lunes, 29 de noviembre de 2010

Reseña: Nocturna

Nocturna. Trilogía de la Oscuridad 1.

Guillermo del Toro / Chuck Hogan.

Reseña de: Alb Oliver.

Editorial Suma de Letras. Madrid, 2009. Título original: The Strain. Traducción: Santiago Ochoa. 550 páginas.

Primera parte de la Trilogía de la Oscuridaden la que Guillermo del Toro devuelve a los vampiros a sus orígenes como criaturas sin alma en lugar de los enamoradizos y con cara de niño que nos traen True Blood o Crepúsculo. Al principio fui un poco reticente a leerlo, pero finalmente me atreví a dar el paso.

Nocturna es un libro que pertenece al género de terror, aunque conforme lo vas leyendo podría decirse que no te produce tal sensación. Tal vez sea por la cantidad de eventos que describe que te hacen olvidar que tienes una historia de vampiros entre manos.

La trama en sí es bastante simple, un avión aterriza en Nueva York, y cuando por fin se logra entrar en él, casi todos sus ocupantes se encuentran muertos sin ninguna causa aparente para tal situación. A partir de ese momento se analiza el problema tal cual ocurriría actualmente en Estados Unidos, basándose en el pánico que provocaría una alarma terrorista. Yo me quedo con esa parte del libro, pues tras un comienzo que promete, progresivamente se va convirtiendo en un popurrí que se alimenta de casi cualquier texto basado en vampiros que hayamos podido leer o ver en películas.

Como innovación, descubrimos que el vampirismo viene a ser generado por un organismo vírico, lo que hace que el protagonista sea Ephraim Goodweather, miembro del Centro de Control de Plagas al que se le encarga descubrir el motivo de la muerte de los pasajeros del avión. Divorciado, luchando por la custodia de su hijo y en una relación con Nora Martinez, su compañera de trabajo. Por la forma en la que se ve envuelto en la historia, quienes la lean podrán encontrar ciertos paralelismos entre él y Jonathan Harker, de la novela Drácula de Bram Stoker.

Para instruirle en el mundo de los vampiros, tenemos a Abraham Setrakian, quien sería el remake del profesor Abraham Van Helsing (como curiosidad, comparten nombre). Setrakian es un anciano superviviente del holocausto nazi, que logró escapar del campo de concentración en el que el “Amo de los vampiros” se alimentaba de los reclusos. Tras un intento de acabar con el líder vampírico, y terminar con sus manos mutiladas, se dedicó a prepararse para eliminarlo.

El papel de Mina Murray de la novela Drácula, viene repartido entre dos personajes, su esposa Kelly y la doctora Martínez, pero tal vez explicar esto sería dar demasiada información.

El estilo es completamente cinematográfico, alternando muchos personajes y cambiando de unos a otros para narrar unas cuantas historias paralelas. En muchas ocasiones acaban en cliffhanger, dejando a los lectores imaginar como termina una determinada situación, y en algunos casos dejando claro que la importancia de algunos de ellos se verá en la próxima novela de la trilogía.

Otra vez, el mito del vampirismo es reescrito a gusto de los autores:

  • Primero, los vampiros disponen de una lengua retráctil por la que se alimentan, y transmiten los organismos que infectan a su víctima para contagiarla.

  • Conforme se van transformando, sus órganos se licuan, transformándose en una sustancia blanca que es el caldo de cultivo para los organismos, que parecen ser similares a los espermatozoides.

  • Ajos, cruces o agua bendita pierden su efecto sobre ellos, pero sí les daña la luz solar, por lo que los protagonistas utilizan lámparas de radiación ultravioleta para atacarles.

  • Por algún motivo, la plata sí parece dañarles.

  • En lugar de no reflejarse en espejos, los usan sobre las posibles víctimas para verificar si han sido infectadas, habiéndolo sido cuando la imagen se distorsiona.

  • Como nota curiosa, el profesor Setrakian mantiene un corazón de vampiro vivo en un frasco, alimentándolo de cuando en cuando con gotas de sangre… y refiriéndose a él como mascota.

¿Qué me ha gustado? Por un lado el toque realista que tiene. Las situaciones que relatan cuando las primeras víctimas y los supervivientes regresan a sus hogares, aunque posiblemente vistas en otros textos, hacen que la lectura sea un poco más simpática. Tenemos conspiraciones para que no se descubra qué ha podido ocurrir, el como afecta todo a la vida cotidiana del protagonista, diálogos cuanto menos veraces, y que no se hace pesado de leer.

¿Lado negativo? Que poco a poco va convirtiéndose en una caza del rey vampiro, sin apenas originalidad. Se nota mucho la influencia de Guillermo del Toro como director de cine, pues puedes visualizar cada párrafo como si fuera una secuencia, pero parece que haya querido tocar todos los géneros vampíricos en uno. Partimos del amo vampiro que viene desde Europa en avión encerrado en su ataúd, hasta seres sin inteligencia que buscan sangre que luego evolucionan en otros cuya mejor referencia visual sería Nosferatu, para acabar con señores vampiro que parecen sacados del juego de rol homónimo.

Por la descripción de los vampiros en sus estados iniciales, inmediatamente me vino a la cabeza la imagen de los super-vampiros que se presenta en Blade II, para poco a poco darte cuenta de que la idea de plaga es similar a la de la saga de videojuegos Resident Evil, con la presencia de magnates e instituciones de por medio, con los disturbios callejeros e incendios incluidos.

Conforme te acercas al ansiado final, ves que todos los elementos se van preparando en apenas unas líneas. Te encuentras la típica situación hollywoodiense en la que si apostaras sobre cómo se va a resolver, difícilmente fallarías, pero eso sí, dejando varias líneas abiertas para la secuela, quedándote con la sensación de que se ha alargado demasiado para nada

Es una pena que pierda brillo por ese lado, pues por cómo describe los escenarios e intercala situaciones que al principio no parecen tener lugar para luego relacionarlas, podría haber hecho del libro una lectura mejor.

Por lo menos, puedes encontrar pasajes que te resultan entretenidos, despertando algo de interés, pero no puedes evitar pensar que más que una novela tienes entre tus manos el borrador de una película. En cuando a los personajes, puedes simpatizar con ellos, están bastante logrados, y haciendo tus propias conjeturas puedes dar por hecho que como primera parte de una trilogía solo ha sido una toma de contacto, dado que muchos de los planes expuestos no han sido realizados en este volumen. Para mí el fallo ha sido el intento de unificar distintas versiones de vampirismo, considerando a los que aparecen en este libro como larvas, seres de primera generación, que en un futuro irán a más e irán adquiriendo consciencia, lo que supongo ha hecho que los vampiros presentados aquí sean los llamémoslos “sosos”. Si cada vez que se refieren a ellos como vampiros, sustituyeran esa palabra por zombis, creo que apenas se notaría cambio en el argumento. No así cuando descubrimos que hay otros tipos, que seguramente darán más juego a la continuación.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Reseña: La ciudad al final del tiempo

La ciudad al final del tiempo.

Greg Bear.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2010. Título original: City at the End of Time. Traducción: Pedro Jorge Romero. 633 páginas.

Es este un libro complejo, ambicioso, difícil, denso y audaz. Un libro que intenta explorar la naturaleza de la realidad, de la forma en que se ve y se interpreta el mundo y de cómo éste se reconstruye de muy diferentes maneras para distintos observadores. Un libro en el que el autor ha querido abarcar un tema superlativo, inabarcable en sí mismo, y se ha visto superado en parte por su imposible tarea. Bear presenta dos líneas dentro de la narración: el presente en el Seattle de nuestro mundo ―o al menos un mundo muy cercano al nuestro―, y el futuro muy, muy lejano, al final del tiempo en la ciudad de Kalpa.

En la Tierra actual, tres desplazados espaciales, Jack, Ginny y Daniel, poseedores cada uno de una piedra «sumadora», huyen de una amenaza difusa en las sombras saltando entre las realidades alternativas que sienten que más les «favorecen», manipulando las posibilidades de una forma que a duras penas comprenden, siendo impulsados a una reunión que podría definir la nueva realidad o el final de todo. Ciertos agentes aparentemente inmortales de una entidad incógnita se encuentran tras su pista, como Glauco, reclutado por sus particulares habilidades en algún momento del siglo XVIII, quien los persigue de realidad en realidad ―a ellos y a los que fueran como ellos a lo largo de los siglos, buscando a aquellos que puedan responder una críptica pregunta: «¿Sueñas con una ciudad al final del tiempo?»― y que quizá sea el personaje con mayor profundidad y más interés de toda la novela, con toda su crueldad, sus anhelos, su cansancio, sus dudas y sus frustraciones.

Y muy lejos en el futuro, en Kalpa, la última ciudad sobre la Tierra y cuya situación da título a la novela, dos jóvenes Jebrassy y Tiadba se sienten impelidos a cumplir una misión en busca de la mítica ciudad de Nataraja ―que ni siquiera saben si existe todavía o no―, a la vez que comparten una extraña conexión cuasi telepática con dos de los desplazados de nuestro presente a través de sus sueños. A lo largo de su Historia, una Humanidad evolucionada en diferentes direcciones hasta hacerla casi irreconocible ha aprendido a enfrentarse a la propia entropía, luchando contra las propias leyes físicas del universo, expandiéndose por las estrellas, conociendo y relacionándose con otras razas alienígenas y retrayéndose finalmente al lugar de su origen. Y ahora, por fin, el Caos Tifón se abalanza sobre los límites de la ciudad amenazando con el fin de toda existencia. Tratando de evitarlo, las entidades que controlan los destinos de la ciudad, los Eidolones, han «creado» de nuevo seres humanos según como eran antaño ―a ellos pertenecen Jebrassy y Tiadba―, instrumentos del último intento desesperado de cambiar las cosas.

Si por ambientación y temática La ciudad al final del tiempo es claramente una novela de ciencia ficción ―y ciencia ficción hard―, por simbolismo y lenguaje muchas veces parece situarse más cercana a la fantasía, compartiendo muchos de los elementos naturales de este género: desde la búsqueda iniciática al uso de objetos de carácter aparentemente mágico que abren puertas a múltiples posibilidades ―como las piedras sumadoras que vendrían a ser el recurrente «talismán» mágico de tantos relatos fantásticos―. El mismo trasfondo de la lucha desesperada contra el Caos retrotrae al lector de alguna forma a los mundos imaginarios lejos del «racionalismo» de la especulación más científica.

Es esta una novela ciertamente críptica, esotérica, metafísica, y caótica, bastante caótica, la verdad, aunque sea intencionadamente. Llena de una cosmogonía un tanto inaccesible que mezcla a discreción diversas tendencias religiosas y mitológicas, como el hinduismo, el budismo o los panteones griego o romano con las teorías del multiverso y de las realidades paralelas. Ofrece Bear un juego metaliterario que entrelaza la creación de mundos con la escritura, con reiteradas referencias a Borges; sugiriendo que el mundo sea lo que se lee o lo que se escribe, planteando la posibilidad de libros cambiantes, que se corrigen a si mismos lejos de la vista de sus lectores o que solo tienen plena existencia cuando son abiertos y contemplados, y que a su vez modifican la realidad circundante.

El tiempo está desapareciendo, las realidades están colapsando en una única existencia que pronto podría desaparecer, los textos de los libros se están borrando, pasado y futuro convergen en un mismo punto. La Historia, la Leyenda y el Mito adquieren un nuevo significado, fundiéndose y conformando nuevas interpretaciones mientras la realidad se estrecha. Es muy significativo que el «dirigente» de Kalpa, la mente tras muchos de los planes esbozados en la narración, sea conocido como El Bibliotecario, y que los habitantes de la ciudad, más allá de la humanidad recreada, sean unos seres llamados Eidolones, invisibles para sus criaturas, que viven tras los asediados «generadores de realidad» que rodean Kalpa y que muy posiblemente les den soporte a ellos mismos, representaciones de la evolución del ser humano al final del tiempo, muy posiblemente meros archivos. O que el grupo de mujeres que ayudan a Jack en un momento dado, y que luego tendrán su particular importancia, se autodenominen «las brujas de Eastlake» en una referencia literaria fácilmente reconocible que se une a otras muchas, algunas excesivamente oscuras, de las que está plagado el texto.

Como grave defecto ―o tal vez no―, debo hacer mención a que hacía mucho tiempo que no encontraba un libro de Ediciones B con un número tan significativo de erratas tipográficas. Desde letras que bailan, que faltan o que sobran, palabras que no concuerdan con la frase o faltas de concordancia de persona, género y tiempo verbal. De hecho, dada la existencia de un personaje que busca libros con pequeñas «taras», con errores y modificaciones en el texto que dan fe del avance del Caos, mientras leía me llegué a preguntar si no sería un juego del autor con sus lectores, un guiño a la araña que camina entre el texto, que «corrige», añade y cambia pequeños detalles. No lo sé, porque tampoco se hace ninguna referencia a ello, pero desde luego, sería la forma de perdonar una edición un tanto deficiente.

¿Me ha gustado? ¿La verdad? Al final, sí. Pero es cierto que me queda la sensación de haberme perdido una gran cantidad de niveles de la lectura, un buen número de capas y significados que se me escapaban mientras leía, falto de las claves que me hubieran dado la llave del significado de tanto símbolo oculto en el texto. Es este, sin duda, un libro muy denso y el lector tiene que estar muy atento a todos los giros y a todas las referencias veladas.

Como pura aventura se trata de un «simple» viaje iniciático ―varios viajes, en realidad―, de búsqueda en pos de respuestas y salvación, en que varios personajes deben encontrarse entre ellos y a sí mismos, mientras el Caos devora el tiempo y el universo ―o los escasos restos de la Tierra que quedan en él―; el problema de inicio es que en la larga primera parte de introducción, de posicionamiento de los personajes, hay demasiados momentos de transición, de repetidos paisajes y escenarios que no suman demasiado a la acción, hay un exceso de situaciones que demoran el relato, rebajando el sentimiento de urgencia que el fin de toda existencia debiera conllevar. La escritura peca de un ritmo irregular, demasiado lento en ocasiones para luego, llegados por fin a la parte de la resolución, acelerar las revelaciones y la acción, con excesivas casualidades y un par de soluciones sacadas de la manga del autor...

Así que debe haber algo más que la simple aventura, y lo hay, sin duda, pero hay que bucear para encontrarlo. La Ciudad al final del tiempo es un libro enigmático, algo árido mientras se está leyendo, pero que mejora en el recuerdo conforme se asienta el poso de la mente una vez terminada su lectura y la reflexión va dando paso a ciertas deducciones ―acertadas o no― y se obtiene una imagen más global de lo que el autor estaba intentando transmitir. Es sin duda un libro mejor a posteriori que mientras se está caminando a través de él.

Y aunque me parece una «trampa», ―porque un libro tiene que defenderse por si mismo―, comentar que se han creado varias páginas en la red ―basta teclear en el buscador el título inglés de la novela― para quien quiera profundizar en lo narrado o simplemente quiera informarse un poco antes de decidirse a leerlo.


martes, 23 de noviembre de 2010

Reseña: Flash. Renacimiento

Flash: Renacimiento.

Guión: Geoff Johns.

Dibujo: Ethan Van Sciver.

Reseña de: Alb Oliver.

Planeta de Agostini. DC comics. Barcelona, 2010. Título original: Flash: Rebirth # 1 – USA. 160 páginas. Color.

Repetimos tándem creativo respecto a Green Lantern: Renacimiento para devolver al universo DC a uno de sus personajes insignia de la Silver age, Barry Allen como The Flash. Nuevamente aviso de que quizá alguna parte del presente texto, podría contener algún spoiler, y no está de más avisarlo, porque aunque si a alguien le interesa el Universo DC ya habrá visto el protagonismo de Barry en La Noche más Oscura y su aparición en Crisis Final, su regreso es bastante reciente.

Haciendo un poco de historia, Barry Allen era natural de Central City, y miembro de la policía científica, lo que hoy llamaríamos un CSI. Considerado por sus compañeros como el hombre más lento del mundo, esto es así hasta que un rayo le alcanza vertiendo productos químicos sobre su cuerpo, haciéndole convertirse en Flash, el relámpago humano. Durante sus últimas andanzas como Flash, fue acusado de romperle el cuello al Profesor Zoom, el Flash reverso, tras creer que había asesinado a su esposa, Iris West. Tras su juicio, Barry viajó al futuro, de donde era originaria su esposa, que seguía viva, para formar una familia. Tras un tiempo, tuvo que volver al pasado para ayudar a sus compañeros ante una grave amenaza, sólo para morir a manos del Anti-Monitor en el clásico Crisis en Tierras Infinitas.

Como pasara con otros superhéroes que desaparecieron, Flash tuvo sustitutos, el hasta ahora Flash actual, Wally West, sobrino suyo y sidekick, tuvo que tomar su manto, siendo el que los lectores más jóvenes asocian con la identidad del velocista. También comparte nombre con Jay Garrick, el personaje original de la Golden age, ahora que la continuidad de DC cómics ha añadido esa etapa a su cronología, y tenemos un nuevo Kid Flash, como ya lo fuera Wally West en su juventud, me refiero a Bart Allen, anteriormente Impulso, nieto de Barry que viajó en el tiempo para ser entrenado por Wally.

Aunque la muerte de Barry en su inicio fue decidida porque se consideró al personaje poco comercial, la “familia” Flash ha crecido, y el hecho de que una de las preguntas más oídas entre los fans de DC haya sido “¿Para cuándo el regreso de Barry Allen?” hizo que finalmente lo devolvieran a la viñeta.

Por segunda vez al encargarse de un personaje ya mítico, Geoff Johns no busca una excusa inverosímil para hacer regresar al velocista escarlata. Siguiendo los títulos relacionados con Wally o Bart, descubrimos que Barry no murió realmente, sino que al alcanzar una determinada velocidad intentando salvar el multiverso, Barry fue arrastrado a lo que se llama “la fuerza de la velocidad”, descrita como lo que proporciona a los velocistas su poder. Poco a poco descubrimos que Jay Garrick era superveloz por su metagén (lo que sería el equivalente a los mutantes en Marvel cómics), pero al unirse a la fuerza de la velocidad, vio como podía sobrepasar sus límites.

Durante Crisis Infinita, para detener a Superboy Prime, los “Flash” lo arrastraron a la fuerza de la velocidad, en una viñeta en la que vemos a Barry y otros velocistas atrapados ayudándoles a contenerlo, para finalmente ser destruida. Wally desapareció, y Bart tuvo que tomar el manto, para descubrir durante esos números que no había sido destruida, sino que Bart la había absorbido, convirtiéndose en el más rápido que hubiera existido.

Es en este tomo en el que descubrimos qué es realmente la fuerza que une a todos los velocistas, y nos hacemos a la idea del cómo y el porqué del regreso de Barry. Otra vez, parece que los planes de Geoff Johns no acababan aquí, pues posteriormente algunos de los elementos que aparecen son utilizados en el resto de cómics relacionados con los velocistas.

La idea del regreso me gusta, vemos a un Barry Allen que antaño vivía la vida al ritmo de los demás, sintiéndose ralentizado, y sabiendo que algo no funciona bien. Otra vez pasamos de combates inútiles, para centrarnos en la psicología de los personajes, viendo el contraste entre su pesimismo y la alegría que despierta en algunos su regreso.

Como es lógico en el mismo tomo se cierra este arco inicial, explicando las manipulaciones de un viejo enemigo para el regreso, y las consecuencias que esperaba que tuviera. Tenemos guiños como el encuentro con Hal Jordan en el “Museo Flash”, donde intenta ponerse al día de todo lo que ha ocurrido en su vida, y homenajeando la relación de amistad que ambos compartieron en la Liga de la Justicia. También vemos el enfado de Bart, al notar algo raro en su abuelo, y enfadado porque fuera el quien regresase y no su mentor, Max Mercury, también atrapado en la fuerza de la velocidad.

Cada encuentro que Barry tiene, tiene el punto de ironía que Geoff Johns ya demostró en Green Lantern Renacimiento, dando diálogos que nos devuelven la actitud que se hizo característica del personaje, de sacrificio y esperanza, mientras también encuentras escenas cómicas como cuando Supermán le persigue diciendo que anteriormente ya había sido tan rápido como él, a lo que le contesta “Clark, eso era por motivos benéficos”, dejando al hombre de acero atrás. Tenemos una historia que aparte de mantener intriga, nos desvela una nueva visión sobre los velocistas, convirtiéndola en un ejemplar imprescindible para los fans.

En cuanto al dibujo, vuelvo a elogiar la labor de Van Sciver, repitiendo un trabajo detallado y pulcro, que recuerda gratamente a la estética de las mejores etapas de los autores de Flash. Es de notar la diferencia entre Green Lantern Renacimiento y éste, pasando de la oscuridad a la luminosidad, siendo un gran acierto su elección para este trabajo.

En cuanto a la importancia de Barry Allen dentro de DC cómics, se podría decir que es mucha, por ejemplo en la serie de acción real The Flash, emitida en España durante la década de los 90, se le eligió a él para ser el personaje, aunque por esa época Wally West ya llevaba bastante tiempo siendo su sucesor, no así en la serie de animación de La Liga de la Justicia, pero sí en un capítulo de Batman, The Brave and the Bold, en el que narran una situación alternativa a su desaparición y regreso.

Honestidad, esperanza, y lógica, convirtieron a Barry en un personaje mítico, incluso cuando era recordado dentro de alguna publicación de DC, por lo que esperemos que su regreso siga ampliando su leyenda.

==

Reseñas relacionadas:

Green Lantern: Renacimiento.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Reseña: Green Lantern. Renacimiento

Green Lantern: Renacimiento.

Guión: Geoff Johns.

Dibujo y entintado: Ethan Van Sciver.

Reseña de: Alb Oliver.

Planeta de Agostini. DC comics. Barcelona, 2006. Título original: Green Lantern: Rebirth # 1 – 6 USA .176 páginas. Color.

Aviso que aunque todo lo que voy a comentar ya ha sido publicado, incluso unos años atrás, algunos datos podrían ser considerados “spoiler”.

Para mí Green Lantern siempre ha sido uno de mis personajes favoritos. La idea del personaje me encanta, un tipo al que un anillo (el arma más poderosa del universo) elegía como portador debido a su fuerza de voluntad, y que desde ese momento podía utilizarlo como herramienta para materializar los constructos en los que pensara. Aparte le servía de traductor, le permitía volar, y le protegía tanto en el espacio, como de los ataques de sus enemigos. No se le puede pedir más a un anillo.

El volumen Renacimiento, nos relata el regreso de Hal Jordan, pero tal vez habría que explicar brevemente de dónde y en qué circunstancias vuelve.

Todo empieza con Hal Jordan, piloto de pruebas, mujeriego y vividor, siendo seleccionado por un anillo, pues al morir su dueño éste elige a su nuevo propietario buscando al ser más cercano que no tema enfrentarse al miedo. Tras años de andanzas, Coast City, su ciudad de origen, junto con sus habitantes, es destruida por Mongul, un déspota interplanetario, lo que supuestamente lleva a Hal a la locura. En este periodo, Hal asume la identidad de Parallax, y en Hora Cero, una de las grandes sagas de DC, planea eliminar la realidad para hacer resurgir los mundos que se fusionaron en el anterior crossover, Crisis en Tierras Infinitas, siendo detenido por su mejor amigo, Green Arrow. Tras esto, y habiendo cometido genocidios a lo largo del universo, durante otra gran saga, La noche final, Hal se redime al sacrificarse para derrotar a un enemigo que había apagado el Sol. Finalmente, durante otra gran trama dentro del universo DC, El Día del Juicio, el alma de Hal fue la encargada de unirse al Espectro, el espíritu de la venganza de Dios, en una lucha por recobrar su vida expiando sus pecados.

Desconozco si todo fue planeado desde el principio, pero de una forma u otra, desde su caída, Hal Jordan ha estado involucrado en casi todos los grandes eventos de DC cómics, incluso en el crossover con Marvel, JLA/Vengadores, teniendo un papel estelar al final de dicho evento. Esto nos lleva al cómic que paso a comentar, el cual también tiene que ver con los posteriores eventos de la editorial, La Guerra de los Sinestro Corps, y actualmente con La Noche más Oscura. Si te pones a unir las piezas, puedes ver un gran puzzle en el que han hilado todo de forma que podrías considerar a Hal responsable de todas las sagas recientes.

REBIRTH

Encontramos un cómic que nos devuelve a un héroe, no con las típicas soluciones de “era un clon, un robot, o un gemelo malvado”. Como ya he dicho, el personaje no desapareció sin más, sino que multitud de autores jugaron con él durante mucho tiempo. Geoff Johns consigue dar una explicación lógica a todo lo acontecido, logrando en todo momento dar la sensación de que cualquier cosa que ocurra, va a ser más sorprendente que la anterior. Contamos con la presencia de varios grupos de héroes, como la Liga y la Sociedad de la Justicia, los Green Lantern Corps, y villanos típicos de las primeras historias del personaje, como Sinestro o Mano Negra (ambos con roles importantes en las siguientes sagas), y sin embargo no es un cómic en el que se da el típico intercambio de golpes sin sentido entre personajes, sin abandonar el tono de superhéroes..

Johns comienza el cómic como si de una historia detectivesca se tratara, dando pistas en los sucesos que van sucediéndose, en los que Hal, todavía imbuido por poder del Espectro, parece ser el responsable. Desde que Hal desempeña el rol de vengador divino, varios personajes, como Batman o algunos miembros de la Sociedad de la Justicia, se han mostrado fríos con él, considerándole responsable de los actos que realizó, para poco a poco ir creando una situación final en la que por fin, podemos volver a verle con el uniforme del cuerpo con el que juró luchar contra el mal.

Lo que fue atribuido a locura, ahora es desvelado como algo muy diferente, no la simple excusa que se da en multitud de cómics, sino algo que reelaborado se utiliza posteriormente en los cómics de los Green Lantern Corps, eximiendo así a nuestro héroe de la culpa que sentía.

A lo largo del cómic, se va reflejando la lucha interna que tiene, entre el negarse a cumplir los castigos que le obliga el manto del Espectro, y su lado de Parallax intentando tomar el control. Se nos muestra el lado humano de Hal, lamentándose por todo lo que perdió, incluido su amor, Carol Ferris, mientras vemos como sus antiguos aliados van cercándole. Una vez se dispone a tomarse de manera personal el dar fin a la situación, tenemos una viñeta que resultará recordada, Batman siendo golpeado por Hal al interponerse entre él y lo que considera el momento de dar solución a los problemas que ha sufrido durante todos estos años. Alguno podría preguntarse qué tiene esto de especial, pero seguramente es porque desconocerá un número ya mítico de la Liga de la Justicia de Giffen y DeMatteis, en el que es el caballero oscuro el que tumba de un puñetazo a Guy Gardner, miembro de los Green Lantern Corps y sustituto de Jordan, resultando especialmente cómico ver a Gardner aplaudiéndole a Hal tal acto.

Descubrimos que todo el recelo que Batman ha tenido sobre el retorno de Hal Jordan viene dado porque simplemente no le gustaba, dado que para un héroe cuya fuerza se basa en el miedo que produce en la gente, un hombre sin miedo es algo que le incomoda, algo que nuevamente hace que el interés por este cómic aumente.

A esto se le pueden sumar otras viñetas para el recuerdo, como la presentación “oficial” entre Hal y Kyle Rayner (su más reciente sucesor), o Green Arrow sufriendo dolor al intentar usar un anillo de poder forzando su voluntad.

Con todo esto, Johns no nos trae solo de vuelta a un héroe, sino que hace resurgir el cuerpo de Green Lanterns, dado que es el personaje que mejor refleja los ideales que representan.

Ethan Van Sciver, el encargado de dibujarlo, hace un gran trabajo, encontrando cada viñeta espléndidamente dibujada, y con detalles muy mimados. Por ejemplo esto se puede apreciar en la textura de la piel de Kilowog, un alienígena miembro de los Green Lantern, con rasgos de criatura marina, que pocas veces ha gozado de tanto esmero en ser dibujado. Es de un estilo muy serio, que encaja perfectamente con la sobriedad de la historia, lo que termina convirtiendo el cómic en una lectura muy recomendable.

Ya hay anunciada una película de acción real del personaje, de la que solo se sabe que será estrenada en 2011, por parte de Warner Bros, y con Ryan Reynolds como el gladiador esmeralda. Recientemente se lanzó a la venta, Green Lantern First Flight la película de animación que nos cuenta una versión del origen de Hal Jordan, bastante fiel a la trama de “Amanecer Esmeralda” y de la que posiblemente no se aleje mucho la ansiada película con actores reales. Quienes hayan seguido series de animación como The Batman o Justice League Unlimited, ya habrán podido ver la versión animada de Hal, así como en la película también de animación, DC The New Frontier.

Tanto como si conoces al personaje, o no eres iniciado en el mundo de los Corps, éste sería el cómic indicado para ponerte al día, sin olvidar que la actual La Noche más Oscura puede ganar algo de significado si atiendes a los detalles, y te explican la mayoría de eventos que han ido ocurriendo estos últimos años.

Para finalizar, solo quedaría el juramento del cuerpo,

In brightest day, in blackest night, no evil shall escape my sight, let those who worship evil’s might, beware my power, the light of the Green Lantern”

==

Reseñas relacionadas:

Flash: Renacimiento


jueves, 18 de noviembre de 2010

Reseña: Johnny y los muertos

Johnny y los muertos.
Una aventura de Johnny Maxwell.

Terry Pratchett.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Timunmas. Barcelona, 2010. Título original: Johnny and the Dead. Traducción: Albert Vitó i Godina. 191 páginas.

Segundo libro que Pratchett dedicara en la década de los 90 del siglo pasado a las aventuras de Johnny Maxwell tras Sólo tú puedes salvar a la Humanidad; aunque haya sido publicado en tercer lugar por la editorial, lo cierto es que se trata de tres novelas totalmente independientes, con escaso ―casi nulo― contacto entre sí más allá de compartir los protagonistas de las historias, la pandilla de Johnny, y que su orden de lectura por tanto se hace en la práctica casi indiferente. Cuando comienza esta entrega, el hogar de Johnny, un niño de doce años un tanto especial y con bastante imaginación, sigue pasando problemas, su padre se ha marchado, y su madre y él han ido a vivir con su abuelo, un hombre cuyo único interés parece ser ver la televisión sin moverse en exceso de su butaca.

En esta ocasión, mientras ataja por un viejo cementerio casi abandonado descubrirá que tiene la «habilidad» de ver y comunicarse con los muertos ―a los que no les gusta que les llamen fantasmas ni espíritus―. No es algo que le ilusione especialmente, ni siquiera algo que haya deseado nunca, pero ya que lo hace no puede evitar preocuparse por ellos y sus «necesidades». Sobre todo porque corre el rumor, y los muertos se van a enterar a través de él, de que el cementerio va a ser vendido por una cantidad irrisoria de dinero ―cinco centavos― y van a construir sobre él un nuevo y moderno complejo de oficinas. Pero entonces, ¿dónde van a ir ahora los muertos? ¿Qué se va a hacer con sus cuerpos?

Jugando de forma irónica con toda la temática algo macabra de los muertos ―y el situar el clímax de la obra, el día (o la noche) de Halloween, es enormemente simbólico, igualmente que las referencias cinematográficas a los zombies o al baile de Michael Jackson en Thriller―, Pratchett factura una divertida historia posicionándose contra la feroz especulación inmobiliaria. En este caso, el Ayuntamiento local escudará su decisión de vender los terrenos tras la excusa de que el cementerio está desfasado y que es un lugar prácticamente en ruinas de muy costoso mantenimiento que nadie, salvo una vieja loca, visita, y que la nueva construcción no traerá sino trabajo y prosperidad a la zona. Pero, ¿no merecerá la pena conservarlo aunque solo sea por su valor histórico? ¿No merece la pena guardar los lugares del recuerdo? Concienciado, Johnny intentará encontrar entre sus «residentes» a algún ciudadano famoso enterrado allí por el que mereciera salvar el lugar, un muerto insigne que hiciera que el público se interesase por el tema e impidiese cumplir los planes del Ayuntamiento y la empresa constructora, la Sociedad de Propiedades Amalgamadas Mancomunadas. Así, sacará a la luz hechos del pasado de la ciudad como la triste historia del batallón de Amigos de Blackbury y será testigo de su emocionante colofón. Sin embargo sabe que eso no es suficiente.

Algo desesperado, buscará la ayuda de sus amigos que, aunque piensan que está un tanto loco, no dudarán demasiado en apoyarle en su causa. Así, entre un humor con cierto toque «negro» ―aunque siempre amable― en esta ocasión, que lleva la sátira a su máxima expresión, los compañeros se enfrentarán a la trama inmobiliaria consiguiendo implicar a la gente que les rodea para salvar el lugar de descanso de los olvidados muertos. No obstante, una vez que estos han probado de nuevo las mieles de la comunicación con los vivos ―aunque tan solo sea a través de Johnny― y disfrutado de una inesperada libertad, ¿van a resignarse a seguir encerrados en los límites del viejo cementerio esperando resignados hasta el Día del Juicio? ¿O quizá tengan ideas propias sobre cómo debiera ser su futuro a partir de entonces?

Como es habitual en Pratchett la locura se desata, los juegos de palabras se suceden, y las sonrisas están garantizadas. Es este seguramente el más sencillo de los tres libros de las aventuras de Johnny Maxwell, se antoja menos elaborado y más simple; y es que si en el anterior libro el muchacho tenía que enfrentarse al exterminio de una raza alienígena en una aventura de escala galáctica, aquí todo es mucho más local, más próximo, lo cual no significa en absoluto que el libro no sea francamente disfrutable. Johnny y los muertos es una historia del barrio, más intimista y personal, menos grandilocuente y con unas consecuencias de aplicación mucho más mundanas, aunque terriblemente importantes para los que se ven envueltos en ellas. El contenido social sigue presente, sobre todo en el retrato de las familias del protagonista y de sus amigos, y en el ataque despiadado contra el tipo de sociedad que ya se estaba fraguando a finales del siglo pasado, con tiburones financieros solo interesados en sus beneficios económicos que no dudarán en perpetrar cualquier acción para lograr sus metas. Es remarcable la sencillez con que consigue Pratchett ponerlo todo bajo la mirada de un niño de doce años transmitiendo una lectura tan lúcida, entretenida, aventurera y didáctica a un tiempo.

Dentro de lo directo del mensaje, destinado a ese público preadolescente, y debido a la existencia de varias capas de significado sumergido, se pueden rastrear otro buen número de ideas interesantes, desde el evidente amor por la Historia o al alegato a tender puentes de comunicación y comprensión entre jóvenes y adultos que transmite el texto a esos otros temas personificados de cierta forma en alguno de los muertos, desde la sufragista luchadora por los derechos de las mujeresen pos de la igualdad al «inventor» pariente lejano de Albert Einstein que muestra la importancia de la ciencia o al viejo soldado con su mensaje anti belicista pero pleno de compañerismo ―del que también hay mucho en los amigos de Johnny―...

Pratchett parece abogar por la obtención del ―difícil― equilibrio entre la preservación del pasado y la implantación de los innegablemente beneficiosos avances del progreso, del que en ningún momento reniega, sino que tan solo intenta denunciar sus consecuencias más negativas, destructivas y deshumanizadoras: De nada sirve avanzar hacia un «brillante» futuro si se pierde la memoria del pasado por el camino.

El «pero» de la novela quizá sea la falta de profundidad de la gran mayoría de sus personajes, los vivos y los muertos. Más allá de la caracterización de Johnny como un inquieto e intuitivo niño de doce años con problemas familiares que le llevan a creer que el mundo está contra él pero afronta con valentía el futuro, el resto de protagonistas se limitan a cumplir con su papel de arquetipos que le dan la réplica necesaria. Ahí están sus amigos de la pandilla: Bigmac el cabeza rapada, el Cojo el gordito introvertido y el Serio el negrito inconformista... Abusa así Pratchett de los tópicos, quizá deseando que nada distraiga la atención del mensaje para los preadolescentes que son su público objetivo, y lo cierto es que se echa de menos en ciertos momentos algo más de profundidad.

Johnny y los muertos es una divertida lectura, con entidad propia y casi independiente del resto de la serie ―no hace falta haberse leído el anterior para disfrutarlo en toda su extensión―, con un humor negro irónicamente refrescante, con una inesperada ternura cuando los focos recaen sobre los muertos; es un libro destinado en esta ocasión a un público muy joven pero que puede ser igualmente disfrutado por los adultos ―quienes también podrán sacar de él interesantes moralejas más allá de su trama juvenil― y si bien se podría alegar algo contra el ciertamente demasiado apresurado ―y algo mafioso― desenlace, hay que remarcar precisamente esa condición de novela juvenil de la obra y la orientación siempre satírica de la prosa del autor para justificarlo. Tal vez no se encuentre a la misma altura que las novelas, mucho más elaboradas, englobadas en su universo del Mundodisco, pero sin duda es una obra muy agradable y entretenida como para pasar una buena tarde con ella, algo a lo que sin duda su brevedad ayuda.

==

Reseñas de otras obras del autor:


Pies de barro. Una novela de Mundodisco.

Papá Puerco. Una novela de Mundodisco.

¡Voto a bríos! Una novela de Mundodisco.

Carpe jugulum. Una novela de Mundodisco.

El último héroe. Una fábula del Mundodisco.

Nación.

Sólo tú puedes salvar a la Humanidad. Johnny Maxwell 1.

Johnny y la bomba. Una aventura de Johnny Maxwell.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Reseña: La casa de los mil pasillos

La casa de los mil pasillos.
Diana Wynne Jones.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Nocturna ediciones. Col. Literatura Mágica. Madrid, 2010. Título original: House of Many Ways. Traducción: Gema Moraleda. 325 páginas.

Situada en el mismo mundo mágico de El castillo ambulante y de El castillo en el cielo, con los que comparte alguno de los personajes, La casa de los mil pasillos comienza cuando la adolescente Charmain Baker es enviada por su rígida tía abuela a cuidar la casa de su tío abuelo William, el mago Norland, aquejado por una enfermedad que solo los elfos pueden curar para lo que han de llevárselo a sus tierras. Enseguida Charmain, que ha sido criada por su familia ―sobre todo por su madre― en un ambiente extremadamente protegido y respetable, sin ningún contacto en absoluto con la magia, sin saber realizar ni la más mínima tarea doméstica y cuyo único anhelo parece ser que la dejen tranquila con sus amados libros, se dará cuenta que la casa es muy especial, un nexo en el espacio y el tiempo en el que es muy fácil perderse si no se siguen correctamente las instrucciones. La tarea de la joven será ordenar el terrible desorden en que, por su enfermedad, el mago ha dejado toda la vivienda, con sacos de ropa sucia apareciendo por doquier, y de cuidar a Waif, un perrito abandonado que el anciano había recogido recientemente y que le deparara algunas sorpresas. La recién estrenada independencia, lejos de las cadenas maternas, animará a Charmain a solicitar, sin demasiadas esperanzas de conseguirlo, un puesto de ayudante en la Biblioteca Real dado su amor por los libros.

Sin embargo, la llegada inesperada de un joven, Peter Regis, que se presenta como el nuevo aprendiz del mago no contribuirá precisamente a simplificar la situación, antes bien al contrario, añadirá un nuevo punto de tensión en la protagonista. El que Peter ejecute todos sus hechizos a la perfección pero siempre tengan resultados negativos o que confunda continuamente la izquierda y la derecha ―algo básico para encontrar el pasillo correcto dentro de la casa― no va a ayudar precisamente al correcto funcionamiento de las cosas. Si a la ecuación se añade a la familia real que se encuentra buscando la solución a sus problemas financieros, al mago Howl, su esposa Sophie y su hijo Morgan, al demonio de fuego Calcifer, a un ambicioso y muy cruel lubbock, a unos enojados kobolds que no dudarán en ponerse en huelga ante lo que juzgan un comportamiento humillante, una conspiración para hacerse con el trono, y a otra serie de personajes igualmente sorprendentes, la diversión está servida y las sonrisas garantizadas.

Escribe la autora un humor «blanco» realmente refrescante, nacido de la situación y del enredo, sin dobles sentidos, sin hacer sangre. Los desastres se van acumulando cuando los jóvenes intentan realizar las más «sencillas» tareas de la casa como limpiar los platos o hacer la colada. La virtud de Jones es conseguir hacer interesante y adictiva un tipo de historia tan cercana y mundana, no hay épica no hay batallas ni grandes enfrentamientos, aunque sí heroísmo ―un heroísmo nacido del valor cercano, de enfrentarse a los miedos diarios y superarlos para vivir a gusto con la conciencia de cada uno―; hay monstruos y mucha magia, pero no es una magia de grandes explosiones sino de las pequeñas cosas como hacer funcionar las cañerías de la casa o hacer aparecer el desayuno en una mesita por las mañanas. Una magia que facilita la vida pero puede causar también grandes trastornos.

La autora hace gala de una prosa que transmite una sensación de arcaísmo, de clasicismo formal, partiendo de los títulos de cada capítulo y siguiendo por el desarrollo de cada uno de ellos, consiguiendo sin embargo integrar de manera espectacular la magia, la acción y el retrato casi costumbrista de esa sociedad de corte fantástico en la que sitúa su historia. No hay nada de artificial ni estridente en su forma de escribir, sino que las situaciones fluyen, por muy sorprendentes que sean, de una forma totalmente armoniosa, de modo que el lector sigue las peripecias con agrado, totalmente inmerso en la lectura, sin escollos que le saquen de la misma, lo que no significa que no existan unas cuantas sorpresas que dan interés a la narración.

La novela presenta a unos personajes que se ven superados por las circunstancias ―aunque tan solo sean unas cañerías congeladas― y que, sin embargo, no se rinden ante ellas, superándose a cada momento enfrentándose a los retos que se les presentan con determinación y sin miedo al fracaso. El personaje de Peter es paradigmático de ello: sabe que todos sus hechizos, por muy bien realizados que estén, van a terminar en desastre, y sin embargo no ceja en su empeño de convertirse en mago, esforzándose por mejorar y cambiar las cosas. Al mismo tiempo tiene la paciencia de convivir con la «inutilidad» de Charmain, ayudando en las tareas caseras de aquella, intentando poner orden en la casa, asumiéndolas como algo propio ―a pesar de que la joven le deja solo en la casa durante el día para emprender sin consulta, ni permiso, otro trabajo que le resulta más grato que la sumergirá en el mundillo de la alta política real―, y guiándola en ese mundo nuevo, aunque propiciando por su poca fortuna otras serie de divertidas catástrofes.

La casa de los mil pasillos, como buena novela juvenil, hace que sus protagonistas principales, Charmain y Peter, se enfrenten al reto de su futuro, del crecer y decidir lo que van a hacer con sus vidas, del intentar conciliar sus sueños con la realidad de su día a día. Así, Charmain, que hasta ese momento ha vivido entre algodones y que a pesar de su enorme amor por los libros no ha sacado de estos ningún conocimiento de aplicación práctica en las tareas cotidianas, en la casa de su tío abuelo va a descubrir que la libertad que le supone su estancia allí viene acompañada de unas obligaciones para las que no está en absoluto preparada; pero con su fuerza interior y su decisión, y bastante ayuda externa, asumirá su nuevo estatus y encarará el porvenir con unas energías que incluso ella desconocía. Y a través de sus peripecias aprenderá a cuidar de sí misma, a realizar las tareas que hasta entonces otros debían hacer para ella, y comprenderá que pedir ayuda nunca está de más cuando las circunstancias la superan.

La dicotomía entre el mundo de la casa del anciano mago y la del palacio de la familia real está perfectamente retratada, con el desorden de uno enfrentado a la impoluta limpieza del otro. Consigue Jones hacerlos atractivos y emocionantes por igual, logrando que la mezcla resulte extrañamente auténtico en un ambiente dominado por la magia, donde basta golpear la vetusta chimenea para que aparezca la comida de la perrita o donde el tejado del palacio tiene la apariencia de ser de oro gracias a un antiquísimo hechizo. Es este, no cabe duda, un mundo de fantasía, pero lo verdaderamente importante en él son los personajes que lo pueblan y esos son perfectamente humanos y cercanos, con los que es muy fácil empatizar y encariñarse de ellos.

Y si en algo destaca la novela es en el citado humor amable y simpático. No es un humor de chiste, de sketch ni, seguramente, de carcajada; sino algo mucho más elaborado, cual comedia alocada de enredo, donde la sonrisa surge de la situación creada, del embrollo en que se ven envueltos los participantes, de la anticipación que supone saber cómo van a terminar muchas de las escenas planteadas o de las consecuencias que van a provocar las acciones de Charmain sobre el entorno que la rodea ―una pastilla de jabón en la chimenea, ropa de color en la colada...―. Es un humor, además, universal, que no necesita referencias externas para ser disfrutado ni entendido, ni resulta en ningún momento ridículo.

Obviamente, por temática, estructura y desarrollo, La casa de los mil pasillos es un elaborado «cuento» destinado a los que están abandonando la infancia, aunque sin duda los jóvenes y adultos puedan sacar de él valiosas lecciones para la vida mientras disfrutan de un agradable tiempo de lectura. Puede que a algunos desagrade el tono de fábula, la cadencia o la cercanía de una prosa que da, quizá, demasiadas cosas «mascadas» para su debida comprensión, o la falta de matices de gris en la catadura moral de los personajes ―los hay buenos y malos, y pocos más―; sin embargo, sinceramente a veces es bueno disfrutar de una historia sin dobleces, segundas lecturas, ni terribles dilemas; una historia donde el lector ya sabe que los «buenos» sufrirán, pero terminarán alzándose con la victoria al final.

La edición de la novela por parte de Nocturna ediciones es realmente agradable, con una presentación atractiva en su sencillez que ayuda en la fluidez de la lectura, con una traducción agradable y correcta que colabora a que la experiencia sea sumamente placentera. Si se disfrutó de, sobre todo, El castillo ambulante ―el libro, que no la película― y quizá en menor medida ―por tener muchos menos puntos en común― de El castillo en el aire seguro que La casa de los mil pasillos no defraudará. Y es que siempre es grato, mientras se hacen nuevos amigos, reencontrarse con los viejos conocidos aunque sea en papeles secundarios. Una pequeña delicia.

==

Reseña de otras obras de la autora: 

jueves, 11 de noviembre de 2010

Reseña: Necróparis

Necróparis.

Fernando Cámara.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

NGCficción! Col. Terror # 1. Madrid, 2010. 191 páginas.

Dani y Eva son un matrimonio español que todavía permanecen enamoradas tras años de convivencia y que han decidido celebrar su aniversario realizando un viaje a París dejando a sus hijos en casa; una nueva luna de miel, una oportunidad de redescubrirse, de recuperar viejas sensaciones y celebrar su amor. Sin embargo, a lo largo de tres días y, sobre todo, dos noches y pico su sueño parisino pronto ha de trocarse en pesadilla, sumergiéndolos en un universo de locura donde lo más inocente esconde una cruel amenaza, haciéndoles enfrentarse en medio de la irrealidad de la situación a aquellos secretos que incluso se ocultan a sí mismos. Desde la llegada al hotel, donde la habitación que les dan parece estar todavía ocupada, hasta los primeros paseos por las calles parisinas, con la presencia palpable de misteriosos personajes como la cambiante novia abandonada, el mago Mandrake en todo momento intuido aunque nunca presentado en primer plano y que domina los secretos de la hipnosis, el ilusionismo y el manejo de las marionetas, o ese ciclista que no cesa de aparecer ante su mirada de forma inopinada, la recepcionista con su inexplicada cicatriz o la limpiadora de rostro avejentado y cuerpo de infarto, los estudiantes revolucionarios o los mendigos que «vigilan» su deambular... una atmósfera de irreal amenaza se apodera del viaje.

Junto a todo ello destacan los escenarios, habitaciones fantasmales que parecen cambiar de visita en visita, pasillos ominosos, guardarropas interminables, maniquís en inquietantes exposiciones y la propia ciudad, con su recodos tantas veces retratados en el cine y la literatura y que de pronto adquieren una nueva dimensión, mucho más oscura del habitual retrato de la Ciudad de la Luz. Y es que precisamente, proviniendo el autor de donde proviene, las referencias cinematográficas son continuas e inevitables, desde las más evidentes hasta las más crípticas y el juego de guiños que se establece entre el autor y el lector es realmente otro de los atractivos de la novela, aunque algunos ―como esos maniquís que se mueven cuando nadie los mira y que recuerdan a ciertos «ángeles» del Doctor Who― se antoja quizá que rebasan el «homenaje» y entran de lleno en la polémica «intertextualidad».

Poco a poco, la pareja protagonista van a ir perdiendo sus propias referencias para adentrarse en un mundo con reglas nuevas, absurdas en muchos casos, inexplicables en otros, pero siempre inquietantes. El mapa de París ha cambiado, sus calles parecen moverse, el hotel en que se alojan no está siempre en su sitio; los vagabundos en sus esquinas son figuras ominosas y amenazantes que ocultan terribles secretos bajo sus andrajosas mantas; los paseantes se pierden siempre en barrios de mala fama, bajo la roja luz de los prostíbulos y su comercio de carne. La noche extiende sus sombras hasta el borde de la luz de las farolas y ni siquiera en el refugio de su habitación puede la pareja sentirse a salvo. El acierto de Cámara es la creación de la atmósfera general del relato, una tensión creciente que se ve interrumpida por breves momentos de descanso, de aparente felicidad que tan solo augura nuevas profundidades de desdichas; una sensación opresiva, de catástrofe inminente, de cruel inevitabilidad ante el desastre que se intuye cercano en el futuro.

Utiliza para ello el autor una prosa casi telegráfica, con frases breves, sin apenas sitio para las descripciones, directa, muy visual, tensa, a veces atropellada y acelerada, entrecortada, como las ráfagas de una réflex. Fotograma tras fotograma, clic, clic, imagen, imagen. Muy escueta, ágil y rápida, casi minimalista. Mezclando acción y reflexión, los recuerdos de lo que han dejado en España con los planes futuros, los anhelos con los desengaños, cambiando de protagonista cuando la escena lo requiere, con los diálogos integrados en los textos, sin guiones de apertura ―un recurso ya utilizado por McCarthy en La carretera― fundiendo lo que sucede y lo que se dice, un disparo más del obturador. Y mientras los protagonistas buscan impotentes una explicación para las cosas imposibles que les están sucediendo ―y el autor ofrece tentativamente varias para que sea el lector el que elija la que más le satisfaga o, incluso, se invente la que desee―, la historia adquiere una crescendo de tensión conforme las proporciones de los sucesos van adquiriendo una dimensión inesperada.

Página a página el lector no puede evitar contagiarse del desasosiego de Dani y Eva, compartir sus dudas y sus miedos, ante una situación que no terminan en momento alguno de entender. Son una pareja totalmente normal de turistas prototipo, con sus carencias y defectos, con sus formas de compenetrarse después de años de matrimonio, con el cariño adquirido por el roce, llenando cada uno los huecos del otro, perfectamente complementarios y muy humanos en el retrato que de ellos hace el autor. No pueden explicarse que les esté sucediendo todo aquello que están viviendo precisamente a ellos, que nunca han sacado un pie del tiesto, y se aferran a las cosas más mundanas para intentar no perder su asidero al mundo: las medicinas para la acidez, una figurita de Mazinguer Z, los billetes del avión...

Necróparis no es una novela de terror al uso, sino más bien una obra de tensión al estilo Hitchcock o Polanski con un toque kafkiano ―y es que aquí se encuentran muchos más elementos «fantásticos» que en las películas de aquellos―, donde prima la incertidumbre sobre el susto jugando con la psique de los protagonistas, con sus incertidumbres, temores y miedos para llevarlos hasta el límite y forzarlos a cruzarlo; con un París travestido que cambia por la noche, que se transforma en el monstruo de la película, que oculta sus tenebrosos secretos en una onírica atmósfera de misterio creando un temor en protagonistas y lectores de cara a lo que ha de venir. Donde los conocidos monumentos y atracciones se pervierten conforme la luz del día se retira y avanza el crepúsculo, y pasan de la diversión a la amenaza, donde todo el supuesto romanticismo de la capital francesa se troca en visceral repulsión, en frenética huida hacia adelante para tratar por todos los medios de volver a la «realidad» cotidiana lejos de la grotesca pesadilla en que el viaje ha convertido sus vidas.

Y mientras la locura se apodera del mundo el final se cierne con su batería de preguntas que tan solo el lector podrá contestarse a sí mismo. Las posibilidades son varias y ningún camino parece descartado. Adentrarse en las páginas de Necróparis es sumergirse en el mundo de la paranoia y la demencia, unas sensaciones de las que es difícil desprenderse al pasar la última página. Es inevitable mirar de otra manera a los transeúntes que se cruzan por la calle, a las novias que aparecen en lugares inesperados, a los ciclistas que se cruzan en las aceras... El desasosiego y la inquietud se instalan dentro del lector mientras dura la breve aventura ―son apenas 190 páginas que se leen en un inquieto visto y no visto― y permanece ahí una vez terminada. Además, como viene siendo habitual en los primeros títulos de esta muy joven editorial, la presentación del libro es muy agradable y atrayente, y acompaña en todo momento gratamente la experiencia lectora. Una buena elección para presentar su colección de Terror.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Reseña: El Año Mil

El Año Mil.

Georges Duby.


Reseña de: Amandil.

Gedisa. Barcelona, 1996. Título original: L'An mil. Traducción: Irene Agoff. 160 páginas.

Cuando se acercaba el año 2000 vivimos en nuestro avanzado y tecnológico mundo un curioso temor cuasi místico a la llegada del segundo milenio de la era cristiana. Ese miedo se condensó en lo que se llamó "el efecto dos mil", que consistía en temer que los ordenadores se colapsasen al ser incapaces de discernir por sí mismos que aquel doble cero (contabilizado por las dos últimas cifras del año -97,98,99,00-) era un salto temporal a 1900 o un error improcesable por sus microcerebros de silicio. En las fechas inmediatamente anteriores al año 2000 fuimos testigos de predicciones agoreras que aseguraban que la civilización moderna sucumbiría ante el fallo masivo e inevitable de millones de ordenadores de todo tipo (desde los humildes PC de casa hasta los complejos equipamientos encargados de controlar los silos nucleares y los sistemas de navegación de los aviones -o la antigua estación rusa MIR-).

Así que, para evitar ese Armagedón tecnológico, los gobiernos y las empresas se gastaron miles de millones de dólares en tratar de asegurar que los ordenadores no se volverían locos y que, el 1 de enero del año 2000 todos seguiríamos teniendo luz y agua caliente. Vivimos entonces algo parecido a lo que el pensamiento occidental asocia de un modo automático a los terrores que, análogamente, debieron sacudir a la Europa del año Mil. El miedo al inminente final de todas las cosas y al advenimiento del Anticristo como profetizó San Juan en el Apocalipsis como paso previo a la Parusía y al fin de la Historia.

El mundo sufrió en ese año 2000 una agitación absolutamente milenarista plagada de falsos apóstoles del desastre inminente, temores irracionales y, por qué no negarlo, un cierto grado de ese extraño temor místico a las fechas redondas y excepcionales (la próxima ese año 2012 que tan mal nos están pintando nuevamente).

Pero, cuando llegó el Año Mil ¿sucedió realmente algo parecido en la Cristiandad? ¿Barrió la menguada y extremadamente débil Europa una ola de furor místico y agorero semejante? ¿La población fue presa de un terror incrustado en la propia estructura social del momento?

Georges Duby (1919-1996), uno de los mayores medievalistas franceses del siglo XX, pretendió dar respuesta a estas preguntas acudiendo a las fuentes escritas que sobrevivieron hasta nuestros días y que, en 1967 (año de la publicación de este libro en Francia), estaban siendo estudiadas con un nuevo interés que superaba el abandono sistemático al que las había sometido la poderosa escuela historiográfica de los Annales. Era el momento de volver sobre los años que rodearon al Año Mil (en concreto el periodo que va del 970 al 1030) desde una perspectiva que abriese el estudio a las actitudes mentales y las representaciones de la psicología colectiva de esa época.

El autor era de la opinión de que la imagen oscura y retrógrada que la gran mayoría de la sociedad occidental tenía del periodo comprendido entre la caída de Roma y el surgimiento del Renacimiento respondía a una visión sesgada que surgió ya en el siglo XV y que se reforzaría en los años de la Ilustración y el surgir del mundo científico.

"Un pueblo aterrado por la inminencia del fin del mundo: esta imagen del Año Mil sigue viva aún en el espíritu de muchos hombres de cultura, pese a lo que escribieron, para destruirla, Marc Bloch, Henri Focillon o Edmon Pognon. Eso prueba que, en la conciencia colectiva de nuestra época, los esquemas milenaristas no han perdido su poder de seducción. Aquel espejismo histórico se instaló, pues, con toda facilidad en el universo mental dispuesto a acogerlo. La historiografía romántica lo heredó de ciertos historiadores y arqueólogos que en los siglos XVII y XVIII emprendieron la exploración científica de la Edad Media, época oscura, sojuzgada, madre de todas las supersticiones góticas que las Luces comenzaban entonces a disipar. Y, de hecho, es precisamente a finales del siglo XV, con los triunfos del nuevo humanismo, cuando aparece la primera descripción conocida de los terrores del Año Mil. El retrato refleja el desprecio que profesaba la joven cultura occidental por los siglos sombríos y toscos de los que procedía y de los que renegaba para mirar, más allá de este abismo de este abismo bárbaro, hacia la antigüedad, su modelo. En el centro de las tinieblas medievales, el Año Mil, antítesis del Renacimiento, ofrecía el espectáculo de la muerte y de la estúpida prosternación".

¿Cómo arrebatar al imaginario popular (¡e intelectual!) de nuestros días esa imagen de oscuridad? Duby optó en este libro en dar un paso acudiendo a las fuentes escritas que sobrevivieron a ese entorno del Año Mil, prestando atención a lo que los anales, las crónicas, las historias que fueron redactadas por aquella gente y que reflejaban fielmente sus puntos de vista. Esos autores sobre los que va a cargar la responsabilidad de "describir" el mundo que rodeó al Año Mil serán los mejores testigos de un época en la que la mermada Cristiandad (atrapada en unas fronteras diminutas y peligrosas) comenzará a cimentar la base de lo que será el progreso demográfico, económico y (sobre todo) cultural que eclosionará en el brillante siglo XIII.

Los escritos que nos han llegado casi completos de autores como el Papa Silvestre II (Geriberto de Aurillac), el obispo León Adalberón o los monjes Raoul Glaber (Cluny), Richer (de San Remigio de Reims), Thietmar (Sajonia) o Ademar de Chabannes, son citados por el autor para ilustrar con explicaciones y ejemplos los pequeños capítulos que van desgranando, con soltura y una cierta simpatía, la realidad de finales del siglo X y principios del siglo XI. El Sentido de la Historia, Los mecanismos mentales, Los prodigios del Milenario, Lo visible y lo invisible, La Nueva Alianza, dan título a capítulos que nos arrancan de esa visión oscura y tergiversada del pasado y nos muestran a las claras las actitudes, interpretaciones y valores que convirtieron a una limitada sociedad cuasi bárbara (el esplendor del reinado de Carlomagno ya era un destello olvidado) en una estructura feudal creciente y pujante.

En definitiva, El Año Mil, sin ser un libro de difusión histórica para el público en general, sí que permite desmontar el nucleo central de los argumentos que, todavía hoy, perviven en torno a la idea de una Edad Media confusa, oscura y decadente. No es una obra de divulgación sencilla y requiere de una mínima formación o conocimiento histórico previo pero, una vez superado ese obstáculo (nada que un buen manual de Historia Medieval no pueda lograr) se convierte en una completa guía a la hora de conocer y comprender la verdadera naturaleza de lo que supuso la llegada del Primer Milenario a la Cristiandad europea.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Reseña: Sobrenatural

Sobrenatural.

Eric Kripke / McG - Robert Singer.

Reseña de: Alb Oliver.

Aquí tenemos la típica serie que te comentan, ves unos cuántos capítulos y te acabas enganchando. En España conocida como Sobrenatural, Supernatural en la versión original, nos trae la historia de los hermanos Winchester, una pareja que nunca ha conocido una vida normal.

Dean (Jason Ackles) y su hermano Sam (Jared Padalecki), fueron entrenados desde su infancia para enfrentarse a seres sobrenaturales, bajo la consigna de que todo aquello a lo que tenían miedo era real. Todo comenzó cuando varios años atrás la madre de los protagonistas encontró un demonio al lado de la cuna de Sam y fue asesinada. A partir de ese momento, su padre consagró su vida a encontrarlo para poder vengarse, arrastrando a sus dos hijos a una vida de vagar por las carreteras de Estados Unidos luchando contra las fuerzas de la oscuridad..

Cuando conocemos a los personajes, descubrimos que Sam había discutido con su padre y se había alejado del “trabajo” de cazador. Queriendo tener una vida normal se encuentra a punto de matricularse en la universidad, cuando aparece su hermano Dean para comunicarle que su padre lleva un tiempo desaparecido y le pide ayuda para localizarlo. Ese es el comienzo de un cúmulo de situaciones que llevará a los dos hermanos a proseguir la caza que su padre inició.

Con Dean, vemos un joven que simboliza el espíritu rebelde, con una estética a lo James Dean y conduciendo un Chevrolet Impala del 67 negro que su progenitor le cedió. Poco a poco vamos viendo que su meta parece ser que su padre se sienta orgulloso de él, dejando de lado su faceta de tipo duro. Dean tiene la obsesión de complacerle con la promesa que le hizo de cuidar de Sam. La actitud de Dean es la del que pega primero y pregunta después, pero vamos descubriendo que su nivel de agudeza e ingenio es muy alto, no inteligente como su hermano, pero sí un hombre que ha aprendido de la vida. Dean tiene sus vicios, es un gran aficionado a los coches, la cerveza, y por supuesto las mujeres.

Sam por el contrario parece representar el lado lógico, bueno en el combate pero más hábil en la investigación. La decisión de querer llevar una vida normal le hizo alejarse de su familia, pero se mantiene fiel a ellos por lo que pasó cuando él apenas era un bebé. En muchas ocasiones duda de su misión, pero ya sea por la relación con su hermano o las circunstancias que lo empujan, no retrocede.

Lo que vamos viendo en la primera temporada es como una toma de contacto, en ella se ocupan de casos menores, por llamarlos de alguna forma, en los que se van dando pistas sobre lo que irá ocurriendo. Algunos de esos capítulos resultan curiosos, ya que se enfrentan a las típicas leyendas urbanas que hemos visto en diversos libros o películas. Conforme avanza la serie esta clase de capítulos va disminuyendo, centrándose en una trama principal por temporada. Poco a poco vamos viendo que las temporadas no son inconexas, sino que van siguiendo un plan maestro en el que los dos hermanos estaban involucrados sin saberlo desde el principio.

Lo que comienza como la caza del demonio que mató a su madre, al que bautizan como “el de los ojos amarillos” va acercando a los Winchester a una serie de eventos mayores, que sobrepasa todo a lo que se han ido enfrentando. Poco a poco nos va siendo revelado que lo ocurrido en su infancia no fue por casualidad, sino el detonante de algo mucho mayor que termina complicando aún más la historia. Todo llega a su clímax cuando conocen a representantes del Cielo y del Infierno para explicarles cual será su papel en el futuro.

A pesar de que vemos un fuerte vínculo entre ellos y parece que solo se necesitan el uno al otro para resolver las situaciones a las que se enfrentan, los Winchester no están solos en su lucha. Descubrimos una comunidad de cazadores, cuyo mejor representante es Bobby Singer (Jim Beaver). Para los hermanos, Bobby podría considerarse su segundo padre. Es el hombre al que recurrir si la cosa se complica o necesitan determinada información, pues por el afecto que siente por los chicos dejará todo por socorrerlos. Por otro lado, llegado su momento contarán con un aliado en las alturas, el ángel Caspiel (Misha Collins), que es enviado a la tierra para llevar a cabo una misión en la que entrará en conflicto con Dean.

¿Dónde reside el atractivo de esta serie? Como ya pasara con Buffy Cazavampiros, tenemos dos héroes que luchan contra las fuerzas demoníacas, pero rodeados de situaciones cómicas y diálogos ocurrentes. Desde luego no con el mismo nivel de sátira, pero encontramos gags que te hacen olvidar la triste situación que viven. Ejemplos de ello son los nombres que usan para hacerse pasar por cualquier tipo de agente de la ley, todos ellos nombres de músicos de rock (agente Bonn y agente Scott, agente Bruce y agente Dickinson…).

También vemos continuas referencias a series de temática parecida, como Expediente X (Dean llamando Scully a Sam) o la anteriormente nombrada, que enfrentaba a Sarah Michelle Gellar con tipos con colmillos que chupan sangre a la gente. De una forma u otra acaban siendo homenajeadas, haciendo guiños a los seguidores.

Otro elemento que resulta un punto humorístico es la adaptación de Caspiel al mundo humano, sin entender costumbres o tomándose al pie de la letra las palabras de los demás. Para situaciones surreales, tenemos a Trickster (Bromista) un ser que proporciona justicia mediante castigos que responden a la “justicia poética”, y que alterando la realidad a su alrededor pone más golpes cómicos en una serie en la que por su título daría para pensar que no tendrían cabida, pero aún así los tiene. Cada aparición del Trickster destaca por la forma en la que géneros son parodiados, dando toques diferentes y desenfadados a las tramas.

Otro de los aspectos que se deberían mencionar es el cómo adaptan mitos sobre criaturas. Retoman algunos como que el hierro es un metal que afecta a algunos seres místicos, o la plata a otro tipo de criaturas, pero sin embargo rechazan los medios de Bram Stoker para acabar con los vampiros, aceptando únicamente la decapitación. La lista de seres a los que se enfrentan, va aumentando progresivamente, desde los menores, como espectros, hombres-lobo o cambia-formas, hasta los más peligrosos, demonios o sus superiores en jerarquía. La serie muestra interés por brujería, rituales, o procedimientos para hacer tratos por almas, cogiendo siempre un poco del folclore popular, fácilmente reconocibles para cualquiera.

Resulta difícil sacarle aspectos negativos, porque tal cual ocurre en la serie House cuando Hugh Laurie dice en un brillante episodio: “No es Lupus, nunca es Lupus”, los guionistas hacen autocrítica en algunos de los episodios más divertidos, como cuando se comenta el hecho de que por sistema son derribados por sus enemigos y el arma que necesitan cae a varios metros de ellos.

He dicho que resulta difícil, pero no imposible. Desde mi opinión personal, la serie es bastante predecible, siempre tiene alguna sorpresa que no esperas, pero en ocasiones los clichés se multiplican hasta límites insospechados, y lamentablemente son repetidos posteriormente. Por otro lado, algunos capítulos de los que siguen la trama principal, parecen de relleno, y sectores entre sus seguidores echan de menos el estilo de la primera temporada, en la que simplemente iban de caso en caso.

Por último hay que comentar la banda sonora de la serie, todas las canciones son clásicos del heavy-rock o rock, encontrando joyas de AC/DC, Survivor, Bad Company, Rolling Stones, Poison… u otros estilos, como Barry White, Eric Clapton o Bob Dylan. Ya sea de fondo en una secuencia o el propio Dean escuchándolos en su Impala, los temas que aparecen encajan perfectamente en cada ocasión. Mención especial para la canción Carry on my wayward son de Kansas, que aparece en varios comienzos y finales de temporada y podría decirse que es la mejor elección posible.

Actualmente la serie se encuentra en su sexta temporada en Estados Unidos, en la que parece que se están abriendo muchas nuevas subtramas, por lo que sus seguidores esperamos con ansia el ver si nuevamente queda todo enlazado de forma magistral, o se están quedando sin ideas. También se está comentando que se está preparando una serie de animación, como se dijo con otras series como Reaper o Buffy Cazavampiros (de la que se llegó a hacer un metraje de cinco minutos del episodio piloto), lo que ha llevado a mucha gente a pensar que tal cual ocurrió con dichas series, pudiera encontrarse cerca del final.

En conclusión, es una serie que entretiene, dado que tiene de todo, humor, intriga, acción, suspense… A pesar de formar parte de una línea argumental mayor, casi todos los capítulos son autoconclusivos, y alternan los llamémoslos “serios” con los más relajados. Vemos personajes a los que han dedicado tiempo en construir, y rompen los estereotipos que representan dándonos sorpresas con las decisiones que toman, cambiando completamente los roles que se les suponen. En cuanto a las tramas, como ya he indicado previamente, aunque por un momento parezcan muertas, más adelante reviven y cobran más protagonismo del que pudiéramos esperar, todo esto mezclado con unos guiones que en pocas ocasiones lograrían aburrir.