G.K. Chesterton.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Valdemar. Col. El Club Diógenes # 140.
Sin duda, una pequeña gran joya. Una obra por la que no han pasado en absoluto mal los años y cuyo mensaje sigue siendo igual de interesante hoy que en el momento en que fue escrita. Es cierto que, por lo que sé, a más de uno se le ha atragantado ese críptico capítulo final en que la historia se resuelve con una vuelta de tuerca más que metafísica; pero eso no impide que, leído con las debidas claves, su vigencia siga plenamente presente. Afortunadamente en la edición que nos ocupa (Valdemar, el Club Diógenes) la novela viene acompañada de un interesante y esclarecedor (quizá en exceso) prólogo a cargo de José Rafael Hernández Arias y de tres relatos/ensayos que sirven para ahondar en las motivaciones de Chesterton como persona y escritor, y que pueden proyectar algo de luz sobre muchas de las claves para entender correctamente el enfoque, la filosofía y el mensaje que se esconden dentro de la entretenida trama de El hombre que fue Jueves.
La novela, con una escritura brillante, detallista y llena de matices, parte de una trama policial en la que el personaje principal, Gabriel Syme, luego conocido como Jueves, tendrá que infiltrarse en una peligrosa conspiración anarquista y evitar los tenebrosos propósitos de su maquiavélico líder, un hombre tan sólo conocido como Domingo, verdadero protagonista en la sombra de la novela. Cargada de un humor cáustico y brillante, muchas veces irónico y no exento de cierta negrura, las aventuras, y desventuras, de Syme son una continua huida hacia adelante en un enfrentamiento de voluntades e inteligencias en el que no todo, o más bien nada, es realmente lo que parece.
La trama se lee en dos niveles, aunque es en todo momento (salvo quizá en ese sorprendente último capítulo) la trama policíaca la que prima sobre el resto de elementos de la narración. Jueves, con una suerte de dispares aliados que irán sumándosele, o abandonándolo, por el camino, habrá de perseguir y enfrentarse a las fuerzas del mal personificadas en la enorme figura de Domingo con todas las armas que encuentre a su paso, sin dar nunca nada por sentado, pues la perfidia de su adversario es capaz de confundir al más pintado. Muchas veces el lector asiste a lo narrado como si de una comedia de enredo se tratase, un juego de equívocos en el que el autor va colocando a los personajes en las situaciones más inverosímiles y difíciles para, muchas veces, tener que retroceder antes de poder avanzar. No se puede nunca dar nada por sentado, pues los giros se suceden con una lógica endemoniada y una coherencia muchas veces sorprendente.
En un segundo plano más profundo, camuflado casi hasta el final aunque siempre presente, el lector es testigo de una búsqueda sin duda metafísica en la que el autor vuelca todas sus creencias sin convertirse en dogmático en momento alguno, dejando en cada instante caer pinceladas y detalles que han de conducir al lector atento hasta esa revelación final contra la que algunos se estrellan, motivo por el cual reniegan de este libro. En ningún caso esta lectura, podríamos decir que religiosa, se sobrepone a la acción policíaca, a las peripecias detectivescas y a las aventuras llenas de humor en las que se encuentra embarcado Symes-Jueves, pero está presente en todo momento como un telón de fondo que nos muestra un tapiz más rico en cada página de la novela.
Entre medias de ambos planos, entremezclándose de manera intrincada, hay mucho más que descubrir: desde la crítica política y social contra los movimientos filosóficos que empezaban a extenderse por el mundo en aquel entonces, y que todavía hoy venimos arrastrando, hasta el eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal, curiosamente difusos a veces. No en vano el propio autor dio en llamar “comedia alegórica” a su obra.
Hace ya unos cuantos años, en el HispaCon de Barcelona de 1991, tuve la fortuna de compartir una comida con unos pocos amigos y con Terry Pratchett y su hija, comida en que, entre otras muchas cosas, Pratchett nos confesó que su novela favorita era precisamente esta que nos ocupa. No sé si seguirá siéndolo ahora, pero no me extrañaría. El humor que destila cada capítulo es algo que la hermana con el creador de Mundodisco, aunque sea un humor y una forma de narrar total, casi se podría decir que frontalmente, diferente. Confieso avergonzado que para mí Chesterton era una asignatura pendiente, a pesar de las muchas recomendaciones que me habían llegado, pero puedo asegurar que ahora que he comenzado con él no será ésta la última novela que lea del autor; en absoluto, creo que me queda mucho Chesterton en el futuro. El hombre que fue Jueves es, desde luego, una novela para disfrutar y para releer, para ir a la busca y captura de todos los matices que el autor supo imbuir en ella y que pienso es imposible captar en un primer vistazo. Una gozada, ya digo, ojala hubiese muchos más libros como este.