Luz y Terror.1.
Borja Vargas.
Reseña de: Consuelo Abellán Colodrón.
Autoedición. 2018. Edición digital (ePub). 57 páginas
Aunque esta es la segunda publicación del autor, por su corta extensión podríamos considerarla una carta de presentación en sociedad. Y es una buena carta de presentación. Contiene cuatro relatos cortos, clasificables como fantasía oscura, con personajes y temas muy variados, pero el estilo narrativo y la originalidad de los relatos le dan al libro un toque personal y fácilmente reconocible que, a la larga, si el autor se mantiene en la misma línea, podría convertirse en su “marca de la casa”. Como el libro es el primer volumen de una serie que lleva por título genérico “Luz y terror”, supongo que no tardaremos mucho en salir de dudas.
Sobre la prosa, el autor tiene un estilo muy definido, de frases cortas y a veces cortantes; en ocasiones, formadas por una única palabra. Es un estilo que, personalmente, me gusta. Hace la lectura fácil y dota al texto de una agilidad que se agradece y se disfruta. Además, los relatos están plagados de imágenes particularmente plásticas, sorprendentes y originales en su misma concepción. Como muestra, un botón:
“La sirena era un ser pestilente, con un cuerpo en ebullición constante, recorrido por ampollas siempre a punto de abrirse. Su piel de esparto olía a hueva podrida y las escamas de la cola se caían sin mediar movimiento”.
(El año de la sirena).
La otra característica que creo puede considerarse “marca” del autor, al menos en esta primera entrega, es la originalidad del tratamiento de los temas. Si os digo que el libro contiene tres relatos “de fantasmas” y uno sobre una sirena, no miento. Pero seguramente os haréis una idea equivocada sobre lo que vais a encontrar. Ni los fantasmas ni la sirena son como tendemos a imaginarlos. Ni siquiera los fantasmas de los tres relatos se parecen entre sí. Y creo que el aportar visiones nuevas de temas muy trabajados ya en la literatura de terror y fantástica siempre es un mérito que hay que reconocer.
El primer relato lleva por título “Dos niñas muertas”. Ambientado en una guardería china, trata sobre muertos que se resisten a abandonar el lugar donde pasaron la mayor parte de sus vidas, sea por nostalgia, por miedo a lo que hay “al otro lado” o por ambas cosas. Podréis alegar que este tema no es original, y tendréis razón. Pero ¿y si os digo que estos fantasmas a veces se asustan de los vivos, crecen, contagian enfermedades, tienen pesadillas aunque no duermen y lloran? La originalidad de este relato no está en el tema, sino en el tratamiento del mismo y en la solidez y cualidad física de los fantasmas. En cuanto a la estructura de la historia, aunque el relato empieza de una forma que te hace sumergirte de lleno y desear seguir leyendo, tengo que decir también que para mí no está bien resuelto. Digamos que empieza subiéndote a una cumbre de expectación, te mantiene en una meseta de interés, pero termina de forma un tanto decepcionante. Puede ser cuestión de gustos, indudablemente, pero hay elementos en ese final, que quizás se introducen buscando un terror más convencional, que me sobran.
El segundo relato, “Historia de una habitación” también nos habla de un fantasma. En este caso, una mujer que se aparece todas las noches a la misma hora en la habitación de un hotel y poco a poco va destruyendo el cráneo de su inquilino. Es este “efecto secundario”, al principio involuntario y seguramente inconsciente, del fantasma, lo que dota de originalidad a este relato. Puede producir cierta frustración en el lector excesivamente racional el que no se lleguen a revelar los motivos que inducen a la mujer muerta a aparecer en la habitación todas las noches, pero hay momentos deliciosos en que se da una especie de comunión entre el fantasma y el protagonista, que llega a confundir pensamientos propios y recuerdos ajenos. Es uno de los momentos del relato que mejor sabor de boca deja, junto con el final que, en este caso sí, me parece redondo.
“Ataurique de luz” es, con toda seguridad, el relato que más me ha gustado de este libro. El tercer fantasma es el de una prostituta asesinada por un cliente. Y el fantasma “vive” en una máquina de karaoke. No me digáis que no es original. La historia en sí es bastante cruda y sórdida, pero no podía ser de otra manera. Constituye todo un alegato contra la cosificación de la mujer y la explotación sexual. Y las imágenes que utiliza el autor de nuevo tienen esa plasticidad, esa “marca de la casa” de la que os hablaba. No puedo resistirme a dejaros otra muestra, porque no creo que sea capaz de explicarlo con palabras:
“Pero en la dimensión en que ella se encuentra desde entonces hay dinámicas peculiares. Un sitio no siempre es el mismo sitio y un material no tiene por qué ser un material. Los viejos dientes no dieron lugar a nuevos dientes, como era su intención, sino que brotaron en otra parte, en forma de ramas metálicas (…). El rojo-lengua late sobre el arabesco-diente”.
Con el último relato, “Los años de la sirena”, es con el que más problemas he tenido. Se trata de la historia de una venganza, inútil y vana, como todas las venganzas. El contexto es el de una dictadura represora y la posterior democracia “tibia” con los antiguos represores. Hasta aquí, todo correcto. La sirena no se nos presenta como una criatura hermosa, más bien es un ser extraño e incluso repugnante, desde el principio del relato, aunque eso sí, dotado de poderes hipnóticos, como se les supone a las sirenas. Ya tenemos una sirena diferente y original. Perfecto. El final es impecable, transmite sin género de dudas la vacuidad de la venganza. Nada que objetar, al contrario.
Y, sin embargo, el relato en sí no terminó de convencerme. Una de las razones es más objetiva, y la otra es totalmente subjetiva y discutible.
La razón objetiva es que en la segunda parte del relato se percibe un deus ex machina que defrauda un tanto. Creo que el autor debería haberse esforzado un poco más, no necesariamente dando demasiadas explicaciones, pero sí haciendo la historia un poco más creíble.
La razón subjetiva tiene que ver con el grado de violencia, el detalle y la extensión del relato que se dedica a narrar todas las torturas y vejaciones ejercidas, desde un lado y desde el otro, aunque particularmente en la segunda parte. Tengo que decir que no soy una lectora melindrosa, tengo un estómago bastante fuerte y, si la historia, las motivaciones de los personajes o la intención final del autor lo requieren, puedo soportar incluso cosas peores. Hasta disfrutarlas como parte inseparable de la lectura. Pero creo que en este caso se podría haber conseguido el mismo efecto sin necesidad de recrearse tanto y durante tantas páginas en torturas y vejaciones que, por otro lado, creo que son la causa de que aparezca ese deus ex machina del que hablaba antes.
En conclusión, de la lectura de este libro me llevo la impresión de que Borja Vargas es un escritor con talento, con estilo propio y con ideas originales, aunque, quizás, alguno de los relatos tendría que haberse trabajado un poco más antes de la publicación.
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