Geoff Ryman.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Libros del Atril. Col. Omicrón. Barcelona, 2007. Título original: The Child Garden. Traducción: Ana Alonso Esteve. 569 páginas.
¿Quién lo diría? Sigo peleado con los premios. El jardín de infancia recibió en su momento el Premio Arthur C. Clarke y el John W Campbell Memorial. ¿Qué me ha parecido la novela? No es difícil calificarla, en absoluto: aburrida. Y ya es triste tener que decirlo de un libro de semejante longitud; si fuese algo cortito hasta se podría perdonar, pero con quinientas y muchas páginas la cosa tiene delito. Mientras estaba leyendo casi daban ganas de ponerse a hacer la fotosíntesis, como los protagonistas; seguro que sin hacer absolutamente nada hubiera perdido menos el tiempo.
Milena, una marginada en una sociedad casi perfecta, busca la existencia y la compañía de otros marginados e inadaptados como ella, los bichos raros, los diferentes. Ryman propugnada una sociedad en la que todo viene dado, en la que a los niños se les inoculan en el jardín de infancia diferentes cepas de virus, en principio residuo de una experimentación buscando una cura contra el cáncer, pero que resultaron mucho más de lo esperado y que dan al que los recibe la capacidad de metabolizar los rayos del sol mediante una especie de fotosíntesis y les imbuye de todos los conocimientos almacenados por la humanidad en su largo discurrir; aunque como efecto no deseado han reducido la esperanza de vida a los treinta años. Milena, sin embargo, es inmune a esos virus y por tanto el acceso a la fácil vida de sus conciudadanos le está prácticamente vetado, teniendo que ganarse el saber a la forma antigua, con esfuerzo y sudor.
Milena, pese al cruel sufrimiento de sentirse separada del resto de los mortales, es conservada por las altas instancias como una especie de legado de la humanidad pretérita, como un ancla con el pasado, con lo que fue y no puede volver, con lo perdido: las emociones, el cambio, la evolución. El autor expone así su tesis de que el acceso al “saber absoluto” tan sólo produce inmovilismo y, de hecho, decadencia. Los individuos de esa sociedad se limitan a repetir lo que han heredado, sin producir nada nuevo. Cuando a uno se lo dan todo hecho se acaban las ganas de superarse, de ir más allá. Para poder avanzar, parece decir Ryman, hace falta aprendizaje, prueba y error, interés, curiosidad; sin todo ello el alma humana se enquista, se pudre y cae en un conformismo letárgico. Hay también, sin embargo, una nada velada crítica a la aplicación indiscriminada de los avances científicos (crítica que comparte con alguna otra de sus obras), del progreso desatado que, en este caso concreto trae una cura contra el cáncer a cambio de limitar la vida de los seres humanos a unos treinta años. ¿Merece la pena pagar el precio?
Es en la búsqueda de alguien como ella que emprende Milena cuando se encontrará con otros parias de esa socialista sociedad “perfecta”: los osos polares, creaciones genéticas dedicadas a los trabajos duros y que viven bastante al margen de los humanos; y en especial con Rolfa, una osa que se ha convertido en una marginada entre aquellos marginados, diferente incluso para los suyos al tener unas veleidades artísticas vetadas a los de su especie y rechazadas por ellos mismos, y que congeniará extrañamente con la protagonista.
El autor hará uso de
Desde luego, El jardín de infancia, con estos mimbres, podría haber sido una novela cuando menos curiosa, pero lo cierto es que, al menos para mí, no consigue alzar el vuelo en ningún momento. No es lo qué el autor cuenta, sino cómo lo cuenta. Y este es un libro, desde mi personal óptica, obviable y olvidable; ni siquiera es que sea malo, es que no consigue interesar. La acción está demasiado supeditada a la tesis para convertirse en realmente atractiva, resultando cansina. Quizá el mensaje hubiera ganado mucho si el autor no hubiese alargado tanto la anécdota, recubriéndola de situaciones redundantes, planas y carentes de interés, y se hubiese limitado a la parte en la que hace hincapié en esa sociedad al estilo de Un Mundo Feliz, donde todas las necesidades se encuentran cubiertas, pero donde sin embargo todo el entramado se resquebraja cuando aquella que es diferente al común de los individuos demuestra que la perfección tal vez no sea el mejor ideal a alcanzar.