línea de Dreyfus el ritmo es mucho más acelerado, extendiéndose en diversos niveles y localizaciones, llena de sorpresas y descubrimientos continuos que añaden nuevas preguntas y sospechas, luchando contra todas las zancadillas que los conspiradores ponen en su camino, contra la traición instalada en Panoplia, contra Inteligencias Artificiales con enormes recursos y con la amenaza de un auténtico genocidio en el futuro cercano si no se pone fin a la conspiración.

En una novela en la que Reynolds ofrece, comparada con anteriores obras, un menor contenido “hard”, menos especulación, menos “grandes ideas” ―quizá porque muchas de las cosas que describe ya se encontraban incluidas las anteriores―, con lo que el interés se centra en el desarrollo de la intriga y, parecería, en el desarrollo de los personajes, pero, por desgracia y como es habitual en él, Reynods sigue fallando de alguna manera en la caracterización de los mismos, sin dotarlos de la necesaria profundidad. En este caso, los protagonistas son excesivamente tópicos conforme al estándar “policíaco” se refiere: Dreyufs no deja de ser el arquetípico inspector frustrado enfrentado con sus superiores y que gusta de hacer las cosas a su manera, siempre recto aunque inconformista, honesto hasta el sacrificio, aunque cansado del sistema en el que debe desenvolver su función y que tantas veces hemos visto en las historias de detectives. Thalia es la novata super brillante pero insegura y algo ingenua que lucha por hacer las cosas de manera más que excelente para borrar la imagen de traidor de su padre que lastra toda su labor. Sparver, el hiper-cerdo lucha contra los prejuicios y la desconfianza que suscita su raza entre sus propios compañeros, al tiempo que se ve impedido por su forma corporal que limita muchas de sus acciones, pero que es fervorosamente leal a Dreyfus, su superior y sin embargo amigo. El Consejo Superior de los prefectos es presentados como un grupo de bienintencionados pero ineptos personajes que se dejan arrastrar por las circunstancias sin ver lo que tienen delante de los ojos. La jefa suprema, Jane Aumonier se debate entre su impulso de dar libertad absoluta a su pupilo preferido y su arraigo a las reglas que la atan de pies y manos, al tiempo que lucha contra sus propios problemas. Y las motivaciones de los conspiradores son, hay que decirlo, algo pueriles, quizá sirviendo tan solo como mera excusa para desatar la trama, que es lo realmente interesante.

Conforme esas motivaciones se vayan revelando, el autor enfrenta a los lectores con un dilema casi moral: ¿es lícito coartar las libertades de la gente en pos de un supuesto bien mayor? La democracia universal que rige en al Anillo Brillante muchas veces entorpece el ejercicio de la acción necesaria en el momento oportuno ―cuando los agentes, ante la enorme amenaza, piden poder usar armamento que no están autorizados para portar en circunstancias normales, se ven obligados a someterse a una votación de la totalidad de ciudadanos y a acatar el resultado― hasta el punto de que puede hacer fracasar la misión. En el Anillo todas las decisiones, grandes y pequeñas, se someten a votación popular, lo que hace que en todo momento en un hábitat u otro se esté produciendo una de esas votaciones, haciendo que gran parte de los ciudadanos pasen periodos de su tiempo concentrados en la política. Cada hábitat tiene derecho de vida y muerte sobre el conjunto de su población sin que nadie ajeno pueda interferir mientras no se entorpezca el derecho a votar y, por tanto, a elegir ―si a alguien no le gusta el sistema instaurado en un hábitat tan solo tiene que trasladarse a otro; y la existencia de 10.000 de ellos garantiza que se va a encontrar uno al gusto de cualquier persona―. Por tanto, el fraude en las votaciones es un delito muy grave, que los prefectos tratan de evitar a toda costa, y el correcto funcionamiento del sistema es vital. Pero entonces, ¿qué sucede cuando alguien considera que una gran amenaza no puede ser controlada por este sistema y decide que es mejor obviarlo? No hay sistema político perfecto, sin duda, y el ejemplo más claro está en el propio Anillo Brillante donde cada hábitat tiene su propia forma de gobierno independiente del resto.

Uno de los grandes aciertos de Reynolds en la novela es mostrarnos a través de los ojos de Thalia Ng varios de esos hábitats, ofreciendo una muestra de la enorme variedad de ambientes y las diferencias sociales y políticas que existen dentro de los asteroides, satélites y otro tipo de construcciones que componen el Anillo: la posibilidad que da el uso de la “abstracción” ―una especie de ciber espacio o realidad virtual donde solo existe el intelecto, libre del cuerpo y sus limitaciones, y donde se encuentran todos los conocimientos de la humanidad al tiempo que sirve como forma de comunicación para mantener todos los hábitat en contacto― para escapar del entorno, el deseo de algunos de vivir bajo regímenes tiránicos y cruelmente opresivos, la idílica existencia de una anarquía de ciudadanos selectos donde no hay un gobierno propiamente dicho y las elecciones se hacen por consenso; todo tipo de sociedades, de fórmulas políticas tiene cabida en uno u otro de los hábitat, demostrando la fértil imaginación del autor al tiempo que le sirve para reflexionar sobre ciertas tendencias de nuestra propia realidad, cuestionándose algunas y apoyando tácitamente otras.

El intento de los conspiradores de subyugar a todos los humanos, privándoles de sus derechos, decidiendo lo que es “mejor” para ellos sin consultarles, coartando todas sus libertades, incluso matando en pos de ese supuesto bien superior, es, sin duda, un tema candente en nuestro mundo. ¿Es mejor depender de una inoperante pero representativa democracia universal donde todo el mundo tiene derecho a decidir o de una tiranía benevolente pero opresiva o un punto intermedio donde las mentes “informadas” tutelen a todas las demás?

También relevante en la trama es el tema de las IA, las personalidades beta, una grabación de las mentes de los humanos, ¿siguen siéndolo, si ellos así lo sienten o son simples representaciones? No es tanto el tema del “alma”sino de lo que nos hace ser humanos. ¿Puede demostrar sentimientos, deseos lo que aparentemente tan solo es un conjunto de circuitos, un archivo de una personalidad desaparecida, o tan solo los está imitando? ¿Puede sentir el acto creativo, ser un artista, o solo recuerda cómo era antes?

El prefecto es una novela más “sencilla” que sus predecesoras, aunque no se encuentra exenta, en absoluto, de la habitual sofistificación del autor. Reynolds se sirve por una parte del supuesto conocimiento que el lector tiene de ese universo para saltarse bastantes explicaciones, jugando además a dar pistas de cómo se inician hechos que en el futuro descrito en las otras novelas tendrán enorme importancia; por otra parte, el lector pronto tiene en sus manos la mayoría de las claves del misterio, lo que le permite al autor sumergirse a fondo en el desarrollo de la acción, imprimiéndole una velocidad y una emoción encomiables. Unido a la gran variedad de ambientaciones mostrados: hábitats, naves y el propio planeta Yellowstone ―aunque no llegue a aparecer Ciudad Abismo, el planeta en sí juega un importante papel― confiere a la novela un atractivo especial.

Lástima que, como también es algo habitual en este autor, el final no esté a la altura de las expectativas y resulte cuando menos algo anti climático. No se puede decir que se trate de un deux ex machina monumental, porque es cierto que todo se encuentra justificado en la trama, todos los datos se han dado y todas las líneas han ido confluyendo precisamente al lugar donde todo termina. El problema es que se trata de algo muy brusco, cerrando en una decena de páginas aquello a lo que había costado centenares de llegar. No es un mal final, de hecho es muy coherente con lo narrado en la propia novela y en el resto de libros del Espacio revelación, pero el lector se queda con una cierta sensación de estafa, de que se le ha hurtado la traca final, la gran explosión, por algo mucho más de andar por casa. La gran tensión dramática que se había mantenido a lo largo de toda la narración de repente se ve hecha pedazos y sin duda se trata de una pequeña decepción.

Pero tampoco hay que condenarla por este detalle. El prefecto es una space opera de alto nivel, codeándose en igualdad de condiciones con la Cultura de Iain M. Banks o la Federación de Hamilton ―autores con los que Reynolds comparte cierto interés temático y actualmente los grandes exponentes del subgénero―, emocionante, brillante en muchas ocasiones, plena de sorpresas, con su toque “hard” y especulativo planteando una visión muy interesante de la posible forma y derroteros de la colonización del espacio por parte del ser humano. La investigación y persecución de los conspiradores no decae en momento alguno y permite leer con emoción e interés de principio a fin el libro. Aún con sus defectos, se trata de una novela recomendable para los amantes del space opera y de la buena ciencia ficción. ¿Veremos publicadas en España las otras dos recopilaciones? Ojalá.


lunes, 8 de marzo de 2010

Reseña: Premios Gandalf y Aelfwine 2007 y 2008

Premios Gandalf y Aelfwine
2007 y 2008

Varios Autores

Reseña de: Jamie M.

Sociedad Tolkien Española. Madrid, 2009. 249 páginas.

Los seguidores de Tolkien en España, agrupados en torno a la Sociedad Tolkien Española (STE), convocan anualmente el concurso de relatos cortos conocido como Premios Gandalf. Y desde 2007 han retomado un concurso también anual de ensayos cortos sobre la obra del autor inglés conocido como Premios Aelfwine. Este libro presenta los ganadores de ambos concursos en sus convocatorias de los años 2007 y 2008 con una pequeña presentación del volumen a cargo del presidente de la STE y tres brevísimas introducciones temáticas que separan las obras literarias de las de investigación y divulgación.

Cabe destacar que para ser una edición ajena a las editoriales profesionales y enmarcada dentro de la producción amateur y limitada (sólo los socios reciben el libro) el resultado obtenido es bastante bueno en lo referente a calidad de la maquetación (quizá habría sido visualmente más atractivo el texto si se le hubiese dotado de un mayor margen externo, pero eso no deja de estar dentro de los parámetros del gusto del lector) y revisión de los textos (no hay apenas errores tipográficos reseñables). La encuadernación es un tanto blanda pero resistente y supongo que forma parte de lo que se puede esperar de una obrita que cuenta con recursos económicos ajustados y no pretende hacerse un hueco en las librerías. En este sentido, el libro cumple sobradamente las expectativas estéticas y sigue con la tradición de dotar de una única tonalidad a la cobertura externa del ejemplar (en años anteriores se presentó en rojo y en azul).

Las expectativas de contenido, en líneas generales, se cumplen sobradamente y denotan claramente que los relatos y artículos recogidos son los ganadores de un proceso de selección y eliminación sujeto a las normas de dos concursos. En todos ellos hay calidad a la par que muestran distintos estilos y modos de aproximarse a la obra de J.R.R. Tolkien por parte de personas aficionadas a la producción literaria del citado autor y que han profundizado bastante más allá de lo popular (El Hobbit, El Señor de los Anillos, etc.) para poder ofrecer, como ficción o como investigación, una nueva perspectiva que ofrecer al lector de esta obra.

Los relatos incluidos en esta recopilación y brevemente comentados, son los siguientes:

El club secreto del escarabajo de piedra, de Pilar Caldú Royo, Primer Premio del año 2007. Pino, un niño hobbit apocado por la pronta muerte de su madre y la falta de cariño de su padre, descubre un día un orco enfermo y moribundo oculto en una hondonada en medio del bosque. Superando su miedo inicial decide cuidar y alimentar a aquella criatura movido por un sentimiento de bondad y de aventurera curiosidad. Sin embargo su secreto es rápidamente descubierto por otros niños hobbits a los que convence para que, entre todos, cuiden al orco ocultando la verdad a los adultos. De ese modo surge el club secreto... Caldú consigue envolver toda la historia de una entrañable perspectiva infantil, adoptado la inocencia que acompaña la as acciones de los niños y su modo de actuar ante una criatura salida de los terribles relatos de la lejana y pasada Guerra. Se agradece un relato de ambientación hobbit que no queda atrapado en lo cómico sino que muestra una sociedad muy creíble en un entorno de pueblo pequeño y cotilla. El personaje de Pino está perfectamente trazado y dotado de una profundidad con la suficiente entidad como para que abandone los tópicos infantiles que podrían haber atenazado el relato. La narración rebosa sentimiento, esperanza y calor aunque en ocasiones muestre crueldad y desasosiego. El final, aunque se ve venir, cierra de un modo emotivo la pequeña historia de Pino, el orco y el club.

De Rían y Huor, de Mónica Sanz Rodríguez, Segundo Premio del año 2007. Se abre ante nosotros un relato que hunde sus raíces en una de las partes más importantes de El Silmarillion, las vicisitudes de los hijos de Galdor, Húrin y Huor, que serán a su vez los padres de dos de los personajes centrales de la raza humana, Túrin y Tuor. La historia se centra en el amor entre Huor y la dama Rían, como se conocen, descubren lo que sienten y se unen en un matrimonio que se ve roto por la guerra y la temprana muerte de Huor. Y aunque ese es el argumento central, en realidad la autora engloba ese romance dentro de una plano mayor en el que incluye, de manera preponderante, la figura de Húrin, el hermano mayor que es modelo de guerrero, de noble y de soberano (y al que Tolkien sitúa en un plano a medio camino entre el héroe y el traidor, en un trágico final acorde con la figura de su hijo, Túrin Turambar). Con un lenguaje fresco, evocador y muy bien manejado, Mónica Sanz se adentra en una historia hermosa, bien narrada, en continuo movimiento, que no se apoya innecesariamente sobre trucos sentimentales. La historia de amor de Rían y Huor se engarza maravillosamente en los acontecimientos generales, sin estropearse mutuamente ni convertirse en un pegote añadido con calzador. Es un relato bien escrito, muy bien llevado y con un ritmo constante y sin sobresaltos.

Las ciénagas, de Jesús Santiago Álvarez Muñoz, Tercer Premio del año 2007. Decir que este relato bebe de Lovecraft se queda corto porque, de hecho, mezcla de un modo perfectamente creíble el imaginarium del de Providence con la Tierra Media de Tolkien. Y para lograrlo aprovecha uno de los entornos geográficos que más se prestan a ello: Las Ciénagas de los Muertos. Huelga decir que el lugar por sí mismo no hubiese garantizado el éxito del experimento literario, pero por medio de un relato al más puro estilo lovecraftiano (un narrador en primera persona y en pasado, apelaciones a la cordura, descripciones vagas pero lo suficientemente aterradoras, brumas, ruidos en la noche, avisos de peligro, miedo y suspense) consigue que el lector, sin abandonar la Tierra Media, crea estar caminando por Innsmouth. La historia comienza cuando un comerciante consigue de modo casual un mineral, la "lágrima de elfo", con asombrosas cualidades estéticas, que le hace ganar mucho dinero gracias a la alta sociedad de Minas Tirith. Pero un día deja de recibir su materia prima y, ante el riesgo de quiebra, decide investigar por qué se ha interrumpido el suministro, lo que le llevará hasta una lejana y semiabandonada colonia minera, Alknar, que se asienta en el linde las terribles Ciénagas de los Muertos, poblada por unos misteriosos individuos que no tienen relación con nadie fuera de los límites de su pueblo. Álvarez, copiando con bastante maestría el estilo de Lovecraft, logra sumir al lector en una aventura tenebrosa y oscura que encaja perfectamente y no chirría en absoluto. Los tiempos están muy bien medidos, el ritmo es trepidante, las descripciones son acertadas. No le falta ni le sobra nada.

El anochecer del Mago, de Juan José Pérez-Pons Agudo, Primer Premio del año 2008. Si siempre es arriesgado escribir sobre personajes creados por otro sin traicionar la esencia y el estilo que el autor ha impreso en los mismos, meterse en la cabeza de esos personajes y ponerles a escribir un diario es una maniobra arriesgada, casi suicida. Y eso es lo que hace Pérez-Pons en este relato con la compleja y traicionera figura de Saruman. El capitán de una guarnición enviada a Isengard años después del fin de la Guerra del Anillo encuentra unos antiguos manuscritos que resultan ser una serie de anotaciones del Mago Blanco en las que cuenta sus percepciones, opiniones y valoraciones en distintos momentos de su prolongada vida. De ese modo el lector percibe como se va produciendo la "corrupción" del Istari (¿el "anochecer" del título?) y su distanciamiento progresivo de la misión que le fue encomendada junto con Gandalf y los demás Magos. Usando las misivas, y con una introducción ajustada a justificar el hallazgo, el autor desliza por medio de microrelatos en primera persona, datos sobre la personalidad de Saruman y las causas de su caída. El desmedido orgullo, la creciente desconfianza en Gandalf, la envidia, la confusión entre el fin y los medios a utilizar, el olvido de lo importante en aras de "lo nuevo". Todo ello tiene cabida en este pequeño relato. ¿Logra salir airoso de esa entrada en la mente de un personaje de esta envergadura? Creo que sí, en cualquier caso logra adoptar un tono y un estilo que podría acercarse al del mago creado por Tolkien sin desentonar demasiado con lo que se nos muestra de él en El Señor de los Anillos.

¡Echad al extranjero!, de Miguel González Plaza, Segundo Premio del año 2008. Con un estilo arriesgado y confuso en los primeros compases el relato consigue avanzar con fuerza y dibuja la que pudo ser la resistencia a Sauron y sus aliados en el Este gracias a la labor de los poco conocidos Magos Azules. La confusión nace del hecho de que el autor opta por contar la historia mediante la plasmación de los pensamientos en orden cronológico de varios de los habitantes de una aldea oriental a la que un día llega un "embajador" de una supuesta confederación de pueblos contrarios a seguir sometidos a los variags. El embajador, con su mera presencia, desata en todos los habitantes sentimientos encontrados y eso es lo que González Plaza narra de un modo lineal y desde distintas perspectivas. El efecto es muy curioso y original, sin embargo se presta a la confusión hasta que queda claro quien es quien, puesto que no hay indicaciones salvo las que se extraen del mismo texto. La historia de un conflicto entre los que quieren seguir como siempre (sometidos pero en paz), los que quieren sacudirse el yugo, los oportunistas, los temerosos, los agoreros, muestra sin aspavientos ni moralinas como pueden convivir todos estos sentimientos y pensamientos en un pequeño pueblo que, a la postre, será presa de su propia indefinición. La prosa es ágil, la profundidad la justa y los personajes rozan lo tópico sin caer por ello en lo banal, quizá se echa en falta al menos un "pensamiento" del personaje sobre el que gira toda la historia, el misterioso embajador, aunque esa misma carencia hace del relato algo más sangrante por lo mezquino del comportamiento de algunos individuos.

Por otra parte, los cinco artículos/ensayos que completan el libro son los siguientes:

Estética y don en Hoja de Niggle, de Eduardo Segura Fernández, Primer Premio del año 2007. Por medio de la aproximación al relato breve de Tolkien Hoja de Niggle el autor se plantea la ingente misión de explicar (o mostrar) lo que el propio profesor inglés entendía sobre el proceso creativo y artístico, el descubrimiento de un nuevo mundo sometido al poder "subcreador" de su imaginación y la vinculación existente entre todo eso y su poética. Para ello desgrana de un modo profundo, conciso y casi quirúrgico los distintos aspectos alegóricos que Tolkien plasmó en esa obra y que, más allá de la propia belleza del relato en sí, trazaban una verdadera explicación de su concepción de la subcreación como reflejo particular de la Creación en sí misma. Segura, de un modo magistral, muy cercano, lleva de la mano al lector a través de opiniones, sentimientos, influencias y mensajes que configuraron Niggle como una especie de explicación y justificación que Tolkien se daba a sí mismo sobre lo que había sido hasta el momento su vida como académico, escritor y, sobre todo, subcreador.

Los regalos de Papá Noël: las cartas, de Francisco Sempere Galat, Segundo Premio del año 2007. El autor aborda la particular obra de Tolkien, nacida del ánimo de entretener a sus hijos con una serie de cartas enviadas por el mismísimo Papá Noël todas las navidades, desde dos perspectivas distintas. Por un lado explica el origen y arraigo histórico de los dos personajes históricos y míticos como el San Nicolás cristiano y el King Winter o Father Time sajón que terminarán por converger en la figura de Father Christmas. Por otro narra el desarrollo, contenido y progresión de las cartas en sí mismas. Se nos muestra como el abrumador universo mitológico de Tolkien termina por introducirse de algún modo en este juego tan familiar e infantil (trasgos, dragones, Gollum, el hombre de la luna, etc.) sin por ello desmerecer a los personajes netamente originales de Las Cartas (el Oso Polar, Papá Noël, el Muñeco de Nieve, etc.). En definitiva, Sempere Galat bucea en una de las obras más personales del profesor inglés logrando dar con algunas de sus claves de un modo efectivo y clarificador.

Hijos de la misma Luz, de José Manuel Ferrández Bru, Tercer Premio del año 2007. Desde el primer momento el autor avisa de que no está presentando un trabajo en el que se vaya a defender la idea de que la obra de Tolkien responde a un consciente y premeditado deseo de evangelizar por medio de una alegoría. Más bien se propone mostrar las conexiones que existieron entre Tolkien y el movimiento católico protagonizado por el cardenal Henry Newman, así como las influencias que se produjeron como consecuencia del contacto directo entre el autor inglés y el padre Francis Morgan Osborne. Por medio de una presentación de hechos históricos, tendencias confesionales (el paso del anglicanismo anti-papal a otro menor agresivo y la final conversión al catolicismo de Newman) e influencias en la vida de Tolkien (el oratorio de Birmingham, la tutela durante una década del padre Morgan, etc.), Ferrández Bru va señalando las evidente coincidencias entre escritor y religioso y las posibles consecuencias que, posteriormente, quedarían reflejadas en las ideas globales que quedaron plasmadas en las obras literarias de Tolkien. El ensayo se puede leer en la web del autor, aquí.

J.R.R. Tolkien y la Guerra Civil española, de José Manuel Ferrández Bru, Primer Premio del año 2008. Este artículo incide sobre varios de los puntos más polémicos que rodean la figura de Tolkien y que, en muchas ocasiones, son abordados de un modo demasiado simplificador y generalista. Me refiero al pensamiento político del propio autor inglés y su posición en relación a la Guerra Civil española. Ferrández Bru rompe con los tópicos y sitúa, por una parte, a Tolkien en su época y en las divisiones al respecto que se produjeron en la sociedad británica al estallar el conflicto en España y, por otra parte, matiza por medio de datos incontestables (cartas, apuntes biográficos) esa tendencia a "catalogar" de un modo cerrado el pensamiento del escritor. El ensayo, de libre acceso en la web del autor aquí, es muy sencillo de leer, sorprendentemente clarificador y perfectamente estructurado.

La crítica literaria a Tolkien, de Francisco Sempere Galant, Segundo Premio del año 2008. Este artículo muestra la evolución del denominado "Tolkien criticism" desde la publicación de los primeros poemas de Tolkien en el periodo comprendido entre 1910 y 1922, hasta la aparición de las obras clave El Silmarillion, la Biografía y las Cartas por Carpenter y los Cuentos Inconclusos entre los años 1976 y 1981. Es el propio autor el que se marca este límite para poder limitar la extensión de su trabajo y dedicar sus esfuerzos a las épocas menos conocidas de la crítica en España, en la que las obras (literarias y académicas) de Tolkien se vieron sometidas a grandes elogios y también a mordaces y demoledores ataques. De hecho, la gran originalidad de este ensayo no es tanto la estructura (en esencia una sucesión de resúmenes de los argumentos centrales de las distintas críticas) sino la posibilidad de que el lector, de un vistazo, vea como ha sido tratada la producción de Tolkien desde la perspectiva de los que lo han estudiado per se en esos sesenta años de "crítica". De hecho este artículo es único en este sentido en lengua española y sorprende por tocar un tema que, de otro modo, no suele entrar dentro de lo comúnmente conocido por el aficionado medio.

Se puede decir que la Sociedad Tolkien Española, con iniciativas como los Premios Gandalf y Aelfwine y una edición como la aquí comentada, sigue sosteniendo un modo serio y admirable de acercamiento a la obra de una figura como la de Tolkien ¿Para cuando una edición profesional y "abierta" para que podamos acceder a ella los que no somos socios?

sábado, 6 de marzo de 2010

Reseña: En llamas

En llamas.
Los juegos del hambre 2.

Suzanne Collins.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Molino. Barcelona, 2010. Titulo original: Catching Fire. Traducción: Pilar Ramírez Tello. 487 páginas.

Si todavía no se ha leído la anterior Los juegos del hambre, es importante proceder a su lectura antes de hacer lo propio con esta reseña que, además, podría desvelar datos de esa primera entrega. Y es que En llamas se inicia poco después de que finalizara la anterior, con Katniss y Peeta instalados todo lo confortablemente que se permiten a si mismos en sus mansiones de vencedores apartados de la extrema pobreza del Distrito 12. Ellos han accedido a una vida superior que realmente no pueden disfrutar porque las cosas a su alrededor están cada vez peor.

Han vuelto a casa victoriosos, sí, y han conseguido conservar la vida ambos gracias a su triquiñuela. Pero Katniss pronto va a descubrir que los focos no se han alejado de ella y que su futuro no se presenta precisamente halagüeño. Por un lado recibirá la visita del presidente Snow, que siente que la joven se ha burlado del gobierno y que la amenaza con hacer desaparecer a todos sus seres queridos si no muestra su sumisión a Capitolio, demostrando que su historia con Peeta se trata de «amor verdadero» y no una rebelión contra el régimen establecido; y por otro deberá prepararse para el “Tour de la Victoria” que les va a llevará a recorrer el resto de distritos y los convertirá en auténticos personajes públicos.

El libro se divide en tres partes totalmente diferenciadas: el propio viaje por los distritos, donde Katniss y Peeta serán testigos de la brutalidad del gobierno y descubrirán un soterrado sentimiento de rebelión entre sus conciudadanos, incluyendo algunos conatos de disturbio violentamente cortados de raíz; los preparativos, entrevistas y entrenamientos para la celebración de los 75ª Juegos del Hambre, el tercer Vasallaje de las Veinticinco, por los que se pasa de forma más breve que en la anterior; y una nueva versión de los juegos propiamente dichos, con muchas sorpresas y donde en esta ocasión más parece que en vez de matarse entre los participantes es el entorno de la Arena el que está encargado de acabar con ellos.

En llamas arrastra muchos de los problemas inherentes asociados de ser el segundo volumen de una trilogía. Habitualmente el primer libro sirve para presentar el mundo y los personajes, para establecer las bases sobre las que se va a mover la acción. El tercero se suele reservar para la resolución, el gran y espectacular final. El segundo, el de “en medio”, sirve como transito entre los otros dos, para hacer avanzar la trama y dejar colocadas las «piezas» de cara al gran final, sin por otro lado renunciar a su propia integridad como una historia completa. Es muy fácil que una segunda parte no alcance las cotas de la primera, pero Collins ha conseguido un libro muy digno, con un ritmo más pausado posiblemente, pero lleno de emoción, con un difícil equilibrio entre acción, violencia, romance, revelaciones, heroísmo, horror, desesperanza, reflexión y mucha humanidad.

Al final del libro anterior, quedaba en el lector la sensación de que en el que nos ocupa la atención iba a recaer mayoritariamente sobre el triángulo Katniss-Peeta-Gale, pero nada más lejos de la realidad. De hecho el lector se encuentra con una protagonista que parece estar evitando el tema, sin decidirse y soslayando de alguna manera a ambos, sin hablar de sus sentimientos. Gale prácticamente no aparece y es solo a través de las palabras de Katniss sobre los encuentros que ha tenido con él, nunca tomando voz directamente, lo que hace al lector distanciarse bastante del personaje, que parece rendirse ante los sentimientos sin duda ambiguos de la joven. Es tan solo cuando ella siente que va a perderlos ambos cuando los deja aflorar y se cuestiona sus reacciones. Katniss se presenta en esta novela mucho más madura en ciertas parcelas, pero no en la sentimental, donde la indecisión la atenaza y la obliga a pegar unos bandazos que desconciertan a sus pretendientes. La mirada que lanza sobre el mundo que la rodea es mucho más analítica, más realista, reaccionando ante el horror gubernamental pero sin saber muy bien cómo. Sin embargo en asuntos del corazón se encuentra paralizada, sin poder elegir, como una adolescente normal y corriente que ve en peligro a sus seres queridos dependiendo de sus decisiones.

El malestar que ya existía en los distritos obtiene un punto focal como consecuencia de la victoria conjunta de Katniss y Peeta en los juegos. Se han convertido en un símbolo, sobre todo ella con su «sinsajo», y se van a encontrar en el centro de unos hechos que no han provocado conscientemente, que de hecho han intentado evitar y que sin embargo les van a arrastrar contra su propia voluntad de forma imparable. Hay en En llamas una mayor profundidad política, un mayor análisis de la situación, una toma de postura ante las injusticias del gobierno totalitario sobre los distritos, ante la justificación de una rebelión violenta, de la lucha contra la opresión; pero se encuentra sumergido justo bajo la superficie de la acción sin convertirse en “protagonista”, de forma que en ningún momento se hace estridente, demagógico o aleccionador.

Katniss ha tenido que madurar a marchas forzadas, pero en el momento definitivo, cuando se le pide una reacción parece quedarse cortada, indecisa, y son otros los que tienen que sacarle las castañas del fuego. En ese sentido parece ir a remolque durante gran parte del libro, dependiendo en exceso de las personas que la rodean, evitando tomar decisiones que puedan llevar a consecuencias terribles, tratando de nadar y guardar la ropa en un mundo que le pide que elija bando, que de la cara y que ponga sobre sus hombros el manto del liderazgo, ya que se ha convertido en un símbolo para muchas personas. En todo momento intenta evitar el enfrentamiento; sigue siendo la chica fuerte y decidida de la primera novela, pero en esta ocasión se encuentra muy confusa sobre todo lo que la rodea, tanto en el plano sentimental como en los pasos a seguir en lo político. Sabe que va a hacer cualquier cosa para mantener con vida y a salvo a sus seres queridos, pero no sabe cuál es el camino para hacerlo, si plegarse a los deseos de Capitolio o abrazar la rebelión. Una difícil decisión en todo caso, entre sus seres queridos y el resto de habitantes de Panem.

Además, en esta ocasión, al verse libre de la necesidad de establecer las bases del mundo en que se desarrolla la trama, la autora puede profundizar más en la personalidad de sus protagonistas, y uno de los que aparece bajo una nueva luz es Haymitch, al que el lector irá conociendo un poco mejor, llegando a comprender cómo y porqué ha llegado a ser el borracho algo iracundo que es. La vida que ha llevado desde que ganara los Juegos sale a relucir y borra ciertas sombras que arrastraba en su personalidad, ganando una profundidad que se agradece. También en la relación que se establece con los estilistas y modistos que Capitolio pone a su disposición de los jóvenes, viendo todo desde una óptica radicalmente diferente, aprovecha Collins para mostrar los desequilibrios entre unos y otros, haciendo incapíe sobre el despilfarro de los capitolinos que ―muy a la romana― vomitan la comida para seguir pudiendo disfrutar de más manjares mientras el hambre es una constante en los distritos. Se muestra además mucho más descarnadamente la violencia ejercida sobre los ciudadanos, la represión se hace terriblemente evidente, deshumanizadora, irracional, cuando le toca de cerca a los protagonistas, a sus familiares y amigos, a sus conocidos y vecinos.

Collins consigue mantener el ritmo y la tensión a pesar de que inicialemente se antoja que la decisión de ofrecer unos nuevos juegos pudiera ser algo anticlimática o repetitiva. Por suerte, el nuevo paso por Capitolio es bastante breve y la arena de los juegos lo suficientemente diferente de lo ya visto como para mantener un interés álgido y no perder la atención del lector. El hecho de que esta vez parezca que se tiene que luchar más contra la propia arena que contra los otros tributos implica también un cambio que lleva a estar preguntándose en todo momento qué es lo que vendrá a continuación, llevando implícito el mensaje de que siempre es mejor la colaboración que el individualismo. La sorpresa de descubrir el mundo en que se desarrolla la trama ha desaparecido, así que lo importante es conocer más en una narración llena de giros interesantes. De cierta forma, el nivel de emoción se traslada de un plano físico a algo más psicológico, profundizando en la mente de Katniss, en sus sentimientos, sus conflictos internos ―e indecisiones―, sobre todo en la primera parte, y en las reacciones que tiene ante lo que está viviendo en la segunda, donde se encuentra la mayoría de la acción de la novela.

En llamas muy posiblemente no adquiere la misma dimensión y originalidad de su predecesora, pero es una muy digna y emocionante continuación ―sobre todo, como decía, para tratarse de un segundo volumen de tránsito hacia el tercero―. Hay un crecimiento en ella, un paso adelante hacia la resolución de la explosiva situación en Panem, una toma de postura que, cerrada la narración con ese no por esperado menos impactante clifhanger, abre el paso a la tercera y última novela, que se publicará en verano en inglés y que esperemos no se demore demasiado en obtener su correspondiente edición en nuestro país.

==

Reseña de otras obras de la autora:


Los juegos del hambre.

Sinsajo. Los juegos del hambre 3.



martes, 2 de marzo de 2010

Reseña: Amor en el infierno

Amor en el Infierno.

Varios autores.

Reseña de: Jamie M.

Alfaguara. Madrid, 2010. Título original: Love is Hell. Traducción: Mercedes Núñez. 281 páginas.

Volúmenes como este sirven sobre todo, a parte del propio valor como entidad en si mismo, para conocer la obra de algunos escritores que se están abriendo camino en nuestro mercado o que puede ser de interés seguir más adelante. Como una degustación, es la oportunidad de probar nuevos autores, nuevos sabores, y saber si merece la pena darles posteriores oportunidades. Las historias que nos ocupan se clasifican mayoritariamente dentro del género del “romántico paranormal” (historias de amor con toques fantásticos, como la aparición de fantasmas u otras criaturas folclóricas), aunque alguna de ellas, como la de Westerfeld, huyan claramente de ese nicho para adentrarse sin tapujos en la ciencia ficción, especulando con un futuro utópico que tal vez no lo sea tanto. Muy posiblemente el lector se quede con ganas de que alguna de estas historias hubieran durado algo más, a mí me ha pasado, pero lo cierto es que para la mayoría de ellas el formato breve es el más adecuado para contar lo que sus autoras tenían en mente y haberlas “engordado” solo hubiera entorpecido la narración sin aportar nada positivo.

Estos son los relatos, analizados uno por uno:

Más ligero que el agua, de Justine Larbalestier. Situando la acción en un pueblo que vive voluntariamente anclado en el pasado, muy en plan «amish» pero en vez de con un carácter religioso con un componente folclórico-fantástico en el que unos seres feéricos tendrían cierto dominio sobre el pueblo, aunque los más jóvenes del lugar ya no crean en ello y algunos adultos sigan con el tema tan solo con motivos de reclamo turístico y comercial. En esta situación, Jean es una joven que soñaba con ir a la universidad y estudiar medicina, pero que ve como a sus 17 años es obligada por las “tradiciones” a dejar la escuela y atender la casa y el negocio familiar. Así cuando el “chico malo” del pueblo le ofrezca «unir las manos» ―una especie de rito por el que la pareja está casada en pruebas durante un año― ella no se lo pensará demasiado, aunque el resultado será trágico. Como ni la muerte puede evitar el amor cuando esté es verdadero, el componente fantástico del relato llevará a un final doblemente triste, demostrando al fin y al cabo, que el amor no lo puede todo. Esta es, sin duda, una de las historias del volumen que hubiera ganado con algo más de extensión, con una mayor profundidad en el tratamiento de los personajes y una mejor descripción de la relación entre el mundo superior y el inferior. Tal como está, lo cierto es que la historia es agradable pero deja la sensación de que le falta algo.

Absurdo mundo perfecto, de Scott Westerfeld. Esta es el gran relato del volumen, el mejor en mi opinión, enclavado en la ciencia ficción y no en la fantasía, en el que incluso la parte romántica se encuentra muy diluida. En el mismo futuro en que se desarrollan sus novelas Traición y Perfección, María y Kierman son dos estudiantes que deben enfrentarse a su trabajo de la asignatura de Privación. En un mundo donde los cuerpos están regulados para no tener enfermedades, donde no hace falta dormir ni existe el desequilibrio hormonal, donde incluso la pasión ha desaparecido, se supone que deben elegir un “mal” del pasado para soportarlo durante dos semanas y hacerse idea de lo que han ganado en esta futura sociedad feliz e ideal. Él elegirá dormir y experimentar lo que significa soñar, y ella soportar los rigores y bandazos de las hormonas adolescentes desatadas y sentir así las necesidades naturales de su cuerpo. Con un sutil y muy interesante trasfondo humorístico, ambos descubrirán que la cosa no es tan desagradable como pudiera parecer y que incluso tiene algunas ventajas (e inconvenientes también, es cierto) que pueden disfrutar. La imperfección tiene sus cosas buenas, también puede ocultar parcelas de belleza y disfrute. Las experiencias de otros de sus compañeros, como la chica que decide inocularse un resfriado común o el chico que elige como trabajo el renunciar a las cabinas de transporte instantáneo y viajar a la antigua, crean un trasfondo rico y muy interesante, mostrando un complejo escenario en una novela corta que, siendo sin duda esta su longitud óptima, se hace breve por su intensidad. La joya del volumen. Una historia que le sirve además al autor para reflexionar sobre todo aquello que se sacrifica cuando se tiende a toda costa al “estado de bienestar”, y cómo la imperfección no es mala ni rechazable per se, sino que tan solo se debe saber aprovecharla y disfrutarla, sabiendo a lo que se está renunciando al condenarla al ostracismo. Dan ganas de leer más cosas del autor, cosa que sin duda era uno de los objetivos del proyecto.

Durmiendo con el espíritu, de Laurie Faria Stolarz. Es una historia de fantasmas bastante típica, en la que Brenda, una joven que acaba de trasladarse de ciudad con su familia, descubre que su habitación está encantada por el espíritu de un joven de 17 años, muerto hace tiempo y que, muy al estilo de un capítulo de la serie Entre fantasmas, quedó con una misión que realizar antes de poder continuar su camino hacia el más allá. Brenda deberá investigar quién es el muchacho, qué le sucedió y cómo puede solucionar el entuerto, al tiempo que la relación de miedo y rechazo hacia el fantasma se va convirtiendo en cierta atracción. Vuelve a ser una historia de amor trágico, irrealizable, sin futuro alguno, entre la muchacha que debe quedarse en su vida y el espíritu que debe trascender su inmaterial existencia; agravado además porque es ella misma la que debe facilitar el tránsito del joven. Agradablemente narrado y escrito, es interesante a pesar de su alto contenido tópico y con un final bastante previsible que evita todas las sorpresas (que después de todo tampoco son tan necesarias).

Relatos de ficción, de Gabrielle Zevin. Una narración muy triste y nostálgica sobre una chica en sus años de instituto a la que se le antoja ser invisible ante el resto de sus compañeros. Nadie le hace caso, nadie se fija en ella, una auténtica rata de biblioteca, su único refugio. Cuando conoce a Aaron, un misterioso chico nuevo, todo parece cambiar en su vida; aunque al final nada parece ser lo que aparenta y el final trágico se abalanza sobre el lector (a pesar de que la autora da demasiadas pistas, con lo que se ve venir desde demasiado lejos). Es una historia algo sosa, con unos personajes no demasiado trabajados, pero que cumple con su objetivo de tocar la fibra sensible. Es difícil no empatizar con esa joven y sus sufrimientos, sobre todo si en alguna ocasión has soñado con ese gran amor que nunca parece llegar y que tantas veces hemos leído en los libros. La realidad y la ficción pueden ser a veces muy crueles. Es sin embargo de lo más flojo del libro.

Amor sin límites, de Melissa Marr. Es la segunda joya del volumen. La historia de Alana, una joven que caerá bajo el encantamiento de un selchie, un ser marino que deja su piel para convertirse en humano y vivir en tierra su historia de amor. Murrin la ha elegido, pero quiere luchar contra las tradiciones de su pueblo y darle a ella la oportunidad de elegir. Al final, bajo la dualidad del atractivo que en Alana causa el hechizo y el rechazo que el enfado le provoca por sentirse obligada a esa relación, el amor se irá filtrando, sin saber muy bien quién es finalmente la víctima del hechizo. Dentro del componente fantástico es esta una historia muy humana, que describe sentimientos fáciles de entender y aceptar, donde ambos protagonistas se verán atrapados en una red de engaños que amenazarán con acabar con cualquier posibilidad de felicidad. Muy intensa e interesante. Me parece que también voy a darles una oportunidad a los libros de la autora.

El amor, incluso con alguien que no es humano, es una fuerza poderosa, capaz de derribar todas las fronteras, salvo las que nos ponemos a nosotros mismos, y causa muchos sufrimientos, aunque es capaz de superar todo el dolor, el odio, la traición y trascender incluso a la muerte. La mayoría de estas historias son trágicas, la mayoría de ellas tratan del desarraigo, de personas que se sienten diferentes de su entorno, de jóvenes que no encuentran su sitio, rechazadas de alguna manera y que buscan en el amor una salida a su aislamiento. Pero el amor es un infierno, desde luego, y no siempre trae la felicidad, aunque cuando se consigue de verdad todo se da por bueno sabiendo que ha merecido la pena todas las penurias hasta llegar a él. Amor en el infierno se lee de forma agradable, ágil, sin muchas complicaciones, aunque con giros y sorpresas suficientes como para mantener al lector contento. Es, ya lo decía antes, como una degustación, un aperitivo para pasar a lecturas mayores de sus autoras. No es poco.


sábado, 27 de febrero de 2010

Reseña: El último héroe

El último héroe.
Una fábula del Mundodisco.

Terry Pratchett.

Ilustrado por Paul Kidby.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Plaza & Janés. Barcelona, 2009. Título original: The Last Hero. A Discworld Fable. Traducción: Javier Calvo Perales.176 páginas.

La vigesimoséptima aventura en el Mundodisco viene presentada de una forma muy especial. Cuando al enterarme de su publicación fui a buscarla a mi librería habitual sin tener conocimiento de esta circunstancia, me sorprendí al no encontrarlo en la estantería con el resto de la serie y aún me sorprendí más al girarme y ver en un expositor un libro de un formato mayor del acostumbrado con un despavorido Ricewind en la portada (¿como no reconocerlo con la palabra «wizard» escrito en su puntiagudo gorro?). Lo cogí y tras una breve ojeada puedo decir que ya me había enamorado de sus impresionantes ilustraciones; faltaba por ver si la historia estaba a la altura (y puedo adelantar que sí, que lo está). Tras la triste desaparición de Josh Kirby, portadista habitual hasta entonces de todas las novelas de la serie, un nuevo ilustrador, con un amplio trabajo sobre el Mundodisco ya a sus espaldas, iba a recoger el testigo: Paul Kidby. ¿Y qué mejor manera de “presentarse” que con una historia profusamente ilustrada que muestre su amplitud de estilos y paletas? Dicho y hecho, El último héroe guarda un perfecto equilibrio entre texto e ilustraciones, compenetrándose de forma admirable y apoyándose el uno en las otras para dar una mayor profundidad e hilaridad a la historia.

No es este el primer libro ilustrado “canónico” del Mundodisco. Tal honor corresponde a Fausto Eric, en el que el relato de Pratchett se apoyaba en los dibujos de Kirby. Por desgracia en España no pudimos disfrutar más que de la versión de “solo texto” de la misma, lo cual no deja de ser una pena. Por suerte, esta vez no ha sido ese el caso y Plaza & Janés se ha decidido a ofrecernos una versión muy cuidada de la obra que nos ocupa, y yo que se lo agradezco.

El último héroe se antoja de alguna manera una autohomenaje que Pratchett se ha permitido realizar a su serie después de un porrón de aventuras, pues el compendio de personajes antiguos ya bien conocidos por los lectores que aparecen es superior que en cualquier otra novela anterior, hazaña aún mayor cuando pensamos la brevedad del texto.

Gengis Cohen, más conocido como Cohen el Bárbaro, ha decidido abandonar su “retiro” del trono del Imperio Ágata del que quedó en posesión al final de Tiempos interesantes y, junto a los componentes de su vieja Horda de Plata, salir de escena con un golpe de gracia que les merezca un canto épico que haga recordar sus nombres en el futuro: va a devolver, con intereses, a los dioses aquello que les fue robado hace ya mucho tiempo. El problema radica en que todo el mundo sabe qué fue lo robado y que cuando los geriátricos héroes lleven a cabo su plan el desequilibrio mágico muy posiblemente destruirá todo el mundo.

Lord Vetinari, por supuesto, no puede permitirlo y emprenderá la tarea de reunir a un grupo de dispares personajes para evitarlo. Leonardo de Quirm deberá inventar un artefacto que permita a los “voluntarios” saltar por el borde del mundo, pasar por debajo del disco y alcanzar la suficiente aceleración y altura como para llegar a la cima de Cori Celeste, la montaña donde residen los dioses, antes que lo hagan Cohen y su Horda, para lo que deberán circunnavegar el Mundodisco pasando por debajo del mismo, muy cerca de sus cuatro elefantes y la gran tortuga sobre la que caminan. Los magos de la Universidad Invisible deberán prestar todo su apoyo. Por supuesto, el Bibliotecario no andará muy lejos, metiendo sus zarpas donde no debiera. El capitán Zanahoria, de la guardia de Ank-Morpork pilotará la nave de propulsión dragonil, acompañándoles (a Leonardo y a él) un reticente Rincewind en la aventura. Muchos dioses ya conocidos asisten con curiosidad al intento. El Equipaje muestra sus patitas aunque no llegue a participar en la aventura. E incluso la Muerte tiene una especie de cameo, ya que era inevitable con tanto riesgo que apareciera.

Y, por supuesto, Pratchett no se priva de crear nuevos personajes para la ocasión, como el Maligno Señor Oscuro, Maligno Harry Pavor y sus sicarios tontos de remate, que le sirven para lanzar sus acertados dardos contra todas las convenciones de la fantasía heroica cuando entra en conjunción con la Horda de Plata sumándose a sus planes, pero sin poder evitar su lado malvado y traicionera (pero eso sí, siempre dentro del “código”); o la guerrera Vena Cabellera de Cuervo, más conocida ahora como la Sra. McGarry, de cabellos canosos y un magistral uso de las agujas de calceta; o el trovador raptado para que escriba una saga épica que haga recordar por siempre la aventura, y que termina haciéndose un hueco en su corazoncito; o... Aprovecha así Pratchett para, con su habitual acierto y acidez, profundizar en la forma en que las leyendas llegan a convertirse en tales o cómo el folklore va inmiscuyéndose en nuestras vidas hasta darle una importancia realmente sorprendente en nuestra forma de pensar o en qué es lo que hace realmente al héroe.

A su vez, la nave diseñada por Leonardo de Quirm, permite a Pratchett apuntar contra el programa espacial estadounidense, con enorme ternura eso sí, y contra las películas que el mismo ha inspirado, hasta llegar a su particular versión del “Houston. Tenemos un...” del Apolo 13. El resto de sus inventos le permiten ironizar sobre la aplicación, casi siempre bélica que la humanidad consigue aplicar a todos los grandes avances de la ciencia (en cuanto alguien invente un aparato para volar alguien encontrará la forma de bombardear los territorios sobrevolados). La mirada ácida de Pratchett retrata con dulzura, pero con dureza, la naturaleza humana, y a pesar de su cariño la verdad es que no siempre salimos bien librados.

Como no podía ser menos en esta visita a Cori Celesti, otro de sus dardos es lanzado contra las religiones y sus, muchas veces, absurdos preceptos (como el dios que tiene prohibido a sus fieles consumir ajo, jenjibre, champiñones y chocolate). Los dioses no salen muy bien parados, es cierto, aunque algunos despierten más simpatías que otros. Y no hablemos de sus seguidores.

Y todo ello secundado a la perfección por las ilustraciones de Paul Kidby, quien muestra una variedad de registros realmente encomiable, pasando de lo grandioso y dramático a lo paródico con una facilidad pasmosa y sorprendente, con una paleta cromática muy amplia, dotando a cada personaje de su propia e inconfundible personalidad (tal vez quien más choque sea la representación de Zanahoria, algo diferente a la que había realizado Josh Kirby, pero que se adapta perfectamente al personaje); supongo que cada cual se habrá hecho, a lo largo de los 26 libros anteriores, con su propia idea mental de cómo debe ser cada uno de ellos o los paisajes por los que transcurren sus aventuras y que, sin duda, alguna de esas ideas chocarán con la representación ofrecida por Kidby; no obstante, a mí me han sorprendido gratamente todos, adecuándose enormemente a las descripciones que Pratchett había realizado de ellos. El ilustrador maravilla desde los impresionantes dibujos de los paisajes del Mundodisco (por encima y por debajo) hasta los “bocetos” del cuaderno de Leonardo (recomendable dedicarles el tiempo necesario a su contemplación, pues dan forma a la historia casi tanto como el texto). De hecho, hay partes de la historia que trascurren en las ilustraciones.

Es El último héroe una historia corta, que se antoja que hubiera podido ser ampliada hasta una mayor longitud sin demasiados problemas (las situaciones creadas lo permiten), pero a la que al estar profusamente ilustrada se le perdona su brevedad. Bebe de la habitual ironía, humor, inteligencia y sátira social a la que nos tiene habituados Pratchett. Sus acertados dardos, a la vez que a la carcajada invitan a la reflexión, esta vez sobre todo en torno al paso del tiempo y a la vejez, entregando un mensaje que envuelto en este ropaje cómico no deja de tener un forro de tristeza, una mirada nostálgica a cuando se era joven. Pero, cuando la cosa amenaza volverse demasiado trascendental, Pratchett tiene siempre preparado el chiste, el juego de palabras que de la vuelta a la situación y permita una mirada muy amable sobre temas potencialmente dolorosos. Es en este sentido una obra casi más cercana a las primeras entregas de la serie; más alocada, más cercana al gag, quizá menos elaborada literariamente (supongo que debido a la brevedad y al apoyo de las ilustraciones, que obliga a una mayor concreción y un menor elaboración), pero enormemente divertida, emotiva, bella y asombrosa. Si te gusta el Mundodisco este libro es imprescindible. Si no lo has probado todavía, no empieces por aquí, pues te vas a perder un buen montón de referencias: empieza por el primero y no pares, antes de darte cuenta habrán caído los 26 anteriores. Maravilloso.

==

Otras reseñas de obras de Terry Pratchett:


Pies de barro. Una novela de Mundodisco.

Papá Puerco. Una novela de Mundodisco.

¡Voto a bríos! Una novela de Mundodisco.

Carpe jugulum. Una novela de Mundodisco.

Nación.

Sólo tú puedes salvar a la Humanidad. Una aventura de Johnny Maxwell..

Johnny y los muertos. Una aventura de Johnny Maxwell.

Johnny y la bomba. Una aventura de Johnny Maxwell.



domingo, 21 de febrero de 2010

Reseña: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Millennium II.

Stieg Larsson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Destino. Col. Áncora y Delfín vol. 1137. Barcelona, 2008. Título original: Flickan som lekte med elden. Millennium 2. Traducción: Martin Lexell y Juan José Ortega Román. 751 páginas.

Muy posiblemente esta va a ser otra de esas reseñas en la que prima más lo subjetivo que lo objetivo. De hecho, me ha costado mucho tiempo ponerme a escribir hasta decidirme si la hacía o no, ya que hace bastante que leí la novela y, ante las sensaciones tan negativas que su lectura me provocó, lo he ido dejando macerar en mi mente para ver si se me aclaraba algo, y sí, algo sí lo ha hecho, más que nada confirmando la impresión que ya tenía. Entre todos esos sentimientos que la lectura ha dejado en mi cabeza en torno a La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina el predominante es sobre todo el de incredulidad; y es que durante la mayor parte de la novela la sensación dominante era la de tomadura de pelo. Todo aquel que se haya leído mi reseña de Los hombres que no amaban a las mujeres puede hacerse buena idea de que esa primera entrega de la saga de Millennium me gustó bastante, por eso supongo que la enorme decepción y desencanto que ha supuesto para mí esta segunda ha sido todavía mayor.

Y es que uno al menos lo que pide es que haya una coherencia mínima entre un libro y otro, que los personajes sean fieles a sí mismos y que el argumento se mantenga dentro de unos límites realistas conforme había establecido en la primera entrega. Nada de ello sucede.

Larsson factura de nuevo en esta ocasión una novela en torno a una investigación criminal por parte del staff de la revista Millennium, esta vez sobre la trata de blancas (aquí llamada por el más “culto” termino técnico «trafficking») destinadas al mercado de la prostitución procedentes de los países del este; y lo hace con las mismas armas literarias con las que ya lo hizo en su anterior novela; es decir, escasos recursos narrativos y una escritura plana y directa, que en la primera se sustentaba en una trama francamente interesante en la que sumergirse, con una intriga perfectamente mantenida, y con una línea de investigación clara, fluida, coherente, con el número justo de pruebas, de sospechosos y de giros. El problema surge cuando el entramado creado para la que ahora nos ocupa no tiene ni punto de comparación con el de aquella. La acumulación de tramas, confusas la mayor parte de las veces, de personajes sacados de la chistera, de malos de opereta, de casualidades acumulándose una encima de otra sin justificación pausible, no colaboran a hacer precisamente atractivo el libro. De buenas a primeras el autor, no se sabe si intentando potenciar aún más lo que sin duda era uno de los puntos fuertes de la primera entrega, convierte a Lisbeth Salander en una especie de superheroina capaz de enfrentarse a un huracán para rescatar a una indefensa dama de su maltratador ―y el tema de los “superpoderes” ocultos va a más casi al final de la novela, después de haber mantenido al personaje escondido durante gran parte de la misma, y donde la incredulidad del lector no puede ser puesta más a prueba, fracasando por lo que me han comentado otros lectores en muchísimos casos―.

Tras esta tropelía, se empeña a arrastrar por los suelos el personaje de Mikael Blomkvist, un magnífico y metódico investigador en Los hombres que no amaban a las mujeres y un patético patea avisperos en la que nos ocupa: tras demostrar que sabía perfectamente construir una línea de investigación llena de interés y coherencia, aquí la “estupenda” forma de investigar se limita a encontrar por casualidad una pista y entonces ir de puerta en puerta a ver si suena la flauta y el caso se le resuelve solo. Es muy triste ver como unos personajes llenos de posibilidades ―ya demostradas, de hecho, con anterioridad― se desperdician de esta manera.

La trama de la trata de blancas queda pronto ―es un decir, tras una “introducción” que se antoja interminable― diluida en un segundo plano en favor de la supuesta implicación de Lisbeth en unos asesinatos que amenazan con complicarle hasta el extremo su ya de por sí complicada vida ―ahora algo menos complicada, gracias a los millones estafados al malo en la anterior novela―, con algunos vistazos a su pasado que intentan hacer comprender al lector porqué es cómo es; y de una serie de subtramas francamente obviables, que no aportan nada interesante al relato y que distraen en exceso de lo que sí debería ser importante.

La acumulación irrelevante de detalles que ocupan páginas y páginas, no hace sino torpedear la línea de flotación de la novela: las continuas listas de compra en IKEA ―detallando los nombres de cada mueble elegido o descartado― o en H&M, las múltiples ocasiones en que Mikael baja a hacer la compra diaria, las enormes cantidades de veces en que se toma su café latte, todas las visitas al 7-eleven... dan ganas de lanzar el libro por la ventana como desahogo. Decir que sobran páginas, muchas, es quedarse corto.

Pero todo hubiera sido perdonable si la trama hubiera sido tan interesante y hubiera estado tan bien construida como la anterior, cosa que en absoluto sucede. Por un lado Larsson en momento alguno consigue que el lector empatice con los implicados en la investigación y por otro el cúmulo de casualidades forzadas, de personajes cruzados que resultan ser parientes, las relaciones cogidas con pinzas, el que todo parezca estar relacionado con o girar en torno a los protagonistas ―sobre todo Lisbeth― y ese final... fuerza en exceso la credibilidad de un lector que después de todo no está dispuesto a que lo hagan comulgar con ruedas de molino. Todo es excesivamente superficial, vanal; un tema tan importante como el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual queda prácticamente en nada, eclipsada por el total protagonismo de los problemas, actuales y pasados, de Lisbeth. Y lo peor es que todo es inverosímil, increíble, exagerado hasta decir basta.

Además, para poner un último clavo en el ataud, donde en la anterior todos los hilos quedaban perfectamente atados, en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina no sucede. Es cierto que la trama “principal” de la trata de blancas se cierra, pero quedan demasiadas cuestiones personales en el aire para, supongo, ser retomadas en La reina en el palacio de las corrientes de aire. Terminé el libro por puro esfuerzo de voluntad y puedo prometer que aunque me quede con la duda ―que no me corroe en absoluto― de ciertas cuestiones que quedan en el aire NO me voy a leer la tercera parte ni aunque me la regalen. Decepción es decir poco, además que viene a dar la razón a los que abominan de este tipo de libros éxito de masas. Qué lástima.