Lola Robles.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Editorial Cerbero. Col. Wyser # 2. Cádiz, 2017. 210 páginas.
La cita con que se abre la novela corta, de El corazón de las tinieblas de Conrad, es un muy buen aviso de por dónde va a transcurrir la trama. Robles, además, trae a la palestra, mediante un intenso envoltorio de ciencia ficción de futuro más o menos lejano, un tema de lo más candente para nuestra actualidad. Mientras uno va leyendo sobre el expolio de las lianas de bentá, de las que se extrae un preciada combustible muy necesario en una depauperada Tierra, pero que conlleva una enorme deforestación de los árboles mayá, muy importantes en la supervivencia de los nativos del planeta Yabarí, mientras uno lo lee, decía, es imposible que no venga a la cabeza la deforestación del Amazonas, con la expulsión de las tribus de sus tierras ancestrales, o de la polémica del cultivo de palma, no ya por lo bueno o malo de las propiedades del aceite que de la misma se extrae, sino por las enormes extensiones de selva que han sido arrasadas en países como Indonesia, Tailandia o Malasia y que ponen en riesgo todo el ecosistema de la región. Ciencia ficción con valor ecológico, con aventura y misterio, que invita a cuestionar nuestra propia actualidad, con un mensaje importante perfectamente integrado en la propia trama.
La periodista Muriel Johansdóttir viaja hasta el planeta Yabarí para investigar la explotación, expolio y maltrato a la que se encuentra sometida la población autóctona, que se encuentran en un nivel de desarrollo similar a las tribus amazónicas, por parte de los extrayabaríes, interesados en explotar los recursos al mínimo coste. Junto a Darkóvic, un guía-aventurero, Managua, un dodimi, una especie de orden no religiosa que aboga por la armonía universal y quien le servirá de intérprete, y cinco soldados de Helevorn a modo de escolta y protección, se internarán en la selva, rumbo a lo desconocido. Un viaje que desvelará secretos que muchos matarían por mantener ocultos y sacará a la luz ecosistemas insospechados al adentrarlos en regiones «prohibidas» donde enfrentarán sorprendentes descubrimientos.
Imagen de portada de David Rendo |
Lo «malo» es que, queriendo quizá quitarse de encima cuanto antes el tema, dada la brevedad del formato, Robles incluye un exceso de información condensada en el primer tercio de la noveleta, para después dar rienda suelta al viaje al interior del corazón de las tinieblas prometido desde un buen principio. Cuando los protagonistas remontan el río, cuando se empieza a palpar el peligro, es cuando la historia adquiere su dimensión real. Las descripciones de la selva y de su fauna transportan la imaginación hasta allí, gracias a un prosa certera, detallada y muy agradable.
Colonialismo, explotación, desastre ecológico, impunidad, complicidad por inacción… Una novela con reminiscencias —además de la muy evidente revisión conradiana— a El nombre del mundo es Bosque,, a Avatar o, incluso, a la teoría de Gaia, pero con una entidad y personalidad propias que hacen odiosas todas las comparaciones. Ideas que hacen que el lector mire al mundo actual y se cuestione muchas cosas, incluido su propio papel en el desastre que estamos construyendo entre todos.
Y a pesar de que se puede llegar a lamentar que no se profundice en las historias personales de alguno de los protagonistas, lo cierto es que el formato y la longitud del relato se revelan como la perfecta para la historia que la autora desea contar, incluido un final abierto —¿Pesimista u optimista?— que cada lector puede llegar a cerrar según su particular percepción del mundo que nos rodea. Basta echar un vistazo alrededor y extrapolar, ¿no trata precisamente de eso la buena ciencia ficción? Algo que no quita que uno se quede con las ganas de conocer algo más del magnífico escenario creado por Robles para esta novela corta, de visitar otros planetas y descubrir el destino de las diferentes ramas de la humanidad colonizadora en ese indeterminado futuro.
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