miércoles, 30 de marzo de 2011

Reseña: La sanguijuela de mi niña

La sanguijuela de mi niña.

Christopher Moore.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Factoría DeBolsillo. Madrid, 2011. Título original: Bloodsucking Fiends. Traducción de: Victoria Hornillo Maqueda. 315 páginas.

La vida de Jody Stroud atraviesa un momento complicado; las cosas van regular en el trabajo, de vuelta a casa un misterioso individuo le ataca, le muerde y le obliga a tragar su sangre, se desmaya y despierta debajo de un contenedor con la mano quemada y 100.000 dólares de desconocida procedencia metidos en la blusa, cuando llega a su apartamento descubre que la grúa se ha llevado su coche, discute y rompe con su novio Kurt y, de rebote, se queda sin alojamiento... ¿Algo más podría ir mal? Obviamente, sí. El desconocido asaltante la ha convertido en un vampiro, y ¿cómo va a recuperar su coche o encontrar un nuevo apartamento si para ambas cosas solo abren durante el día y ella no puede exponerse a los rayos del sol? Además, Jody nunca ha creído en los chupasangre, nunca ha hecho mucho caso de libros y películas, así que ¿cómo debe comportarse, cuáles son sus poderes y debilidades, cómo va conseguir sangre fresca y quién va a llevar su ropa a lavar?

C. Thomas Flood (Tommy para sus amigos) es un joven aspirante a escritor que se ha trasladado desde un pueblecito perdido de su Indiana natal a San Francisco para adquirir experiencias y comenzar así su carrera literaria. Nada más llegar a la ciudad, su coche se incendia y termina alojado en Chinatown, compartiendo literas en un cuartucho con cinco chinos entrados ilegalmente en el país con extrañas ideas en la cabeza de cómo obtener la tarjeta de residencia. Tommy está deseoso de vivir aventuras y de descubrir el amor ―y si es en su vertiente física mejor que mejor―, pero por el momento se contenta con haber encontrado trabajo en el turno de noche de un Safeway compartiendo «experiencias» con los Animales ―los encargados de descargar los camiones y reponer las estanterías― como la de jugar a bolos con los pavos congelados.

Cuando los dos se conozcan de forma casual, van a ver el uno en el otro la solución a sus dilemas, así que decidirán alquilar un apartamento juntos. Ambos deben superar un periodo de aprendizaje acelerado sobre sus respectivas situaciones, el vampirismo de ella y el absoluto desconocimiento de las mujeres él. Y como lo mejor siempre ha sido acudir directamente a las fuentes, Tommy indagará sobre la naturaleza femenina en los test de la revista Cosmo y sobre los vampiros leyendo desde las fuentes clásicas a los libros más modernos, y haciéndole pasar diferentes pruebas a Jody para intentar separar el grano de la paja, los poderes auténticos de los que son pura ficción literaria.

Hay que tener muy presente que la novela fue publicada originalmente en el año 1995 y es, pues, bastante anterior a Crepúsculos y demás lánguidos vampiros adolescentes, siendo precisamente las Crónicas Vampíricas de Anne Rice las que estaban abriendo el dique que luego habría de inundar las estanterías de todo el género, y las que van a dar mucho juego en este proceso de aprendizaje.

Moore hace gala de un estilo suelto y fluido, poco recargado, directo, que permite una lectura ágil y ligera, ofreciendo a través de ingeniosos diálogos un brillante retrato de la vida moderna en una gran ciudad y del tipo de inestables relaciones sentimentales propiciadas por la misma. Con un humor ácido y sarcástico en muchas ocasiones, descarnado, que no duda en hurgar donde escuece, en sacar a la luz los defectos de las personas con una mirada lúcida y divertida a un tiempo, La sanguijuela de mi niña es, sin embargo, una lectura ideal para los momentos en que se necesita “recargar las pilas”, uniendo a un inteligente humor una trama interesante y atractiva que consigue en muchas ocasiones bordear el absurdo de las situaciones planteadas gracias a una frescura que invita a no plantearse demasiado la verosimilitud de lo narrado.

A pesar de lo extremo del planteamiento, los personajes son muy humanos, desde el sintecho Emperador de San Francisco y protector de México, pasando por todos los Animales, y sin olvidarse de los protagonistas principales. Es de constatar el trabajo de caracterización de cada uno, el cariño con que son tratados, la personalidad que destilan... personajes que consiguen que el lector se interese por ellos y por sus destinos, que se divierta con ellos y que sufra por su suerte.

Tommy es ingenuo e inexperto hasta la desesperación y Jody es una mujer «bastante» experimentada, así que forman una pareja aparentemente inviable y sin embargo conseguirán irse adaptando el uno al otro, compenetrándose y «mejorandose» entre sí. Es esta una historia de amor, que no un romance, entre dos personas aparentemente incompatibles y con una relación de dependencia que no augura los mejores auspicios. Tommy parece estar destinado a convertirse en el chico de los recados de Jody, está enamorado de ella y no puede negarle nada. Sin embargo, su inocencia e ingenuidad van a abrirse camino a través de todas las dificultades.

Hay en la novela una trama policiaco-detectivesca, donde dos inspectores se encargarán de seguir las diversas pistas de la investigación de la aparición de varios cadáveres desangrados, negándose a creer lo que las mismas parecen apuntar a pesar de todas las evidencias, y que de alguna manera se siente un poco más «coja» dentro de la trama principal, llamada tan solo a crear algo de tensión, aunque hay que reconocer que tiene momentos realmente excelsos como la descripción que hacen tres pandilleros del asalto que sufren en cierta lavandería. Mientras Jody intenta descubrir quién la ha convertido en vampira y por qué motivo la sigue acechando e intentando convertir su vida en un infierno, los dos protagonistas tendrán que evitar ser acusados de asesinato, lidiar con la amenaza que pende sobre sus vidas y descubrir dónde va a ir su relación si es que siquiera tiene algo de futuro.

La sanguijuela de mi niña es una novela muy divertida, en absoluto la típica historia de vampiros «modernos» tan de moda últimamente ―aunque comparta el hecho de que la vampira protagonista tenga «sentimientos» y no quiera hacer el “Mal”―, ideal para «desengrasar» las neuronas con una lectura ligera, entretenida y bien hilvanada. Doce años después, en 2007, Moore publicaría una secuela titulada aquí ¡Chúpate esa!, pero esa es otra historia para ser leída en otra ocasión.

domingo, 27 de marzo de 2011

Reseña: La luz de los Dioses

La luz de los Dioses.

Juan Carlos Pueo.

Reseña de: Amandil.

Grupo Ajec. Col. Albemuth Internacional #32. Granada, 2010. 254 páginas.

Con La luz de los Dioses, Juan Carlos Pueo nos ofrece una novelita ambientada en un mundo muy similar al nuestro pero en el que la magia existe, o existió, hasta que un tirano conocido como el Máximo Teurgo logró imponer una férrea dictadura religiosa que prohibió su uso y persiguió a sus practicantes. Los patricios, las únicas personas con capacidad para manipular la creación según los usos y principios del don de los dioses (pues la magia es eso: un regalo que los dioses entregaron a los hombres en un remoto y casi olvidado pasado), se han visto diezmados hasta el punto de que casi han sido extinguidos. Los que sobreviven o se han unido al tirano, formando el tenebroso Consejo de Arúspices, o han optado por someterse a la nueva situación confiando en ser capaces algún día de revertir la situación y volver a ser ellos quienes gobiernen Imbria.

En este contexto Lydia Durante, hija de Arístides Durante uno de los grandes magos que se opuso al advenimiento del Máximo Teurgo y fue ejecutado por ello, recibe la oferta de trabajar como archivera y documentalistas del rico Marqués de Ramalejos. El marqués, un patricio que eludió la horca debido a que renegaba del uso de la magia incluso antes de la llegada del Teurgo, y que fue uno de los grandes amigos de su padre. El ofrecimiento, sin embargo, esconde mucho más que una sustancial mejora en la vida cotidiana de Lydia. Doña Virginia, la persona que ha logrado el empleo para la joven, es una patricia que sí fue represaliada por el Consejo pero que sobrevivió gracias a sus contactos. Ahora, años después, maniobra para que la hija de Arísitides vuelva a la capital ya que su padre, antes de morir, profetizó que era vital para el mundo que al cumplir una determinada edad regresase a aquel lugar para enfrentarse a algo terrible.

Lydia, ajena por completo a su naturaleza patricia, ha vivido de espaldas a la magia junto con su acobardada madre y sus hermanos, temiendo siempre que el Teurgo y sus secuaces decidiesen terminar con su vida. Pero ahora descubre que en su interior reside un poder que sólo necesita ser despertado y que puede llegar a convertirse en una amenaza para el régimen de terror que ha convertido Imbria en una tierra de tristeza y oscuridad. Surgirán en su camino una serie de personajes que la harán descubrir como es realmente el mundo y que serán quienes la acompañen en su tránsito de la inocencia y la ignorancia al conocimiento y la tosca realidad. El marques de Ramalejos, empeñado en vivir encerrado en el pasado que le brindan sus libros; el astuto y atractivo Mariscal, un ladrón de guante blanco que se mueve en la sinuosa frontera entre el cruel egoísmo y la supervivencia; doña Virginia, la patricia que mueve los hilos movida por el deseo de vengarse y de destruir al Teurgo por la traición que llevó a cabo contra el resto de los magos; el altivo Arturo, impulsivo, maleducado y cínico pero con las ideas muy claras en lo referente a como cambiar las cosas y devolver a los patricios el poder perdido; a sabia y poderosa, doña Bárbara, atrapada en los lindes de una edad que ya la acerca a la tumba pero que se resiste a aceptar la realidad del mundo y no duda en apoyar y ayudar a Lydia; y, desde lejos, y apenas dibujado, Lovignac, el mago que pretende utilizar un terrible don de los dioses para provocar un cambio espantoso en el mundo.

Es pues La luz de los dioses una novelita que se lee en un suspiro y que apenas sí traza un contexto en el que suceden los acontecimientos de manera lineal y siempre centrados en el personaje de Lydia. La trama está, por lo tanto, demasiado encorsetada y no deja espacio para sugestión o la duda. En todo momento se prevé lo que va a suceder después, sin excepción (el encuentro con la dríade o la actuación de Lovignac en el momento álgido, por ejemplo), dejando los pocos giros (más que giros habría que decir "breves inclinaciones") al descubierto con demasiada prontitud. Por otra parte la idea de "el protagonista que descubre que es un cojo-mago" ya está lo suficientemente trillada como para no poder ser el eje central de una historia, hay que aportar sobre ese esquema algo novedoso, rompedor, original. Juan Carlos Pueo lo intenta situando la acción en un mundo "muy similar" al nuestro, con referencias a los dioses griegos, con nombres cercanos e identificables, con una tecnología pareja a la de los años cincuenta del siglo XX, pero, sin embargo, incapaz de dotar al conjunto de un brillo propio que lo haga destacar por alguna cuestión no imaginada antes. Lo intenta, sí, pero no lo consigue. O no lo consigue del todo. El mundo que nos muestra, interesante en su concepción, podría haber sido desarrollado con mucho más detalle. Algunos personajes como Leopoldo Seguer son suficientemente sugerentes como para merecer una subtrama. O la explicación de como el Teurgo derrotó a los patricios durante la guerra se queda muy coja (uso la magia negra y ya, ¿ya?), suena a salida rápida y sin desarrollar. Incluso el desarrollo del culto a Mítal, la religión e institución que gobierna el mundo, es muy pobre, apenas un esbozo. O quizá dar una explicación coherente y amplia de porqué si los magos son perseguidos es posible que les resulte tan sencillo eludir la vigilancia (se supone que opresiva) pudiendo organizar conjuras con inusitada facilidad.

La luz de los Dioses es, en definitiva, un buen boceto desarrollado de un modo excesivamente previsible. Hay material para un trabajo mucho más amplio y con un desarrollo más complejo y atractivo. Quizá ser una primera novela pese mucho en este caso. Tal vez, más adelante, o con un proyecto más trabajado y un estilo más depurado (hay párrafos realmente horrorosos, con repeticiones de palabras en apenas linea y media) el producto final sea mucho más valioso.

jueves, 24 de marzo de 2011

Reseña: El extraño

El extraño.

Col Buchanan.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Fantasía. Barcelona, 2011. Título original: Farlander. Traducción: Simon Saito Navarro. 463 páginas.

Los Roshun son asesinos juramentados que ofrecen una especial protección a quien contrata sus servicios bajo la amenaza de una implacable venganza, aún a costa de sus propias vidas, contra quien mate a uno de sus protegidos. Ash es un anciano miembro del grupo, todavía en activo, pero con una salud algo delicada a la que hace frente con enorme fuerza de voluntad y ciertas hojas que le alivian unos atroces dolores de cabeza. En la última misión que emprende y por circunstancias de la misma, como se ve en el prólogo que abre la novela, toma la decisión de entrenar a un aprendiz, algo a lo que siempre se había mostrado reticente, para lo que elegirá a Nico, un joven que malvive en las calles de la sitiada ciudad de Bar-Khos, como pupilo. Y ese será el comienzo de una aventura que ninguno de los dos se esperaba realmente, una aventura que les arrastrará por buena parte de su mundo hasta el corazón del conflicto entre el Sacro Imperio de Mann y los Puertos Libres de Mercia.

Buchanan ha creado para ambientar y desarrollar su historia, principio de una trilogía, un mundo de fantasía ligeramente diferente de lo habitual en el género épico en el que podría ser etiquetada la novela. Un mundo donde conviven las armas blancas, las dagas, espadas y ballestas, con la pólvora, la artillería y otras armas de fuego, donde inventos casi «anacrónicos» ―si algo así fuera posible en un mundo inventado― son de uso común, como los tranvías, los dirigibles, los “comandos”, los ascensores o un curioso hotel donde todo funciona echando monedas en cajetines que liberan las opciones elegidas, desde abrir las puertas, utilizar el baño o abrir las ventanas... Un mundo «fantástico», aparentemente al borde de una revolución industrial, donde la magia es algo casi residual con apenas presencia, donde no existen ―al menos por el momento― otras razas de seres «inteligentes» más allá de los humanos y donde una orden de monjes guerreros llevan a su máximo exponente el «arte» del asesinato y la vendetta afinando sus cuerpos y mentes mediante la meditación y ejercicios físicos muy zen con reminiscencias de ciertos artes marciales y filosofías orientales. 

El autor vuelca en la novela muchos y ambiciosos temas: el crecimiento y el aprendizaje, la lealtad incondicional y la rebelión ante la autoridad impuesta, el fanatismo religioso y el totalitarismo, la ética del bien y el mal según quién haga las definiciones, la herencia como elemento definitorio de la personalidad que marca el destino de los individuos, el sentimiento de pertenencia a un lugar o país, el antagonismo entre compañeros e iguales, la política y todas sus intrigas, la justificación y racionalización de la venganza con la figura del asesino como alguien noble que se sacrifica para cumplir un contrato sin importarle su propia vida, el sinsentido de la guerra, el horror que despierta en los combatientes y que puede llevarlos a tomar decisiones incomprensibles para los que les rodean, el significado de la familia, el poder de la mente sobre el cuerpo...

El extraño se abre con una primera parte que se antoja una excesivamente larga introducción y que se podría calificar de titubeante, incluso de demasiado típica y convencional, con el viaje de un arquetípico Nico ―el confuso joven que vive en la miseria y que de pronto se ve destinado a grandes empresas― hasta el monasterio de Cheem y su aprendizaje allí, la interactuación con otros pupilos y su proceso de adaptación, y la presentación de unos «malos» que no se apartan en ese momento en exceso de los estereotipos que demandan sus papeles de crueldad, capricho, cinismo y depravación, siendo Kirkus, el heredero imperial, paradigma de todo ello.

Entonces el autor imprime un giro en la novela cuando maestro y aprendiz deben emprender una sorprendente misión de venganza sin que Nico esté preparado todavía en absoluto. A partir de ahí la acción adquiere una nueva dimensión e interés, una riqueza de matices de la que hasta el momento adolecía, al tiempo que Buchanan deja caer unas cuantas sorpresas hasta la resolución final. Los personajes, buenos y malos, adquieren una mayor verosimilitud, dando a sus acciones una justificación, moralmente errónea tal vez pero coherente con lo que les ha tocado vivir y con la educación recibida. El último tercio del libro concentra la mayor parte de la tensión del mismo, con una sucesión de combates y enfrentamientos que no defraudarán a quienes hayan recorrido todo el camino hasta allí.

Lo cierto es que la novela de inicio promete más de lo que a priori entrega, pecando de cierta falta de ritmo y de una cierta dispersión de los personajes secundarios que motiva un evidente desequilibrio en la narración apartando el foco lejos de la línea principal del relato sin justificar en absoluto su importancia y sin que parezca existir una auténtica conexión entre ellas ―el seguimiento de Bahn, por ejemplo, en la defensa de la ciudad de Bar-Khos que seguramente tendrá mucha importancia en futuras entregas,  no sirve aquí sino para distraer la atención del lector de la trama central sin aportar más que una visión periférica y lejana de la guerra en la que se encuentra inmerso el mundo en el que deben desenvolverse los auténticos protagonistas, Ash y Nico. Buchanan utiliza mucho tiempo y recursos en construir su mundo y en montar el escenario con descripciones largas y muy detalladas, en ofrecer su visión de la desesperación en que pueden caer los habitantes de una ciudad sitiada, consumiendo esfuerzos y atenciones que demoran la acción, ralentizándola de forma innecesaria sin que realmente se vea la relación con la historia principal más allá del parentesco que une a alguno de los personajes implicados. 

Es cuando Ash y Nico se adentran en el corazón del Sacro Imperio, con todas sus amenazas, cuando la novela adquiere su verdadera dimensión, ofreciendo una historia que logra sorprender por momentos y mostrando, por fin, personajes dotados de auténtica profundidad e interés. El intento de introducir un romance en la trama se queda, por suerte, en intento, y los posteriores sucesos sirven para salpimentar y dar mayor dimensión al necesario drama.

Así, el final de la novela deja las cosas preparadas para la nueva entrega de la serie, Stands a Shadow, con un cierre que ya apunta por dónde ha de ir la nueva dirección emprendida. Con esta su primera novela, Col Buchanan no consigue auparse hasta la altura de las primeras espadas actuales del género, pero apunta unas buenas maneras, unas dosis de imaginación y una forma de entender la fantasía que parecen augurar interesantes obras en su futuro, un potencial que le hace más que digno de tenerle en cuenta para su seguimiento. Su intento de ofrecer al menos una ambientación «diferente» de lo habitual es algo sin duda de agradecer y el crecimiento de la trama demostrado a lo largo de la novela bien le merece un voto de confianza. Habrá que ver si sigue evolucionando...

lunes, 21 de marzo de 2011

Reseña: La magia quema

La magia quema.
Kate Daniels 2.

Ilona Andrews.

Reseña de: Jamie M.

Versátil. Barcelona, 2010. Título original: Magic Burns. Traducción: Daniel Aldea Rossell.365 páginas.

Este segundo libro de la serie se abre poco después de que terminase el anterior, La magia muerde; Kate (una mercenaria paranormal residente en la Atlanta de un mundo alternativo donde la magia y la tecnología se suceden en oleadas causando estragos y propiciando nuevas maneras de entender la realidad y de vivir en ella) preocupada por su situación financiera se ha visto obligada a aceptar un puesto dentro de la Orden al tiempo que investiga ciertos casos trabajando para el Gremio de Mercenarios. La mayor frecuencia y duración de las olas de magia hace sospechar que se avecina una erupción, un periodo de magia desatada y mucho más poderosa de lo habitual, y donde los seres dotados de poderes verán los mismos enormemente aumentados e inesperadas criaturas pueden hacer acto de presencia.

En medio de estas circunstancias, Kate, tras lidiar con un “especial” pirómano, recibe el encargo de recuperar unos mapas robados a la Manada de los cambiaformas por un enigmático arquero con la capacidad de teletransportarse, un caso que la llevará a seguir la pista de un fallido aquelarre de brujas, a acoger bajo su ala a una confusa jovencita tras la que van unos poderosos y temibles seres mientras busca a su madre, a mediar ante Curran por una pareja que desea su permiso para poder casarse, a mezclarse peligrosamente con ciertas tradiciones célticas, a unirse con un licántropo y un vampiro en una inestable alianza, y a luchar denodadamente por su vida arriesgándola sin embargo en numerosas ocasiones.

Andrews demuestra una profunda documentación mitológica, bien sintetizada y plasmada de forma atractiva dentro de la acción. Ha creado un mundo realmente intrigante y ahora se dedica a aumentar sus límites de formas insospechadas, pero enormemente entretenidas. La magia quema es una Fantasía Urbana, con toques oscuros y algo de romance, un vehículo literario lleno de acción que sin embargo formula algunas preguntas interesantes, demostrando una humanidad, una empatía, muchas veces ajena al género. Kate sabe que a veces hay cosas, ideas o personas por las que merece sacrificar la vida, y Julie es una de ellas. La protagonista es una chica dura, realista, pero con un gran corazón; en ocasiones actúa por impulso antes de pensar, y muchas veces su boca, o más bien los exabruptos que salen por ella, la pierden y mejor estaría callada, pero al mismo tiempo lo que dice es lo que cualquier persona “normal” pensaría si se encontrase en las situaciones en las que se ve continuamente envuelta, así que es fácil empatizar con ella. A lo largo de las páginas de la novela, narradas en primera persona por la propia Kate, se van a ir desvelando ciertos secretos de su pasado que explican la profundidad de sus poderes y miedos, consiguiendo que el lector la vaya conociendo mejor, entendiendo lo que la ha llevado a ser como es y a actuar como actúa, y planteando nuevos interrogantes para futuras entregas. 

En medio de tanta tensión y violencia, de tanta amenaza sangrienta, la protagonista no se priva de lanzar réplicas agudas y divertidas que suavizan con un humor directo las difíciles relaciones en las que se ve envuelta; la protagonista habla primero y piensa después, sin preocuparse de todos los problemas que eso pueda traerle. La palpable tensión sexual entre Kate y Curran, que impregna todos sus diálogos y escenas, crea un contrapunto inestable en su forma de actuar, con la protagonista resistiendo contra viento y marea y el alfa insistiendo sin demasiada sutileza. El que Kate no caiga rendida a las primeras de cambio demuestra la habilidad de Andrews para llevar la relación a un terreno impredicible donde dos personalidades arrolladoras deben terminar por chocar. No será aquí todavía, sin embargo.

Curran crece como personaje, mostrando una faceta no más tierna (sigue siendo el mismo matón prepotente y violento de la anterior novela), pero al menos sí más conscientemente moral, colocando el Honor y el sacrificio desinteresado muy por encima de otras consideraciones.

El personaje de Bran, en un principio un pícaro ladrón que irá demostrando ser mucho más a lo largo de la novela, se hace simpático y reprobable a un tiempo, llegando a alcanzar una importancia vital en la trama. Seguro de sí mismo, fanfarrón, conquistador infatigable, acostumbrado a salirse siempre con la suya, intrépido y sinvergüenza, caradura y mujeriego, consigue hacerse un hueco en el corazón del lector casi sin que uno se de cuenta. La enorme importancia que termina adquiriendo en la historia y el interés sensual que demuestra por ella pondrá en un brete a la protagonista y a la tensa relación que mantiene con Curran y sus continuadas atenciones. 

Sin duda uno de los grandes aciertos de la “autora” es haber rodeado a la protagonista de un gran plantel de interesantes secundarios, cada cual con su propia personalidad y sus propios problemas: Andrea, Red, Saiman, Julie, Derek, Ghastek... dan la réplica perfecta en todo momento a Kate.

La magia quema es un libro con un ritmo vertiginoso (quizá incluso demasiado) que no da descanso ni respiro en momento alguno, lleno de emoción, de violencia, de energía, de sangre, de humor, de misterio, de un montón de seres sobrenaturales con su propia idiosincrasia y cierta originalidad de la que ya hacía gala en la primera entrega, de un toque de romance... Un producto de consumo rápido, un pasapáginas de lectura celérica, de entretenimiento puro que no deja insatisfecho, con ciertos elementos y detalles, nimios, que se perciben como fallidos (¿por qué en las olas mágicas fallan las tecnologías más modernas, pero otras más antiguas no?), pero que terminan no importando en absoluto. Un libro, sin duda, superior al anterior, con una trama más sólida, con una mayor profundidad de escenario y personajes y un desarrollo más firme, y que deja con ganas de más. Estoy deseando que la editorial publique el tercero.

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Reseña de otras obras de la autora:



viernes, 18 de marzo de 2011

Reseña: Abismos

Abismos.

David Jasso.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Grupo Ajec. Col. Penumbra # 1. Granada, 2011. 223 páginas.

David Jasso inaugura con la publicación de su primera antología la nueva colección del Grupo AJEC: Penumbra; dedicada a aquellos géneros oscuros, en la más amplia acepción del término. Abismos reune cinco narraciones que nadan entre el terror psicológico y el paranormal, unos relatos que van más a arañar con desagrado la mente que a buscar el susto o el sobresalto, horror más que terror puro, suspense y tensión en grado sumo y algo de misterio, creando una sensación de desasosiego en el lector, de intranquilidad ante lo que ha de venir. Con unos cuantos libros ya a sus espaldas, Jasso va afilando sus armas literarias, ofreciendo, dentro de una escritura de alguna manera descarnada, muy directa, impactantes imágenes casi cinematográficas que se clavan en la imaginación del lector, brillantes metáforas y acertadas elipsis que inquietan más que si se limitase a describir todos los hechos directa y crudamente. Ha depurado, sin duda, el estilo un tanto apresurado de obras anteriores, unificando el estilo y ofreciendo una poderosa voz narradora ―tanto en primera como en tercera persona, que de ambas hay en estas historias―.

En la mayoría de los relatos, partiendo de un hecho u objeto en apariencia intrascendente, anódino, Jasso va construyendo una atmósfera opresiva que pone los nervios de punta, esperando el desenlace con cierto desasosiego, conscientes de que espera un último clavo en el ataúd antes de la última palabra del cuento. Todos ellos parten de lo cotidiano para ir adentrándose, capa tras capas de densa acumulación, en la impactante atmósfera de una amenaza desconocida o demasiado cercana.

En el relato que abre el volumen, El huevo, una absurda chiquillada, una mala idea producto del aburrimiento, va a hacer que toda una vida perfectamente ordenada de un vuelco del que no hay vuelta atrás. Leo, un chaval que se encuentra solo en casa de su abuela, tiene la peregrina idea de lanzar un huevo por el balcón sobre la cabeza de algún «pringao» que pase por la calle y ver cómo reacciona el mismo. Le parece algo divertido, emocionante, la forma perfecta de romper el tedio a costa de una víctima inocente que no se espera, literalmente, lo que se le viene encima. Pero la «víctima» no va a encontrarle precisamente la gracia del tema, decidiendo dar una buena lección al niñato para lo que llevará la tortura mental a un nivel que roza el sadismo. El autor consigue transmitir a la perfección la forma en que los pensamientos de ambos protagonistas van «evolucionando» conforme interactúan entre ellos, el ovillo se va enredando cada vez más y el terror del muchacho crece conforme la víctima se convierte en acosador.

En La bruma, único de las cinco narraciones publicada con anterioridad, un conductor se recupera en un hospital de las secuelas psicológicas de un accidente de tráfico, del que él mismo tuvo la culpa, y en el que murió su mujer y su hija. Entrando y saliendo de esa bruma mental producida por las medicinas que le son administradas, conocerá a una joven anoréxica que posee la capacidad de transmitir sus emociones a ciertas personas, creando en ellas un fuerte lazo empático que las hace sentir lo que ella siente o ha sentido en el pasado. Dispuesta a llevar su trastorno hasta sus fatales consecuencias, la joven encontrará en el hombre un firme aliado en su plan de escapar del Hospital. Pero, ¿y si hubiera una intencionalidad oculta en su aquiescencia? Lo fantástico golpea con fuerza, aunque siempre quede la duda de su realidad o no, en un relato de lo más mundano por otra parte, que toma su fuerza de dos grandes lacras sociales demasiado de actualidad y que dejan terribles secuelas en los que las sufren. El giro final, inesperado, golpea con la fuerza de una profunda carga irónica.

El autor poco antes de su ingreso "hospitalario"
La cotidianidad de El tubo surge de la presencia en manos de dos niños, dos hermanos, de un objeto de apariencia normal y corriente, el tubo que da título al relato, que adquiere sorprendentes características conforme avanza la trama, un objeto «inocente», inicuo, que primero se antoja un gran adelanto tecnológico dadas sus sorprendentes características, pero que pronto se adentra en territorio de lo místico. En el camino de exploración de los dos muchachos, sin salir de su propio cuarto, se esconde la curiosidad infantil, la búsqueda de respuestas inconscientemente del precio a pagar por ellas, y el amor por un padre perdido, muerto en un accidente de tráfico; una combinación que puede producir resultados cuando menos inquietantes, si no catastróficos. Hay una débil, pero curiosa, conexión con el relato anterior; y es una demostración palpable de que cuando Jasso da a sus personajes algo de esperanza es para machacarlos con mayor inquina ―como se puede ver también en el resto de historias―. Con una estructura perfecta, un magnífico trabajo de construcción, sobre todo psicológica, de la pareja de hermanos y una tensión que va subiendo peldaño a peldaño conforme van experimentando con el objeto en cuestión, El tubo es, sin duda, el mejor y más elaborado relato de la antología.

En El cine el autor va a utilizar una premisa no por muy utilizada anteriormente, tanto en la literatura como en películas, menos agobiante: la desaparición de una persona cercana en circunstancias extrañas y su búsqueda desesperada. En este caso Sonia, la novia del protagonista, desaparece al ir al baño del cine en medio de la proyección de una película de terror ―de zombies ya que están tan de moda― a la que ha sido arrastrada por su novio, detalle que ha sido motivo de una desabrida discusión con anterioridad. Jasso va a jugar con la duda de si la joven habría tenido motivos o no para dejar colgado al protagonista, si ha desaparecido voluntariamente o le ha sucedido algo malo, mientras que él oscila entre el enfado y la preocupación llegando finalmente hasta la pura desesperación. El desenlace se siente, con ese intento de explicación entre lo tecnológico y lo sobrenatural, quizá un tanto forzado, dejando algunas preguntas difusas en el aire sin que por ello desmerezca el resultado.

La antología se cierra con La textura de tu piel, la historia de una joven que acude a una sesión con una psiquiatra, a través de la cual se irá desvelando su doloroso pasado y las razones que la han llevado a esa consulta. Dotada con una extraordinaria «habilidad» se cruzará en su vida el despertar hormonal con un primer amor arrebatador y un tanto inexplicable, incluso absurdo, como todo amor adolescente. El deseo y los celos van a fomentar en la psique de la joven un cierto desequilibrio mental, arrastrándola por una inevitable pendiente descendente hacia la locura y la venganza. Es de lamentar que este último relato, el que va a quedar más «fresco» en la mente del lector, sea también el que se siente de alguna forma más flojo de los cinco. Las diferentes partes de la narración, algo deslavazadas, no terminan de casar de forma suave entre ellas, antojándose que hay capítulos que más parecen añadidos un tanto postizos para alcanzar una determinada longitud, y otras que quizá hubieran debido ser más trabajadas o explicadas. El innecesario Prólogo, además, adelanta demasiadas claves del final, rebajándolo de alguna manera y restándole cierta intriga. Es un buen relato, pero sufre en la comparación con el resto al encontrarse un peldaño por debajo de la gran altura alcanzada por los otros.

Las cinco narraciones vienen acompañadas de un juego metaliterario al que el autor «invita» a sus lectores, haciéndoles cómplices de las historias del volumen a través de un prólogo y de un epílogo a modo de unas palabras del autor en las que el mismo Jasso se convierte en personaje, logrando así una compenetración especial con los incautos que se adentran inadvertidos en los Abismos que ocultan estas páginas za riesgo de su propia cordura. Que cada cual se aventure en estas simas psicológicas bajo su propia responsabilidad, podría terminar descubriendo un cierto gusto perverso por la locura y no salir indemne de la experiencia.

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Reseña de otras obras del autor: