miércoles, 19 de febrero de 2020

Reseña: La revelación

La revelación.

Guión: Roberto Malo.

Dibujo: Josema Carrasco.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Apache libros. Col. Apache Cómic. Madrid, 2019. Cartoné. 50 páginas, bitono.

Adaptación al cómic de un relato previo de Roberto Malo, es esta una historia sobre una de esas personas un tanto cargantes que, casi seguro, todo el mundo ha conocido en algún momento: insistentes y un tanto metomentodo, pelmazos que se cruzan con uno de forma casual y se inmiscuyen en su vida de forma simpática pero inquietante, amenazando con hacer de lo más incómodas unas soñadas vacaciones. La revelación presenta una historia con un inicio de lo más cotidiano y común, un romántico viaje a la playa cargado de erotismo, que deviene en tensa anticipación, con un doble giro final, sorprendente e irónico, que habla de las relaciones modernas y de los apetitos actuales, del canon de belleza imperante o de los apetitos y atracciones que se sitúan fuera de lo socialmente aceptado.

Emilio viaja hacia la playa donde su novia, Adriana, está pasando unos días con su familia. Pero lo que espera sea una romántica escapada empieza a tomar una dimensión extraña cuando el inquilino del apartamento de al lado, comunicado con el suyo por una puerta que puede cerrarse con un simple pestillo, se presenta en el suyo sin invitación previa en los momentos más inoportunos. Bruno, que así se llama el susodicho, parece un joven extrovertido y chispeante, muy amistoso, pero un tanto cargante. Las vacaciones de la pareja discurren, no obstante, de manera bastante perfecta, playa, gastronomía y sexo, hasta que Emilio se deja las llaves dentro de la habitación y la portera del inmueble idea una manera de urgencia de poder entrar de nuevo en su alojamiento.

Malo y Carrasco se revelan como el equipo ideal, perfectamente compenetrado, para ofrecer al lector esta Revelación. Partiendo de una situación incómoda, pero que termina por convertirse en una circunstancia incluso simpática, la historia se construye sobre la normalidad cotidiana hasta salirse de los cauces de unas vacaciones corrientes. No es un relato más de un extraño destrozando las vidas de los protagonistas o jugando con sus nervios, sino la de un vecino disfrutando de sus placeres y tratando de congraciarse con la gente de la lado. Un vecino misterioso y de comportamiento elusivo, pero que no parece tener más que parabienes hacia Emilio y Adriana. De ahí que la sorpresa, cuando se revela, sea muy real.

Es este un cómic que juega con la anticipación del lector, con sus intentos de deducción de por dónde van a ir los tiros y qué es lo que pretende, si es que pretende algo, Bruno con sus atenciones hacia la pareja. Presenta una historia muy rápida, con ese estilo desenfadado tan característico de las obras de Malo, escritor, guionista y cuentacuentos que tan bien conoce y maneja los resortes para atrapar la atención del público. Una historia que se sabe de antemano cargada de una tensión que se resuelve con un primer giro sorpresa y un final, una viñeta final que no hay que ver antes de tiempo, irónico e inesperado.

Misterio, tensión y erotismo —abundante y bien llevado, con gran respeto y gusto— y alguna pincelada de humor socarrón se dan la mano mediante el expresivo dibujo de Carrasco, con una muy buena narrativa en la que los diálogos, con una ideal contención y agradablemente sueltos y naturales, se integran de forma perfecta a la necesidades del relato, con muchas viñetas dejando que sean las propias ilustraciones las que hablen por sí solas de forma muy expresiva, sin necesidad de texto. Un dibujo preciso, de trazo suelto y muy sugerente, en el que un precioso uso del bitono, en el que sobre una prevalencia del anaranjado el negro sirve para  remarcar los puntos de atención. Provocación, entretenimiento, intriga e ideas calenturientas a las que dar un par de vueltas en la cabeza van de la mano.