Estación Once.
Emily St. John Mandel.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Kailas. Col. Ficción. Madrid, 2015. Título original: Station Eleven. Traducción: Puerto Barruetabeña Díez. 339 páginas.
Novelas sobre futuros post apocalípticos, oscuros, devastados y terribles hay ya unas cuantas, es cierto. Novelas sobre la supervivencia, la regresión o involución a estadios anteriores de la Humanidad, la reconstrucción. Novelas que presentan el espíritu de superación o las negruras a las que es capaz de caer el ser humano. Novelas que muestran el fin de la civilización y el inicio de algo nuevo, más duro y triste porque se es consciente de lo que se ha perdido, de lo que es imposible recuperar. Novelas sobre el precio de la fama y de cómo moldea y afecta en las vidas y relaciones de las personas cercanas. Novelas sobre relaciones tumultuosas, tóxicas en ocasiones, terriblemente cotidianas en otras, también hay unas cuantas. Y, siendo partícipe de alguna manera de un parentesco con todas ellas, Estación Once es, no obstante, una novela llamada a sorprender y a cautivar. Una novela que trasciende con mucho su inicial arranque hecatómbico, mezclando géneros y conjugando diversos palos narrativos a un tiempo. Mandel propone una estructura caleidoscópica, donde según se unen y separan las piezas del relato, presente, futuro y pasado, van conformando diferentes imágenes, cada vez más complejas y completas, las de la historia de cómo una enfermedad devastadora, la gripe de Georgia, arrasa la civilización de forma radical y de cómo eso afecta a ciertas personas anteriormente relacionadas. Mediante saltos adelante y atrás en el tiempo, la autora va a dar precisas pinceladas del durante, el antes y el después del apocalipsis —aunque sin ahondar en el origen del virus ni en su difusión—, aprovechando para reflexionar sobre el arte, sobre la fama, la memoria, la solidaridad y la crueldad que habitan por igual en el alma humana, el compañerismo, la muerte y la tiranía, la suerte y el azar. Un relato por momentos tierno, por momentos duro, que hace gala de un optimismo con sombras, más interesado en la bondad y la solidaridad que en sus contrarios, pero sin ocultar estos en absoluto. Un relato triste, desgarrador, intrigante, cautivador y hermoso.