El mago. Libro 2 de El caballero mago
Gene Wolfe.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Minotauro. Barcelona, 2007. Título original: The Knight: Book one of the Wizard Knight. Traducción: Miguel Antón. 559 páginas.
Antes que nada un aviso para caminantes: al ser esta novela que nos ocupa la continuación directa de El caballero es muy posible que se incluyan en este reseña hechos de la narración que destripen cosas sucedidas en la anterior, así que quien no quiera enterarse de ciertos detalles importantes para la trama quizá sería mejor que dejase la lectura de estas líneas para después de haber terminado de leer la primera entrega.
El mago retoma la acción casi en el mismo punto donde la dejara El caballero, tras el enfrentamiento entre Sir Able y el dragón Grengarm, la muerte y recogida por una valkiria de nuestro caballero y su ascenso a Skai, donde Valpadre lo acogerá entre sus huestes. En este libro la acción se va a dividir y bifurcar mucho más que en el anterior, donde casi era lineal, para seguir, además de a Sir Able, a un buen número de los personajes que se le habían ido uniendo en su largo periplo hasta conseguir la Espada Eterna, llevándose al principio la parte del león el encuentro – enfrentamiento entre las tropas y caballeros del rey y los gigantes de hielo del Norte, y la misión impuesta a Sir Able de custodiar un paso de montaña para enfrentarse a cualquier caballero que trate de franquearlo en una serie de episodios muy a lo Mallory en La Muerte de Arturo, para después dar paso a una serie de batallas y encerronas que acercarán cada vez más a nuestro protagonista a la obtención de su objetivo que no es otro que poder compartir su vida con su amada reina de los elfos.
En este libro ese tipo de reminiscencias de carácter casi mitológico, tanto artúricas como nórdicas, se multiplican y aumentan de forma exponencial llegando a convertirse en uno de los mayores referentes del trasfondo o del decorado de la narración: desde la aparición de la valkiria que recoge al héroe tras su lucha con Grengarm, su subida al mundo que se encuentra encima de Mithgarth, la aparición de los gigantes y de Valpadre, señor absoluto de ese mundo y que no es sino un trasunto de Odín, hasta la leyenda atribuida a Sir Able de cierto Caballero Verde y un tal Gawain, la continua referencia al honor caballeresco y los torneos, duelos, lides, misiones, profecías y gestas en que no paran de verse envueltos. La misma estructura del libro, con personajes que entran y salen, con muchas y variadas tramas siempre con el ideal caballeresco impregnándolas, con la forma de actuar de los protagonistas, recuerdan poderosamente al ciclo artúrico en su conjunto.
Pero el libro, como no podía ser de otra manera, va mucho más allá de ésto que no deja de ser en alguna forma un simple telón de fondo y se sumerge en profundidad en un mundo de magia y de mitos, donde los seres más peculiares, sorprendentes y asombrosos conviven, luchan y mueren muchas veces por causas no del todo claras ni coherentes al son de unos principios inmutables que rigen sus vidas con inflexible e inquebrantable decisión.
No es un mundo fácil para vivir, y los continuos lances a los que los protagonistas tienen que hacer frente dan buena cuenta de ello. Sir Able en sus andanzas ha ido recogiendo una extravagante cohorte de compañeros: un gato parlante al que acompaña el espíritu de la bruja que fuera su antigua ama, un perro de la jauría de Valpadre que puede cambiar de forma hasta alcanzar unas proporciones aterradoras, un ogro criado en cautividad por un campesino contrahecho, dos elfas de carácter voluble que tan pronto ayudan como le meten en problemas, un par de semi gigantes de difícil carácter, y un buen número de seguidores humanos, criados, escuderos y caballeros, que rivalizan en extrañeza con los seres más “mágicos” con los que se ven envueltos. Todos ellos irán conformando la acción, uniéndose o separándose conforme la narración avance, dando lugar a un relato que fluye en varios cauces juntándose y volviendo a separarse en su camino hacia el desenlace final.
El resultado, sin embargo, no es tan maravilloso como unos mimbres tales podrían haber augurado. La característica forma de narrar de Wolfe, hurtando muchas cosas al lector y escondiéndolas entre bambalinas, dando sutiles pistas, pequeñas pinceladas que muchas veces pasan desapercibidas, no termina de cuajar a la perfección en esta ocasión y el relato se resiente de ello. Junto al abuso del tópico, el peor defecto que presenta esta novela es que no parece llevar a ningún sitio, la acción se marea de un lado para otro de forma un tanto inconexa a ratos, los personajes entran y salen, los hechos se van sucediendo y el lector no termina de involucrarse en todo eso que le están contando quedándole un sentimiento de indiferencia al cerrar el libro acabado.
Y queda además la duda, entre otras, de cómo llegó Sir Able a semejante mundo, si quizá cruzó un puente mágico atraído por los elfos para llevar a cabo una oscura misión, si está soñando o si tan sólo se trata del delirio de un adolescente que se encuentra en coma tras un accidente. Wolfe no da respuestas a esta y otras muchas preguntas, permaneciendo fiel a su estilo que invita a deducir al lector muchas de las cosas, a veces demasiadas, que quedan en el aire sacando sus propias conclusiones; unas conclusiones que pueden llegar a ir mucho más allá de lo que el propio autor tenía en mente.
Al menos en esta ocasión la edición mejora mucho respecto a El caballero y ya no se encuentra repleta de errores tipográficos, lo que se agradece de manera especial en un volumen con semejante número de páginas.