Gwendolyn Kiste.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Dilatando Mentes Editorial. Col. Línea General. Alicante, 2020. Título original: The Rust Maidens. Traducción: José Ángel de Dios. Ilustración de portada e interiores: Juan Alberto Hernández. 303 páginas.
Nostalgia, tristeza, rebelión, amistad y un terrible sentimiento de soledad. Es esta una novela tranquila, marcada por un horror silencioso con el poder de estremecer al lector, que atrapa el corazón y no lo suelta. Es una historia de amistad, de profundo amor incluso, dolorosa y terriblemente bella. De denuncia y de aceptación. Mientras avanzaba en su lectura iba archivando mentalmente en mi memoria —nunca tomo notas, me saca de la historia— una serie de ideas sobre las que escribir en esta reseña, claves y temas sobre los que Kiste hablaba en sus páginas: la fuerza de la amistad, el feminismo y la sororidad, la ironía del mensaje ecologista ante la degradación medioambiental provocada por la fábrica de acero de la que dependen demasiadas personas como para no sufrir por su cierre, la lucha laboral condenada de antemano, la imposibilidad de escapar del pasado, el paso de la adolescencia a la madurez, la soledad, la necesidad de una meta para escapar de la repetición de esquemas manidos y caducos, la validez del género para plasmar ideas de lo más poderosas…, y entonces, terminada la novela en sí, me leo el magnífico Postfacio escrito por Silvia Broome y veo que ya ha tocado uno por uno todos los temas, diseccionando la novela mucho mejor de lo que yo hubiera podido hacer nunca. ¡Cuánto la odio! Bueno, habrá que hacer como que no lo he leído y a ver qué sale.