Diana Wynne Jones.
Reseña
de: Santiago
Gª Soláns.
Nocturna
ediciones.
Literatura Mágica. Madrid, 2011. Título original: Enchanted Glass.
Traducción: Gema Moraleda. 333 páginas.
Con
una sencillez apabullante, Diana
Wynne Jones
ofrece
una deliciosa historia sobre la responsabilidad, la amistad, el
honor, el caos, el amor y la justicia, con ciertas reminiscencias
shakesperianas, sobre todo a la obra El
sueño de una noche de verano,
con un humor amable y un dominio del tempo narrativo encomiable.
Situando la acción en una peculiar zona rural de la actual Gran
Bretaña y partiendo de una trama realmente sencilla, un mago que
debe aprender a cuidar y proteger un área delimitada, una zona donde
el mundo «normal» y el mundo mágico se funden, la autora ofrece
una comedia de enredo y de costumbres atractiva y simpática con un
toque de magia marca de la casa. Así lo importante de la historia
pasan a ser los personajes, a cada cual más excéntrico, y ahí la
autora demuestra una maestría, un buen gusto y un dominio
cautivadores, consiguiendo que el lector pase las páginas con una
sonrisa imperecedera en el rostro.
Cuando
el «profesor» Andrew
Hope
hereda
Melstone
House
a
la muerte de su abuelo, el mago Jocelyn
Brandon,
no sabe que con ella adquiere toda un «Área de Responsabilidad» de
la que deberá cuidar. Decidido a escribir un libro, deja su carrera
académica y se «retira» a su propiedad armado ―cree― de
tiempo libre y de un ordenador nuevo, pero la continua afluencia de
personas que empiezan a girar entorno a él, reclamando buena parte
de su atención, le impedirá llevar a cabo su sueño. Primero tendrá
que lidiar con la señora
Stock,
el ama de llaves, decidida a devolver los muebles del salón, incluido
el voluminoso piano, a sus posiciones ancestrales desde la nueva
disposición decidida por Andrew; una mujer que vengará todas las
supuestas «afrentas» a las que imagina es continuamente sometida
con una larga sucesión de cenas a base de coliflor con queso. Luego
está el señor
Stock
―sin
relación familiar con la anterior―, el malhumorado jardinero más
interesado en cultivar las hortalizas más vistosas y grandes
posibles para ganar el concurso de la feria anual del pueblo,
independientemente de que sean totalmente incomestibles, y que se
empeña en llenar la mesa de la cocina de todas las «sobras» de sus
cultivos que no alcanzan la excelencia deseada; unas sobras que
terminan todas las noches en lo alto del tejadillo del cobertizo
habiendo desaparecido al día siguiente sin que nadie tenga muy claro
quién o qué se las lleva. Ambos intentarán «colocar» a sus
pupilos al servicio del profesor, y así entrarán en escena el
limitado intelectualmente pero al mismo tiempo habilidoso Shaun,
y la brillante, metomentodo, hermosa y dominante Stashe.
Y
en medio de tal batiburrillo, llegará a la casa el segundo
protagonista «principal», Aidan
Cain,
un huérfano de doce años que se presenta en Melstone House buscando
al abuelo de Andrew, viejo conocido de su abuela recién fallecida.
El niño, solo y asustado, viene huyendo del peligro de unos
implacables perseguidores haciendo gala de interesantes dotes mágicas
y será acogido bajo el ala protectora de Andrew y el resto de
personajes que pululan por Melstone House. Todo un acierto de la
autora es hacer de Aidan, obviando una afinidad mágica que le permite
darse cuenta de cuándo algún hechizo o magia está teniendo lugar
de una peculiar forma, un niño perfectamente normal, con ganas de
hacer amigos, de jugar al fútbol y de sentirse querido y seguro.
Cuando
Andrew
y
Aidan
empiecen
a explorar los límites del Área de Responsabilidad, se van a dar de
bruces con las malas artes de su vecino, el señor O.
Brown,
que parece empeñado en invadir las tierras del profesor, sobre todo
cierto bosquecillo, con la excusa de protegerse del acoso de sus dos
esposas y de aquellos que él llama «homólogos». Ambos, niño y
adulto, van a emprender un fascinante viaje de auto
descubrimiento sin salir de los estrechos límites del condado,
apoyándose el uno al otro, a través del cual Andrew recuperará el
recuerdo de los veranos de su infancia con su abuelo y el muchacho
aprenderá a disfrutar de la libertad y la confianza en si mismo que
no ha conocido nunca antes ―a pesar del gran amor de su abuela―.
Si quieren desvelar el misterio de los acosadores del muchacho y de
las razones para su implacable persecución, deben aprender a
compenetrarse, a trabajar juntos, y solo así podrán superar el
enorme obstáculo que les tiene reservado su futuro y vencer la
amenaza que pende sobre todo su mundo y todas las personas que les
rodean. Pero ¿quién es en realidad Aidan para tener semejante
cantidad de enemigos en su contra? ¿Cuáles son las intenciones
reales del señor Brown? ¿Cuál es la vital tarea que el mago
Jocelyn Brandon no pudo entregar a su nieto antes de morir? ¿Podrá
Andrew hacerse con sus poderes mágicos a tiempo de salir airoso de
lo que se les avecina? ¿y qué significado tiene la vidriera
de la puerta de la cocina con paneles de diferentes colores, una
vidriera muy especial, que parece mostrar distintas imágenes
dependiendo del cristal a través del que se mire?
El
humor, blanco y amable, es continuo, como las pequeñas mezquindades
y enfrentamientos de la señora Stock y del señor Stock, como el
«juego» que se traen con los muebles y las hortalizas, como la
peculiar forma de predicción de Stashe, como el entrañable retrato
de la pequeña falta de inteligencia de Shaun, como los actos de
cierto perro con una cualidad algo especial... Cristal
embrujado
es
literatura juvenil con cierto sabor arcaico, dulce y sin problemas,
sin ambigüedades ni lados oscuros. No hurta la muerte, ni temas
quizá escabrosos para los adolescentes ―como el de la paternidad
desconocida de Aidan―, pero sin duda se aleja de otras truculencias
más de moda actualmente.
Un
libro rápido ―de hecho hay algunos detalles que se sienten
excesivamente acelerados; pero qué se le va a hacer si incluso el
amor es mágico―, ágil, amable, sincero, refrescante, inteligente,
ligero, divertido, emocionante..., recomendable para cualquier amante
de la Fantasía por encima de los doce o catorce años. Peca, quizá,
de un final demasiado precipitado que deja en el lector ciertas dudas
sobre la naturaleza de la magia y de su uso. Y a pesar de lo que le
gusta a Jones
escribir
libros pertenecientes a series, cabe decir que el presente es
totalmente independiente, aunque no puedo dejar de asegurar que, sin
duda, no me importaría en absoluto que la autora, si la edad se lo
permite, escribiera algún tipo de continuación para saber más
cosas de estos personajes. Tan solo puedo añadir que, a pesar de
ciertos momentos absolutamente previsibles, a pesar de su
«sencillez», a pesar de un cierto toque absurdo que no será del
gusto de todo el mundo... he disfrutado de su lectura como un niño.
Quiero más.
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Reseña de otras obras de la autora: