sábado, 30 de junio de 2018

Reseña: La Tierra despierta

La Tierra despierta.
La Primera Guerra Fórmica, vol. III.

Orson Scott Card y Aaron Johnston.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col.Nova. Barcelona, 2018. Título original: Earth Awakens. Traducción: Rafael Marín Trechera. 461 páginas.

Con este volumen se cierra la —primera— trilogía precuela a El juego de Ender dedicada a narrar el primer encuentro, nada amigable, de la humanidad con los alienígenas fórmicos. Un encuentro marcado por la imposibilidad de establecer una comunicación entre ambas especies que lleva al inevitable conflicto por no poder entenderse, o no intentar entenderse, la una a la otra. Esta novela, que comienza prácticamente en el momento en que termina la anterior La Tierra en llamas, recoge el contraataque, tanto en el espacio como sobre la superficie, de la humanidad, o una parte de ella al menos, contra el invasor, el punto en que empiezan, muy dubitativamente, a cambiar las tornas y se abre una esperanza en una lucha que hasta entonces parecía perdida. Los fórmicos han llegado para colonizar y terraformar a su gusto el planeta, exterminando a todo lo que salga a su paso. La humanidad, tiene todas las de perder ante la tenacidad ciega y la superioridad tecnológica de los alienígenas. Card y Johnston ofrecen una space opera centrada dentro de los límites del sistema Solar, llena de acciones bélicas aunque no implique gran movimiento o enfrentamiento de tropas. El cierre de un conflicto inicial que tan sólo es un paso más en el camino hacia el mundo que los lectores conocieron en la serie madre.

Tras los eventos narrados en la anterior novela, el joven minero del cinturón de asteroides Victor y la burócrata Imala consiguen acercarse con una lanzadera camuflada a la nave nodriza fórmica, en una misión patrocinada por el rico heredero Lem Jukes. Lo que allí descubran puede ser de vital importancia para el devenir de la guerra, si es que consiguen salir con vida y hacer llegar los conocimientos adquiridos a las manos adecuadas. Mientras tanto en la Tierra, tras el ataque a una de las sondas fórmicas, los miembros del comando de las POM deben encontrar el modo de que China colabore con el resto de naciones amenazadas, pero lo van a tener realmente difícil. No hay ningún momento para la recapitulación, Card y Johnston retoman la acción allá donde quedará y lanzan a los lectores directo a la vorágine de las misiones en las que se van a ver envueltos cada cual. Misiones que se dividen entre tres tramas que terminarán de alguna manera confluyendo, unas con más implicación que otras, y que implican la exploración primaria de la nave nodriza fórmica, el intento de ayudar a una reticente China a enfrentarse a la amenaza que campa por su territorio o al esfuerzo de un heredero por hacerse un hueco en la competitiva sociedad empresarial, consiguiendo por el camino el reconocimiento, aparentemente imposible, de su padre.

Además de a los citados Victor e Imala, el relato retoma a la mayoría de personajes principales de las anteriores entregas, como Mazer Rackham, el abnegado capitán Wit O’Toole o el teniente Shenzu del ejército chino, integrantes, aunque algunos no pertenecientes, en las misiones de la POM, el pequeño genio infantil Bingwen que de alguna manera identifica a la mayoría civil que sufre las consecuencias de la violencia bélica, o al citado heredero Lem Jukes, siempre intentando descollar por su cuenta, siempre a la sombra de la iniciativa de su padre. Es curioso que a pesar del carácter global, mundial, de la trama, las líneas narrativas sigan en realidad muy pocos puntos de vista, centrándose en apenas dos grupos que se encuentran, eso sí, en el centro de todos los sucesos importantes. Personajes que reflejan las muy diferentes formas en que las personas se enfrentan a eventos que, desde todos los ángulos, les superan, pero a los que no pueden dar la espalda. Los autores se cuidan mucho de construir con mimo sus personalidades, de ofrecer una disección clara de las motivaciones que les impulsan, desde lo más altruista a lo más egoísta.

Así, aún cuando los autores no se olvidan en absoluto de algunos de los personajes que tuvieron su importancia en las anteriores entregas, como pueden ser las mujeres y niños supervivientes de la nave Cavadora, todo el futuro de la humanidad, y la acción de la novela, depende de las acciones de muy pocos individuos. Es cierto que hay una importante implicación de una «flota» de naves espaciales mineras —hay que recordar que la flota militar fue destruida—, o que los autores no se inhiben a la hora de ofrecer escenas de lo que sucede con los refugiados y desplazados del conflicto en China, pero quedan bastante en segundo plano, reflejando apenas las acciones de alguno de los protagonistas implicados y dejando cuenta de que los demás estaban por allí, pero poco más. Se echa en falta cierta visión más global, pero también es verdad que el resto del mundo poco tiene que aportar, más allá de lo que se cita, a lo que está sucediendo. El interés se reparte entre aquellos protagonistas que hacen gala de un desinteresado heroísmo y aquellos otros que encuentran la más mínima ocasión para obtener beneficio en su propio interés, aunque el mismo se disfrace de la supervivencia de toda la humanidad.

La novela es, sobre todo, un pasapáginas bélico, repleto de espectacular acción espacial y terrestre, con abundantes escenas cargadas de emoción, tensión y combates perfectamente coreografiados con una visual casi más cinematográfica que literaria. No hay guerra sin bajas y aquí van a tener lugar unas cuantas, tanto entre los combatientes, buscando la implicación emotiva del lector, como entre la población civil. Porque los autores también encuentran algún momento para ralentizar el ritmo y ofrecer otras visiones sobre lo que la guerra supone para los no combatientes, o para humanizar a alguno de los personajes que luego tendrán su importancia en la novela seminal de la saga, demostrando que en el fondo tienen su corazoncito. Aprovechan para lanzar mensajes sobre la importancia de la propaganda para crear la verdad que el mundo termina por conocer. De la desconfianza entre las naciones que tantas veces lleva a la inacción o a resultados totalmente contrarios a la lógica. Encierran en sus páginas un alegato a favor de difuminar las fronteras, del entendimiento entre las naciones, de una invitación a implantar políticas conjuntas guardando la idiosincrasia propia de cada cultura. El mensaje es claro, es unirse para sobrevivir o morir separados. Los mineros libres y los corporativos deben dejar a un lado sus diferencias y actuar al unísono. Las naciones, manteniendo su soberanía, deben encontrar la forma de actuar conjuntamente por el bien de todos sus ciudadanos.

Se hace evidente una cierta admiración hacia los soldados, al estamento militar y su entrega, pero también salta a la vista una dura crítica a los mandos y su habitual incompetencia por el deseo de medrar y sus cuestionables decisiones en combate que cuestan vidas. De la burocracia militar y civil que tantas veces imposibilitan obtener los resultados necesarios y deseables. Así, el texto también encierra una denuncia del juego empresarial que siempre ha existido tras todas las guerras, el intento de sacar beneficio de los peores momentos —siempre se ha dicho, a río revuelto ganancia de pescadores— que lleva a poner precio a cualquier atrocidad imaginable colocándola dentro de un libro de balances en el que las vidas humanas son tan sólo un factor más. Una rivalidad económica, y de poder, ejemplarizada en la tensa relación de Lem con su manipulador padre, Ukko, especialista en nadar y guardar la ropa.

La Tierra despierta es el broche necesario para sustentar tanto lo anterior como todo lo que ha de venir en el Enderverso, aquello ya narrado en los libros originales. Un libro para incondicionales del autor y de la space opera, en este caso cercana a nuestro planeta. Tras un final que ya podía suponer cualquiera que estuviera al tanto de la Saga de Ender y que por tanto no encierra excesivas sorpresas, hay una última coda que abre la posibilidad a una nueva continuación intermedia, plasmada en una nueva serie, una Segunda Guerra Fórmica que se abre con The Swarn, y dejando ya el suelo sembrado para la novela original de la serie. El mundo de Ender queda de alguna manera ya aquí totalmente preestablecido, con sus estructuras finalmente definidas.

Respeto a la edición española, debo reconocer que ha sido un motivo de satisfacción ver en los créditos del libro el nombre de un profesional de la calidad de Rafael Marín Trechera a cargo de la traducción, como ya hiciera con los anteriores volúmenes, dando así la necesaria cohesión a la obra en español. Aunque últimamente le dejan prodigarse más bien poco, mantener al traductor dentro de una misma serie siempre es una buena decisión.

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