Hablamos de todo aquello que nos interesa, sobre todo Literatura y sobre todo Fantástica. Lo nuestro son reseñas, no crítica literaria. Sólo razonamos nuestras opiniones, subjetivas y particulares, de lo que nos gusta y de lo que no.
lunes, 31 de enero de 2011
Libros recibidos: enero 2011
sábado, 29 de enero de 2011
Reseña: Nefilim. El beso del amanecer
Reseña de: Jamie M.
Ediciones B. Barcelona, 2011. Título original: Der Kuss des Morgenlichts. Traducción: María Alonso. 356 páginas.
Después de leer Hush, hush, un libro que, a pesar de sus aciertos, prometía más que lo que luego daba, confieso que afronté la lectura de este Nefilim, una novela que a priori (más que otra cosa por el título) se podría suponer de temática aparentemente similar a aquella, con cierta reticencia. Y qué equivocado que estaba. Son dos libros como la noche y el día, totalmente opuestos en concepción y desarrollo.
Esta es la historia, contada en primera persona, de Sophie Richter, una dotada estudiante de música con un tremendo miedo escénico que la agarrota cuando debe tocar en público o afrontar sus exámenes de piano. Cuando conozca a Nathanael Gregory, un portentoso violonchelista, en el Mozarteum, el centro donde ella cursa sus estudios musicales, y sea invitada a interpretar un tema con él, su destino quedará sellado irremediablemente. Prototipo de hombre misterioso, de pasado ignoto, fascinante y atractivo, Sophie se enamora locamente de él. Pero tras un breve periodo de pasión y alegría, Nathanael desaparece dejándole a la joven un inesperado “regalo”. Durante siete años su vida continuará adelante, hasta que de repente las cosas cambien con un nuevo vuelco y los sucesos extraños irrumpan en su existencia obligándola a redefinir todos los parámetros en los que hasta el momento se desenvolvía.
Nefilim es la historia de una joven que se deja llevar por un amor irracional, un flechazo a primera vista en que se mezclan el atractivo físico y el embrujo que el virtuosismo musical del hombre causa en ella, pues realmente Sophie nunca llega a “conocer” a Nathanael más allá de su pasión por la música, no sabe nada de su pasado, de su personalidad, de su familia si es que la tiene... Una joven que posteriormente tendrá que afrontar las consecuencias de sus actos irreflexivos, viéndose de repente envuelta en un combate milenario entre seres que se odian, peón de poderes que sin duda la superan. Pero que nadie espere la aparición de ejércitos de ángeles y demonios, que nadie espere la guerra entre el Cielo y el infierno; no, esta es una historia algo más mundana, cercana, de enfrentamientos personales, individuales, de seres que viven ocultos desde el principio de los tiempos entre la Humanidad, luchando por un difícil equilibrio entre los que buscan el bienestar propio a cualquier precio y los que persiguen el bienestar de los humanos aún a costa de su propio sacrificio.
Junto a la voz narradora de Sophie, la autora intercala en el relato unos pequeños incisos en tercera persona y en cursiva siguiendo a un personaje no identificado que parece espiar los pasos de la protagonista, dándole un preciso contrapunto a los hechos y añadiendo un elemento de intriga y amenaza a la acción que a la vez sirve para clarificar algún punto de la historia. Mientras los misterios se van desvelando, la figura en las sombras mantiene la tensión con las breves pinceladas que nos ofrece la autora.
Lo primero que llama la atención en la novela, gratamente, es el cambio del escenario típico de este tipo de historias. Debido a la nacionalidad austriaca de la autora, la trama tiene lugar en Salzburgo y en la región de Hallstatt de su país. Ya solo ese detalle consigue imbuir a la narración de unos aires distintos a los acostumbrados. No hay aquí nada de los ambientes sórdidos y oscuros en los que suele moverse la fantasía urbana. De hecho la mayor parte del relato tiene lugar en un pueblecito de montaña, donde también hay sucesos luctuosos, como los asesinatos de diversos excursionistas, pero que se encuentra muy lejos de los escenarios típicos de bajos fondos, cazadores de monstruos y toda esa ralea habitual en el género paranormal. Hay un malo malísimo, eso sí, algo decimonónico, todo hay que decirlo, demasiado consciente de su papel, y que despierta en el lector numerosos sentimientos, haciéndose odioso, patético o conmovedor según el momento.
Un acierto de Cohn es que comienza la obra, de forma obvia, con la historia de amor entre Nathanael y Sophie, como una historia romántica necesaria para lo que ha de venir después, pero que pronto deja paso a la intriga, la tensión y el misterio. El giro hacia el thriller y el suspense que imprime la autora a la acción, cambiando hábilmente los parámetros del relato con ese salto temporal de siete años, es sorprendente a la vez que gratificante, ofreciendo un relato que se lee de un tirón de manera fluida.
Sophie es una mujer “normal”, no tiene poderes ni una personalidad arrebatadora, no es una experta en armamento ni en lucha cuerpo a cuerpo, sino que se trata de una mujer tímida, llena de dudas sobre sí misma, valiente a pesar de todas sus debilidades, y cuya mayor preocupación es el bienestar de su hija Aurora, una muchacha por la que sería capaz de cualquier cosa, afrontando los mayores peligros para mantenerla a salvo de un mundo hostil.
Es cierto que realmente no hay mucha acción en el libro, no hay grandes enfrentamientos ni combates (y cuando los hay ya se ocupa la autora de sacar del foco a Sophie para no tener que reflejarlos más que como fondo), poco más que algún duelo a espada o el asalto a una vivienda. Es así un libro sencillo, ameno, pero no “trepidante”, aunque sí sabe mantener la tensión y el interés por conocer el destino de Aurora. La trama quizá sea demasiado lineal y simple, pero eso hace que las sorpresas cuando llegan sean mayores. Todo el relato se sustenta tan solo sobre seis o siete personajes, con lo que no hay lugar para dispersar la atención, centrando todo el foco en lo que realmente le interesa mostrar a la autora. No hay demasiados requiebros ni revueltas en la narración, no hay distracciones. Todo es directo y fácil de seguir.
Y a pesar de que la autora, según se nos dice en la solapa, ya se encuentre trabajando en una continuación, cabe decir que el libro es totalmente autoconclusivo. Es cierto que deja en el aire un epílogo que permite retomar la historia, pero Nefilim termina de una forma totalmente satisfactoria, sin dejar nada especialmente “colgado” para lo que haya de venir.
domingo, 23 de enero de 2011
Reseña: Ángeles extraños
Lili St. Crow.
Reseña de: Jamie M.
Versátil ediciones. Col. Versátil Juvenil. Barcelona, 2010. Título original: Strange Angels. Traducción: Patricia Sánchez Maneiro. 317 páginas.
En un mundo que bebe mucho de las primeras temporadas de la serie de TV Sobrenatural, Dru Anderson es una chica de 16 años acostumbrada a cambiar continuamente de ciudad dada la peculiar ocupación de su padre: cazador de criaturas sobrenaturales, desde poltergeist a cucarachas gigantes, pasando por todo tipo de espectros y sin olvidarse, cómo no, de vampiros y licántropos. Dru es plenamente consciente de la existencia del Mundo Real superpuesto al mundo normal. Es ese un mundo donde la magia existe, donde los chupasangre, los zombies, los hombres lobo y otras tantas criaturas sobrenaturales pululan frente a la vida «despreocupada» del común de los mortales. Y a pesar de todo lo que ha tenido que vivir ya, a todo lo que se ha enfrentado ayudando en diversas misiones a su progenitor gracias a su especial habilidad para detectar las situaciones y seres paranormales, tal vez no se encuentre en absoluto preparada para lo que se le viene encima. Cuando su padre no le permita acompañarle en su última salida nocturna y no haya vuelto a la mañana siguiente empezará a temerse lo peor. E incluso eso sería quedarse corta.
Con una narración llena de tensión, Ángeles extraños es la historia de una joven que debe enfrentarse a una situación límite sin dejarse vencer por las adversidades. Para ello contará con la ayuda de un ambivalente Chico Gótico, Graves, alto, delgado y desgarbado, que sin saber nada del mundo en el que se mueve Dru se verá envuelto en todo el lío sin echarse atrás a pesar de las revelaciones a las que tendrá que enfrentarse, convirtiéndose de alguna manera en la voz de la razón, en el freno a la impulsividad de Dru, a pesar de que toda la situación le supera.
Perseguidos y acosados, sin aliados a la vista y sin adultos en los que apoyarse, tendrán que descubrir lo sucedido al padre de la joven, investigar las pistas que el mismo estaba siguiendo y resolver su futuro mientras tratan por todos los medios de permanecer con vida. Poco a poco se irá desvelando la peculiar herencia de Dru por línea materna, irán creciendo sus habilidades innatas y saldrán a la luz partes de su pasado que permanecían en la oscuridad.
Sin apenas respiro, en medio de un tiempo atmosférico gélido, en una pequeña ciudad de las Dakotas inmersa en uno de los peores temporales de su historia, la acción avanza a ritmo constante entre enfrentamientos, luchas y huidas desesperadas. Dru necesita encajar todas las piezas, pero no es una tarea en absoluto fácil y va a encontrar muchos obstáculos en su camino.
Con una personalidad decidida, fuerte, dura, se podría decir que “cabezota” y con una amplia preparación en el manejo de armas, sigue necesitada de cariño a pesar de su aparente independencia y desconfianza hacia todo la que lo rodea; la joven hará frente a todo lo que se le ponga por delante sin desfallecer, aunque teniendo que superar muchas dudas internas, lo que consigue hacerla más humana si cabe.
Entre la desesperación de los sentimientos en que se encierra Dru ante lo sucedido a su padre y el dolor continuo en que se ha convertido su vida, Graves le da el contrapunto adecuado: un chico mestizo que utiliza su apariencia como medio de defensa ante el resto del mundo, introvertido y simpático, consigue levantar el relato en las ocasiones en que hace falta una salida más amable que la habitual respuesta armada de los cazadores de monstruos a la que está acostumbrada Dru. El muchacho, desgarbado y con poco éxito social, se convertirá en un apoyo vital para afrontar lo que se le viene encima a la joven.
Sin embargo, tanta acción termina por enmascarar de alguna forma el trasfondo del mundo de Dru, que se desdibuja a pesar de los buenos esbozos que presentaba: la existencia de su abuela, una especie de bruja de los Apalaches y cuya alma parece residir en un búho que aparece ante la joven cuando va a ocurrir algún suceso dramático, todo el pasado de su padre, las referencias veladas a otras misiones (muy en plan Sobrenatural o Buffy), lo sucedido a su madre, la red de cazadores, los lugares de encuentro de esos buscadores de lo paranormal, la amplia panoplia de seres, la vida errante, la asistencia al instituto... quedan todas en un segundo plano algo insatisfactorio por el deseo que crea en el lector de saber más sobre todo ello (y mucho me temo que la dirección que se intuye al final del libro para la próxima entrega hace sospechar que no se va a profundizar precisamente en ello).
Ángeles extraños es una novela, por lenguaje y referencias (por ejemplo, las continuas alusiones al sexo por parte de Graves, algo inocentes e ingenuas por otra parte), destinada a jóvenes adultos, a aquellos ya bien adentrados o ya casi saliendo de la adolescencia. Las prosa sencilla dota a la lectura de un ritmo rápido, agradable y sin complicaciones. Al final es cierto que no hay un auténtico remate a la trama, una conclusión cerrada a todo lo relatado, sino que en el momento del supuesto clímax la resolución queda en el aire, pospuesta para una mejor ocasión. Es quizá esa frustración final lo peor de un entretenido y bien construido libro. Veremos cómo evoluciona la historia en las siguientes entregas.
jueves, 20 de enero de 2011
Reseña. The Sandman, el libro de los sueños
Varios autores.
Editado por Neil Gaiman y Ed Kramer.
Reseña de: Alb Oliver.
Norma Editorial. Colección Brainstorming. Barcelona, 1999. Título original: The Sandman. Book of Dreams. Traducción: María Ferrer. 304 páginas.
Fantástico complemento para todos aquellos que se hicieran con la colección de cómics The Sandman, de Neil Gaiman (en cualquiera de sus múltiples ediciones). Editado por Gaiman y Ed Kramer, The Sandman, el libro de los sueños, es una antología de cuentos de distintos autores, entre los que se encuentran Clive Barker, Gene Wolfe, Bárbara Hambly, con un epílogo de la compositora Tori Amos, inspirados en el mundo onírico de Lord Morpheus.
La versión de Sandman creada por Neil Gaiman, es un remake del personaje homónimo de DC cómics de los años setenta, Wesley Dodds, que se convertía en un justiciero que ocultaba su identidad con una máscara de gas, e iba armado con una pistola cargada con somníferos dejando un puñado de arena al lado de los criminales que atrapaba como seña de identidad. Éste a su vez, viene inspirado por la figura de Sandman, (el arenero) un ser de la cultura anglosajona que hace dormir a los niños echándoles un poco de arena en los ojos y les proporciona dulces sueños. Para su obra, Gaiman decidió cambiar totalmente el concepto del personaje, pero los relacionó sugiriendo que Wesley Dodds tuvo la inspiración para su identidad heroica en un sueño en el que vislumbró al personaje creado por Gaiman.
Siendo conocida la fascinación que tiene Neil Gaiman por las deidades, creó un universo en el que los Eternos, son parte esencial en el funcionamiento del universo, así pues, Sandman (llamado Sueño) tiene varios hermanos: Deseo, Destino, Destrucción, Desespero, Delirio, y la hermana pequeña, Muerte. Considerado cómic para adultos, y ganador de varios premios, Gaiman cuenta historias sorprendentes, jugando con el mundo de los sueños, el infierno, conspiraciones entre los eternos, y cómo no, con nosotros, los soñadores, alejándose del mundo superheroico de DC cómics.
Con esto, pasemos al libro, que consta de dieciocho cuentos cortos en los que podemos encontrar a personajes que aparecieron en la obra original, como en el titulado Cosas viscosas, en el que toman protagonismo Lucién, el bibliotecario de los sueños, Caín y Abel, en una divertido historia en la que el castillo de los sueños es invadido por una sustancia extraña, y el séquito de Sueño debe reparar lo ocurrido, o Wanda, del arco País de sueños, apareciendo como secundaria en Una pizca de más eternidad, en la que visita a un amigo moribundo en el hospital mientras éste sueña.
Me dejó muy buen sabor de boca cuando lo leí, pues cada autor transmite las mismas sensaciones que tuve cuando leí los cómics de Gaiman, mezclando lo fantástico con lo onírico, y reconociendo fácilmente a los personajes que leí en su día. Algunas historias juegan directamente introduciéndose en la cronología del cómic, pudiendo encontrar la historia Chain home, baja frecuencia como una narración de hechos que Gaiman nombra en su obra, pero de los que no da detalle.
Realmente parece fácil jugar con personajes que ya existen, pero encuentro bastante mérito en que al leerlo no notes ninguna diferencia y puedas pensar que todo el libro ha sido escrito por el autor que conoces. La otra cosa que me ha gustado ha sido la diversidad. Unas historias son narradas en nuestra vida cotidiana, con gente afectada por sus sueños, mientras otras ocurren en el reino de Morfeo, cambiando completamente la tónica de un relato con el siguiente.
Ejemplo de esto, puede ser el cuento Más fuerte que el deseo, en el que Deseo, cuya personalidad le lleva a jugar con humanos, es derrotada en una apuesta con uno de ellos. Otro relato muy original, nos lleva a recuperar a un personaje bastante conocido, Little Nemo, y nos narra una nueva aventura del niño en el país de los sueños embaucado nuevamente por Deseo.
Lo que resulta atractivo del personaje y su mundo, puede ser que de un arco argumental a otro, todo es muy diferente. De una historia oscura y tétrica, podemos pasar a otra completamente tierna, y llena de luz y colorido, aunque en cualquier momento las cosas pueden cambiar de forma radical.
El libro son dieciocho relatos, algunos más interesantes que otros, pero a mí personalmente no me ha parecido que ninguno de ellos baje el nivel de lo que se puede esperar, y casi todos tienen algún punto que los hace interesantes
==
Reseña de otras obras de Neil Gaiman:
El cementerio sin lápidas y otras historias negras.
lunes, 17 de enero de 2011
Reseña: Dos Coronas
Susana Eevee.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Grupo Ajec. Col. Excálibur. Granada, 2010. 404 páginas.
Una península dividida, más bien fragmentada, en dos reinos enfrentados irreconciliablemente: Dos Coronas, la blanca de Aldaria y la negra de Erigia. Dos naciones enfrentadas desde tiempos inmemoriales por causas ya olvidadas: el rico y campesino Sur y el brutal y minero Norte, aparentemente, refinamiento contra vulgaridad, ¿o tal vez no? Una cordillera que marca la frontera y un anciano matrimonio aldario que vive en sus laderas, Max Fiendeus y Magda, que recuperan a su nieto en la figura de un amnésico —respecto a su infancia— incursor norteño con un ojo de cada color: Soota/Doogan; pero tan solo para verlo volver con sus gentes adoptivas en pos de ciertas obligaciones imperativas. Y a partir de ese encuentro luchas, magia, batallas, muertes sangrientas, amor y violencia, y el destino de las dos Coronas en manos de un príncipe que busca su identidad en circunstancias adversas.
A pesar de que el leiv motiv de la novela sea evidentemente la inminente guerra entre las dos naciones, el tema principal es la historia de la búsqueda de identidad de Soota/Doogan, rota en una dualidad de lealtades enfrentadas. Y es que si algo llama la atención de la novela es, sin duda, el protagonista. Un hombre que descubre que ha estado viviendo una mentira y que va a intentar encontrar la verdad que se encuentra bajo su explosiva personalidad. Criado en la dureza del Norte, acostumbrado a su papel de ejecutor y asesino a las órdenes de su rey, desea hacer aflorar la bondad y la grandeza que se le suponen, pero junto a actos de indudable heroísmo va a cometer otros tan atroces que inevitablemente van a ganarse la reprobación de los lectores. Soota/Doogan es un personaje gris, muy gris. Educado para un papel sanguinario dentro de la nobleza erigia, se siente en cierta forma perdido cuando tiene que enfrentar su auténtica herencia. No puede evitar seguir sus instintos y estos son francamente oscuros; no puede librarse así como así de todo lo que ha vivido y aprendido en Erigia para convertirse de repente en aldario, con lo que en muchas ocasiones tendrá que refrenar su naturaleza violenta y reprimir sus deseos, sin conseguirlo siempre. Soota es, irónicamente, un hombre de Honor, pero la retorcida ética erigia le hace poner la violencia por encima de todo lo demás; cuando trate de dar un giro hacia un Honor más caballeroso se encontrará en la tesitura de fragmentar aún más su frágil personalidad en vez de restaurarla. La necesidad de llevar a cabo una traición hacia los que hasta ese momento ha considerado sus compatriotas choca con los ideales marciales y de la camaradería compartida del ambiente soldadesco. Acostumbrado a vivir sin remordimientos, sin conciencia moral de sus crímenes y desmanes ya que para él no eran tales, conforme recupere vislumbres de sus recuerdos infantiles la armadura interior que se ha creado irá resquebrajándose, permitiendo entrar un dolor insospechado que le hace más irascible si cabe. Es muy difícil para él reconciliar lo que ha sido durante los últimos años con lo que él entiende que se espera de su parte de ahora en adelante. Así el conflicto bélico en que se ven envueltas los dos reinos tiene un irónico reflejo en el conflicto interior del protagonista. ¿Pueden ser reconciliables ambas posturas?
La autora plantea la historia, a pesar de la aparición de Tasurgo, un hechicero de inmensos poderes mágicos al servicio del rey erigio, aunque con «agenda propia», de una forma enormemente realista, plasmando la guerra con toda su crudeza y a los protagonistas con todos sus defectos. No ahorra la autora ni ningún detalle escabroso, ni muertes, ni traiciones, ni violaciones, ni felonías varias. No imbuye ningún tipo de romanticismo en las batallas y enfrentamientos, solo ambición, dolor, vísceras y el alivio posterior al sobrevivir al combate. Una guerra que refleja a la perfección el combate interior del protagonista y que de alguna manera personifican a la perfección los portadores de ambas coronas, blanca y negra, dando un nuevo sentido a la frase de que las apariencias engañan. No existe en ellos, ni en la narración, un esperable maniqueísmo, no hay uno totalmente bueno y otro totalmente malo, sino que ambos —uno más que el otro, hay que reconocer— son capaces de lo mejor y lo peor. Es una pena no obstante que los dos únicos personajes femeninos de cierto peso en la novela, Emet y Río, se antojen tan desaprovechados, necesarios para la tensión dramática, sí, pero faltos de un auténtico protagonismo.
Como primera novela de la autora, se advierten sin embargo algunos defectos en su prosa y en la trama fácilmente perdonables, pero que podrían haber sido subsanados con alguna pequeña corrección. Sobre todo al principio de la novela, la misma se nota algo titubeante, inmadura. Junto a párrafos de gran belleza descriptiva se encuentran otros de cierta aridez, fallando en el engarce de las escenas o en el fluir de la acción, cambiando además en alguna ocasión del sujeto foco de la narración en un mismo párrafo fomentando cierta confusión. A lo largo de la novela, hay reacciones de ciertos personajes difícilmente verosímiles, y algunas situaciones y acciones resultan excesivamente forzadas o tiernamente ingenuas —como la política de ascensos del ejército erigio, sobre todo viniendo de mano del propio rey, o el hecho de dejar abandonado un cadáver cubierto de ramas en un bosque e ir a buscarlo días después sin que haya sido devorado por los animales...—, tensando en demasía la incredulidad del lector, aunque siempre se puedan achacar al carácter fantástico del mundo creado: otro mundo, otras reglas. El ritmo se demora en ocasiones, la autora se gusta de dar vueltas sobre ciertos temas y lugares, incidiendo sobre ciertos detalles que adornan pero también alargan la narración. Conforme avanza la trama y se acerca la inevitable guerra que busca unificar las dos coronas, Eevee se va haciendo con las riendas del relato con una prosa mucho más firme al tiempo que agradable, y el relato fluye con mayor decisión.
A partir de ahí, la escritura concisa y directa se hace prominente en la narración, con escenas no demasiado largas —más bien al contrario— y diálogos bien enlazados; dejando, eso sí, poco espacio para las descripciones, sobre todo de los combates y batallas, aunque destacando en las de los diferentes tiempos atmosféricos que sufren los protagonistas y de los paisajes por los que pululan. El recurso de utilizar «saltos temporales» que adelantan escenas sobre el hilo general, producen sorpresa en un principio, desconcertando al lector y dejándole preguntándose, de entrada, cómo puede estar un personaje en un sitio cuando acaba de dejarlo en otro. Sinceramente, es un recurso rompedor, pero que no termina de cuajar. Unido a un irregular uso de los tiempos transcurridos o invertidos en realizar los diferentes viajes, que tan pronto se alargan como se acortan, y que hace que las distancias no estén nunca demasiado claras —a pesar del mapa que abre el volumen—, se podría decir que se trata del principal defecto de la novela; falla el uso de la elipsis como medio de hacer más ágil la narración, pues siembra confusión.
Salvado sin embargo el escollo, con mano y escritura mucho más firmes, es al final, cuando todo parece predestinado, cuando la tragedia golpea de verdad y Eevee demuestra que es muy capaz de sorprender con una conclusión que, aún dejando el futuro en el aire, cierra de forma inesperada la aventura con una coherencia terrible —y que sin embargo era de esperar— para resolver la dicotomía Soota/Doogan - Aldaria/Erigia de una forma que a posteriori se antoja inevitable. El paralelismo entre conflicto exterior e interior adquiere un nuevo significado y permite cerrar el libro con la satisfacción de no haber leído “lo de siempre”. Dos coronas es un buen debut novelístico para la autora que esperemos se afiance y confirme en futuras obras.
viernes, 14 de enero de 2011
Reseña: Tron: Legacy
Joseph Kosinski.
Reseña de: Amandil.
125 minutos.
Cuando uno cruza la puerta del cine para ver Tron: Legacy padece esa sensación de temor que está asociada a la revisión de cualquier clásico de infancia y juventud, ¿estará a la altura de los recuerdos y las sensaciones que me provocó en 1982 la mítica (y denostada) Tron? Y al volver a cruzar esa misma puerta dos horas después la respuesta es que no. No ha estado a la altura del mito y del recuerdo. Pero, al menos en mi caso, todavía (dos semanas después de verla) no sé muy bien por qué. Así que, me permitirán que use esta humilde reseña, para tratar de dilucidad qué ha fallado en esta superproducción de Disney y por qué ha fallado.
Quien haya visto Tron sabe perfectamente lo que va a pasar en esta película porque, salvo algunos flecos sueltos, la evolución de la historia es exactamente igual que en la anterior. Eso, sin duda alguna, es un fallo, pero también es cierto que sólo para los que hayamos visto la película de 1982. Lo cierto es que, hoy en día, el cine comercial (y este lo es por los cuatro costados) es incapaz de sorprender y de romper el típico final feliz, pero eso no impide que se espere algo de originalidad por parte del equipo de guionistas. En Tron: Legacy no hay nada de eso. Asistimos a la reutilización de los elementos que configuraron Tron exactamente en el mismo orden y con los mismos resultados:
Digitalización del protagonista e inserción en "la red", confusión y llegada a "los juegos" (las espectaculares escenas de los duelos con los discos y las carreras con las motos), descubrimiento del pastel y búsqueda de información y aliados, viaje en el trenecito hacia el Portal de salida, lucha con el malo y victoria de los buenos con tocata y fuga al mundo real. Títulos de crédito.
Para esto ¿hacen falta guionistas? En fin.
La sucesión de persecuciones y demás se ve aligerada con una serie de momentos "zen" en los que los protagonistas se recogen y meditan sobre su lugar en la trama, sus orígenes, sus sentimientos y la realidad que les ha tocado vivir. Todo ello muy en la moda de tratar de dotar a las películas de acción de una especie de mensaje que permita a los promotores señalar que "más allá de los efectos especiales hay un mensaje profundo y elaborado". Pero lo cierto es que la sucesión de tópicos impide que se llegue más allá del mensaje de "se bueno, no seas malo pero, sobre todo, se molón". Al menos, eso sí, han dejado un pequeño hueco para la autoparodia cuando Kevin Flynn le recrimina a su hijo que con tanta acción y violencia "le ha fastidiado el rollito zen".
Por último señalar que el motor de la historia se supone que es el enfrentamiento entre Kevin Flynn (Jeff Bridges) y CLU (Jeff Bridges remasterizado). El primero es el programador y dueño de la empresa de informática que viene a ser el Microsoft del mundillo y el segundo un programa que creó a su imagen y semejanza para que le ayudara a desarrollar un nuevo mundo digital (en el que sucede toda la trama, claro) que ha de ser perfecto. En un momento dado, CLU se vuelve un cabroncete redomado porque entiende que la perfección a la que aspiran es imposible mientras dirija todo el cotarro un humano, así que atrapa a su creador en ese mundo digital y se dedica a crear un ejército de programas con el que pretende asaltar el mundo físico y llevar la "perfección" hasta sus últimas consecuencias. Para ello necesita obtener el disco de datos que Kevin Flynn lleva en la espalda pero el programador ha logrado huir y está oculto en algún lugar de la red esperando el momento de actuar contra su creación. CLU, ante la perspectiva de no ser capaz de encontrar a su creador opta por tender una trampa al hijo de este, Sam Flynn (Garret Hedlund), para que se digitalice por error y así poder usarlo como cebo. Y así, la trama se convierte en una historia que narra de un modo un poco parco e inexpresivo el reencuentro del padre con el hijo, del creador con su criatura y de una midicloriana, Quorra (Olivia Wilde), con el mundo.
Al final, por lo tanto, pese a los esfuerzos por dotar a la historia de una profundidad emocional y "espiritual" todo queda reducido a un simple argumento maniqueísta (buenos contra malos) y de doctor Frankenstein contra su Criatura. Además, para que no haya confusiones, se vuelve a caer en el cliché de que los buenos brillan con color azul y los malos con color rojo (como los sables jedi: la guía definitiva para que no te equivoques de bando).
Por cierto, el personaje que se llama Tron y que era el que daba lugar al título de la película de 1982, es poco menos que un actor secundario sin casi papel y atrapado en el rol de "perro de presa"de CLU, que no habla, sólo hace un ruido como de disco duro rayado, (Bruce Boxleitner debe de estar cagándose en todo por el modo en que le han dado la patada en esta versión, pero en fin, al menos ha salido como Alan Bradley mostrando una madurez envidiable -no le veía desde que terminó Babylon 5-).
¿Consigue la película, tan endeble argumentalmente, ganar enteros gracias a la interpretación de los actores y actrices? Bueno, desde luego no lo hacen nada mal pero hay algunos detalles que impiden cargar sobre sus hombros un eventual éxito de la película. Por un lado la versión joven de Jeff Bridges deja mucho que desear y en ningún momento logra no parecer lo que es: una máscara hecha con efectos digitales. Por mucho que lo hayan intentado los técnicos es bastante nefasta y no va más allá de la calidad que podemos percibir en cualquier videojuego. La cara es demasiado lisa, poco expresiva,más cercana a lo que se vio hace años en la pionera Final Fantasy que en la reciente Avatar. El personaje de CLU, por lo tanto, no desprende ningún tipo de carisma ni de emoción ni siquiera de inquietud. Además, en las escenas en las que aparece con la cara tapada por el casco se nota una mejoría sustancial en la calidad de los movimientos corporales al haber sido rodados con un actor de carne y hueso sin retoques digitales. El resto del plantel está bien aunque las (escasas) escenas "sensibleras" no tienen apenas capacidad conmovedora y muestran que Bridges y el joven Garret Hedlund no han nacido para interpretar personajes sentimentales (por momentos Bridges parece un híbrido entre su personaje en El Gran Lebowski y Obi Wan). Olivia Wilde (esa especie de Lulú de origen cuasimitológico) parece sujeta a limitar su papel debido al origen informático de su personaje, quizá por ello opta por acercase al modo en que Carrie-Anne Moss interpretó a la inexpresiva y masculinizada Trinity en la serie Matrix, aunque con un toque mucho más dulce e inocente y una sensualidad pronunciada y atrayente. Mención especial se merece un simpatiquísimo y llamativo Michael Sheen en el papel del puñetero y superviviente Castor, aderezando una escena más bien simplona con una capacidad para la actuación histriónica y enloquecida que hace que se convierta, a mi juicio, en el momento más sugestivo de la película. El resto del elenco está a la altura y ni añade ni resta méritos a Tron: Legacy.
Por último hay que destacar que Disney ha pretendido dar un golpe en la mesa del 3D tratando de desbancar a Avatar y buscando una primacía que hace años que perdió en el sector del entretenimiento familiar ajeno a la animación y los dibujos animados. Su apuesta por Tron: Legacy se nota en la excelente calidad de las escenas rodadas en tres dimensiones (todas las que suceden dentro de la red) pero eso no impide que, quizá porque es una técnica aún en pañales, muchos planos se vean borrosos o el pretendido efecto tridimensional no pase de ser un mayor brillo o una variable sensación de profundidad. El espectador en ningún momento disfruta de ningún efecto que le haga creer que hay algún objeto al alcance de su mano (en Avatar el primer plano consiste precisamente en lograr eso por medio de una burbujas que están flotando en gravedad cero) y eso hace que, al terminar la película, no se pueda valorar con regocijo lo que ha aportado el 3D al entretenimiento. Me temo que, al igual que en otras películas pretendidamente tridimensionales del último año, en Tron: Legacy el 3D podía haber aportado mucho más de lo que finalmente ha añadido al conjunto de la producción.
En definitiva y como colofón a este humilde reseña, Tron: Legacy ha estado a la altura en lo que a espectacularidad se refiere pero no ha logrado acompañar un magnífico trabajo digital (que no necesariamente es 3D) con un guión bien elaborado. Se ha limitado a repetir los tiempos y originalidades de Tron añadiendo personajes jóvenes y guapos con el fin de rejuvenecer al público objetivo (los hijos de quienes vieron la película en los albores de los años ochenta) y, quizá, dar pie a una saga franquiciada que permita a Disney estar presente cada dos o tres años en el mercado de las superproducciones plagadas de efectos digitales y pretendidos guiones "con mensaje". Merece la pena verla en el cine, pero no pasará a la historia como una gran película, me temo.
martes, 11 de enero de 2011
Reseña: Materia
Una novela de La Cultura.
Iain M.Banks.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría de Ideas. Col. Solaris ficción # 138. Madrid, 2010. Título original: Matter. Traducción: Marta García Martínez. 447 páginas.
Retorna Banks con esta novela a su particular universo de La Cultura después de los ocho años pasados desde el anterior libro dedicado a la misma, A barlovento, y lo hace con una novela que contiene todo aquello que ha hecho famosa a esta serie y que, sin embargo, no alcanza la satisfacción de sus predecesoras ―sin dejar por eso de ser un buen libro―.
Con un gran principio, el autor presenta un mundo concha, Sursamen, un planeta artificial, hueco, con catorce niveles concéntricos sostenidos por monumentales “torres”, y con soles y estrellas “rodando” por sus lejanos techos. En el octavo de esos niveles se desarrolla un drama en una sociedad cuasi feudal, los Sarl, una «nación» casi medieval poseedora sin embrago de cierta tecnología basada en el uso del vapor, cuando el rey «muera» en la confusión de una batalla y su heredero, Ferbin Hausk, contabilizado también entre las bajas tenga que huir del planetoide acompañado tan solo por su «fiel» criado Choubris Holse. Con Ferbin partiendo en busca de su hermana, Djan seriy Anaplian, que abandonara el lugar tiempo ha para unirse a la Cultura, es el tercer hijo del monarca muerto, Oramen, menor de edad, quien asumirá el manto del poder bajo la regencia del fiel consejero Tyl Loesp. Todo ello se produce en un subyugante escenario en que pululan los seres alienígenas, se suceden los complots y la fascinante imaginación del autor da muestras una vez más de su brillantez.
Pero entonces comienza el viaje del príncipe Ferbin y, a pesar del enorme despliegue de diferentes sociedades, de seres y de culturas, el ritmo se antoja excesivamente lento y el periplo innecesario, un largo catálogo de especies y localizaciones galácticas que nada aportan realmente a la trama, visto que la hermana ha emprendido de motu propio el retorno al hogar y que nada de lo que encuentren en su camino va a tener influencia real en los hechos finales. Y sí, todo ello hace mucho más grande el universo en que se desarrolla la serie, pero es algo que quizá no fuese necesario para la historia que se está contando en Sursamen y que centra el auténtico interés del relato. Y es que es precisamente cuando se cierra el círculo, de vuelta al mundo concha, con los sucesos del noveno nivel, donde el autor desata toda la habitual fascinación de La Cultura, con toda la acción desatada, los giros inesperados ―aunque quizá esta vez se dejan intuir más que en otras ocasiones―, los descubrimientos y revelaciones grandiosas, el inevitable McGuffin, y todo aquello que ha hecho tan atractiva esta serie.
Banks sigue demostrando que es un maestro de la construcción de ambientes, un prodigio de imaginación creadora de maravillosas obras de ingeniería a escala galáctica, de sociedades alienígenas de carácter cautivador, de situaciones intrigantes, de personajes ambiguos que saben guardar sus secretos y de tramas fascinantes que no dejan indiferente al lector. Pero en esta ocasión parece haber ido demasiado lejos, añadiendo detalles innecesarios y recargando precisamente la trama con excesivos elementos que no aportan realmente nada a la misma y que afectan gravemente al ritmo de la narración en su parte central.
Y, sin embargo, y a pesar de que como tal La Cultura no está implicada directamente en la acción ―la misma se desarrolla principalmente en territorios de otras civilizaciones o en el mundo concha y hasta Anaplian, agente de Circunstancias Especiales, está de “permiso” y no en misión oficial― todo lo que caracteriza sus libros se encuentra ahí: las maravillas tecnológicas, las naves de nombres rimbombantes, las Inteligencias Artificiales de humor socarrón, los drones de combate, las intrigantes sociedades humanas y alienígenas cada cual con su desarrollo particular, las «mejoras» corporales que permiten incluir todo un arsenal del máximo nivel y capacidad destructiva en un agente de campo, los artefactos de fines ignotos legados por seres hace mucho tiempo desaparecidos, las mega construcciones galácticas, los juegos políticos entre especies y las relaciones entre vastas civilizaciones, los inmensos orbitales, la ambigüedad moral de los implicados en las decisiones que afectan a millones de personas y las especies exóticas descritas con detallado realismo.
Desde el principio de Materia, Banks demuestra la gran variedad de registros que usa como escritor y juega a la perfección con los resortes literarios de la fantasía épica ―y su referente más cercano sería la anterior novela Inversiones― para sumergir luego la historia en una space opera tecnológica ―la descripción de los mundos concha es pura ciencia ficción hard― de gran calado contemplada principalmente a través de los ojos del príncipe y su criado, y obteniendo su contrapunto en la visión mucho más asentada de Anaplian, una mujer convertida en un ejército de una sola persona. Como suele ser habitual en todos los libros de Banks, se pueden encontrar aquí multitud de capas dentro de capas ―como en el propio mundo concha―, tanto en la historia como en los géneros tratados. El drama de tintes casi shakesperianos se entremezcla con el tecno-thriller, el space opera adquiere tintes épicos, la tecnología se confunde con magia, el misterio se esconde en lo bélico... La violencia adquiere un protagonismo visceral, y la venganza se convierte en un leiv motiv impulsor, aunque no central de la historia. Banks mantiene en marcha varias líneas de la historia con muy diferentes ambientaciones ―y, por desgracia, también diferente interés para el lector―, haciéndolas confluir en el momento oportuno para ofrecer un pirotécnico final que no puede dejar indiferente. Si en ciertos momentos de esas líneas el lector siente que lo narrado es algo supérfluo, que sirve para aumentar el conocimiento del universo de La Cultura, pero sin aportar nada a la trama general, en el último centenar de páginas se antoja que le ha costado llegar al meollo, pero cuando por fin llega lo hace de forma, literalmente, explosiva.
En Materia, el autor vuelve a incidir en uno de los temas centrales de toda la serie: la conveniencia de la política de no intervención de las civilizaciones avanzadas sobre aquellas otras menos desarrolladas, sobre la ética de las circunstancias en las que tal cosa es permisible e incluso deseable ―si es que lo es― por el “propio bien” de los “intervenidos”. Así, los Sarl son un pueblo «atrasado», pero que ha recibido numerosas influencias exteriores, y a pesar de que lo que se está desarrollando parece ser una historia local de Sursamen, las consecuencias de lo que allí suceda puede extenderse por toda la galaxia, afectando gravemente a diferentes especies y sociedades. El evidente choque cultural del príncipe Ferbin al salir de su universo cerrado a la muy diversa y a veces incomprensible sociedad galáctica cuestiona de alguna forma la política de dejar a cada especie desarrollarse a su ritmo; ¿es mejor dejar a los pueblos escalar paso a paso la pirámide del conocimiento y el desarrollo tecnológico, de la «civilización», o conviene darles un empujoncito en la dirección «correcta»? La Cultura, y Circunstancias Especiales sobre todo, parecen tenerlo claro, siendo Anaplian es el mejor ejemplo. Todo ello perfectamente aplicable a nuestro mismo entorno.
Y que nadie se llame a error por lo comentado sobre el ritmo ―y el exceso de páginas― de la novela, éste es un estupendo libro que decepciona algo al no estar quizá a la altura de la excelencia del resto de la serie, pero que descolla de forma evidente por encima de muchos otros que le acompañan en las estanterías de las librerías. Es todo lo que la buena space opera debería ser: aventura y escenario, acción estelar y grandiosos ambientes. Y una recomendación final para cerrar la reseña: como se suele hacer de un tiempo a esta parte en las grandes superproducciones de Hollywood, es importante quedarse hasta que se encienden las luces, hasta la última página más allá de los apéndices, para asistir a la escena «extra» que además matiza de forma magistral todo lo leído hasta ese momento. Seguro que se agradece.
==
Reseña de otras obras del autor:
Inversiones. Una novela de La Cultura.
A barlovento. Una novela de La Cultura.