La saga de la ciudad: Sangre.
Juan Cuadra Pérez.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Insólita editorial. Barcelona, 2018. 687 páginas.
Insólita recopila en este volumen las dos primeras novelas de La saga de la Ciudad: El libro de Ivo y El libro de Sombra, previamente publicados por Fantascy. Juan Cuadra Pérez demostraba ya en la primera entrega, a la postre su primera novela, un pulso narrativo, estilístico y, sobre todo, imaginativo realmente sorprendente, con un dominio de la técnica y del tempo literarios que se antojaban propios de un escritor mucho más rodado. Cuadra ofrece una oscura fantasía urbana —no apta para todos los paladares, eso sí, sobre todo para los más sensibles a ciertas escenas truculentas, controvertidas y viscerales— con una vertiente onírica, cargada de horror psicológico, violencia extrema, gore, sorprendente ternura, situaciones escabrosas, crudas referencias a actos sexuales, depravación y muerte que por momentos incluso llegan a abrumar, pero compensados por un escenario fascinante, pleno de imaginación, tramas interesantes y grandes personajes. Una historia que destapa el monstruo que toda persona lleva dentro, potenciando sus oscuros y mezquinos deseos, desde los más miserables a los más megalomaniacos, en un mundo donde los héroes de toda la vida tienen poca cabida y sólo cabe su versión más imperfecta, llena de taras y dudas.
En el prólogo de la novela un hombre sueña todas las noches que es un asesino y cuando despierta vive con el temor de que el sueño, la pesadilla, se convierta en realidad y pueda hacer daño a la mujer que ama. Así que se pone a investigar cuál pueda ser el origen, el causante de su desasosiego y temores, y, en caso de encontrarlo, ponerle un drástico remedio. Cuando empieza la acción propiamente dicha, otro hombre, que responde al nombre de Ivo Lain aunque en su interior sabe que él no es Ivo Lain, sino que solo «viste» su cuerpo, despierta en un sanatorio para descubrir tan solo muerte violenta a su alrededor. Médicos, enfermeras, celadores…, todo el personal ha sido brutalmente asesinado. Ivo, no posee recuerdo alguno, pero sabe que tiene una misión, debe cazar a su presa, supuestamente el causante de la masacre, y tiene poco tiempo para hacerlo. En el Reino, el onírico territorio donde los durmientes van a «vivir» sus pesadillas, sucede algo imposible, alguien ha conseguido llegar hasta la Reina Mab y matarla. El equilibrio entre el mundo humano y el de las pesadillas se ha roto con consecuencias desastrosas y sólo hay una forma, nada sencilla, de remediarlo. Y cuánto más se tarde en conseguirlo más se extenderá el caos por el mundo «real».
La novela hace gala de una estructura que fomenta el misterio, introduciendo al lector dentro de una trama en marcha para solo pasado un buen trecho recapitular, volver sobre sus pasos, y dar algunas explicaciones de lo que está sucediendo. Se compone de tres partes que alternan dos lugares, la Ciudad y el Reino, y dos tiempos, Ahora —lo que está sucediendo— y Antes —lo que llevó a que sucediera—, y multitud de puntos de vista y líneas argumentales con un buen número de personajes que aportan su granito de arena, grande o pequeño, a la historia general. El autor propone una inmersión in media res en la acción, haciendo que protagonista y lectores vayan descubriendo de la mano las claves del relato, algo potenciado por la «amnesia» de Ivo que lo mantiene en un estado de desconcierto en el que se mueve por auténtico instinto y férrea decisión, que se transmite a la perfección al lector. Cuadra va entregando las piezas en un orden aparentemente aleatorio que consigue que la historia se convierta en un auténtico «rompecabezas» convirtiendo de inicio en un desafío su resolución. Pero las piezas encajan, vaya si encajan, aunque en un primer momento sea haga difícil aprehender toda la imagen o cuál va a ser el derrotero definitivo de las tramas. Esta estructura potencia la intriga hasta que Ahora y Antes van confluyendo conforme se obtienen algunas respuestas y la historia se va convirtiendo en un crescendo de violencia y caos con una decidida cualidad onírica. El autor introduce, además, unos intrigantes interludios que tienen lugar en el «Edificio Babilonia», con episodios aparentemente desconectados del resto, pero que a la postre resultan ciertamente importantes para el devenir de la historia.
Aún compartiendo un horror subyacente Cuadra diferencia estilística y narrativamente ambos mundos, una fantasía urbana violenta, oscura y descarnada en la Ciudad, y una fantasía onírica más «clásica» que bordea incluso lo épico en el Reino. La Ciudad es el arquetipo de cualquier urbe de tamaño medio-grande. Innominada e indeterminada, lo cierto es que pudiera ser cualquier ciudad del mundo occidental, con fragmentos de muchas, pero sin ser una en concreto —aunque tal vez en la mente del autor sí que lo fuera, el lector tiene la opción de imaginar la que desee—. Y es precisamente esa indefinición, esa mezcla de referencias, de barrios casi reconocibles, de edificios prototípicos, de parques indistintos mil veces visitados, lo que la hace tan fascinante y tan acertada como escenario de la macabra aventura que en ella va a desarrollarse.
En contraposición el Reino es una auténtica válvula de escape para los más oscuros instintos de los humanos. Allí pueden deshacerse de sus deseos inconfesables, de sus más bajas pasiones, y despertar renovados, dejando atrás aquellas sombras que ni ellos mismos son conscientes de poseer. Pero la reina Mab es quien se encarga de mantener todo en funcionamiento y sin ella todas las pesadillas comenzarán a cobrar realidad en el mundo de la vigilia, en la Ciudad. Así, Cuadra desata el horror dentro de lo cotidiano, demostrando —una vez más— que no hay monstruo más terrible que el propio ser humano desatado, sin restricciones morales o éticas que limiten sus actos.
Y mientras el mundo empieza a colapsar, e Ivo se sumerge en una espiral de violencia, obscenidad, crueldad y depravación, con algún pequeño episodio de ternura, el lector descubrirá que el impasible asesino no es el único agente empeñado en la carrera; que tiene algunos posibles aliados, pero que también existen otras fuerzas que se encuentran en movimiento para aprovecharse de las caóticas circunstancias. En principio sin bando aparente, porque de partida tampoco hay aquí buenos y malos, el lector va a encontrarse con una anciana vidente japonesa y su nieta necesitada de protección, o con Sombra, el Irlandés, un «mago» que se deja vencer por sus inseguridades para convencerse de que la mejor política es la inactividad, llevándole a no querer tomar decisiones para no tener que actuar en consecuencia.
Por la parte onírica cobran especial importancia los Señores del Reino, representaciones idealizadas de las pesadillas de los humanos, encargados de las «torturas» nocturnas de los durmientes —y que de alguna manera recuerdan, para bien, a Los Eternos del Sandman de Gaiman—: Cazadora, Bestia, Laberinto, Oscuridad...; Torturador y Víctima. Y frente a ellos sale a la luz el antagonismo de los Arcontes, quienes, ante el momento de debilidad del Reino, no dudarán en asaltar sus Puertas. Como catalizador Frank R. Schiolla, un patético y perdedor nigromante servidor de las sombras, antes agente de seguros, rrepugnante y despreciable donde los haya, que despierta tanta conmiseración como abierto repudio, y que verá allí la perfecta oportunidad de medrar y abandonar la vida asquerosa que lleva últimamente.
Todo ello, escenario y personajes perfectamente transmitido a través de la prosa de su autor, vibrante, demoledora, concisa, deslenguada, cruda, hermosa cuando se requiere, dura y contundente, directa pero insinuante, dinámica, descriptiva y sugerente, dejando que el lector ponga su parte en la composición de los protagonistas, de la Ciudad y del Reino, que los «vista» a su gusto con su propia imaginación, pero a la vez creando todo un universo lleno de detalles singulares. Y destacando por encima unos diálogos precisos, muy reales, que reflejan a la perfección las diferencias entre los humanos mundanos y los algo pomposos habitantes del plano onírico.
En este primera parte, el primer libro, la trama de Sombra —a la postre centro de la segunda parte de este volumen—, no termina de confluir con la del resto de personajes —bueno, con alguno sí—. Hay ciertas subtramas, escenas y situaciones que más parecen incluidas para ir preparando el camino a lo que ha de venir a continuación. Y es que si bien la que podría considerarse trama principal de El libro de Ivo queda resuelta, para bien o para mal, lo cierto es que el hilo de Sombra permanece en el aire en uno de sus puntos más emocionantes, llevándose con él una buena parte de las consecuencias de todo lo narrado hasta aquí.
Algo que se explica porque El libro de Sombra comienza justo en el momento en que termina su predecesor, y los eventos que van a tener lugar son consecuencia directa de lo allí acaecido. Sombra, el reticente Sombra, mago poco dispuesto a involucrarse en los dramas que le rodean, aislado de todo apoyo, va a verse obligado a tomar las riendas de la situación y a actuar en consecuencia, llevando sobre sus hombros prácticamente todo el peso de la trama. Así la narración difiere bastante de su precedente, pasando de una coralidad en el protagonismo y una alternancia de diferentes escenarios, a tan sólo un actor principal, cuyo punto de vista domina la mayor parte de la acción de la novela, con algunos «secundarios» a través de los cuales el lector podrá ir completando partes de la trama, y a una sola localización, la Ciudad, eso sí, con dos aspectos de la misma bien distintos y apenas conectados, y un par de lugares circunstanciales que Sombra visita con una vital importancia para el relato, pero con muy poca presencia en el grueso de lo narrado. Cuadra también cambia el enfoque y el tono de la historia, pasando a ese ambiente cerrado, limitado, enigmático, por momentos claustrofóbico e, incluso si cabe, más oscuro, si bien en absoluto menos sangriento ni depravado, que lo acaecido hasta ahora. Magia, crueldad desatada, terribles e insondables profundidades del alma humana, un improbable héroe contra natura, y una fantasía que navega entre la urbana, la oscura y la feérica, llena de matices, más cercana al referente del Clive Baker que al de Gaiman que primaba en El libro de Ivo.
En la Ciudad aislada sólo Sombra parece ser consciente de lo sucedido, aunque no sabe cómo ha podido pasar. Sombra, y también los residentes del nuevo corazón de la ciudad, las Casas de la Carne; un lugar sin más ley que la que dictan sus retorcidos «señores» y donde los más depravados de los humanos pueden dar libremente rienda suelta a sus más bajas pasiones e instintos, sean del carácter que sean, por el precio acordado. En este nuevo contexto el mago debe echar mano de conocimientos que tenía casi olvidados, descubrir la forma de salir de la Ciudad, lidiar con situaciones que no se esperaba y, quizá, reencontrarse con viejos conocidos, para bien y para mal.
Sombra es un «héroe» de lo más reticente, que sólo actúa porque nadie más puede hacerlo, lleno de dudas e inseguridades. Cuadra va dejando caer pinceladas de su pasado, de su educación como mago, de su rebeldía, de las oportunidades que ha dejado escapar por su natural inacción vital, que harán comprender al lector por qué el mago es como es. Ahora, deberá desempolvar viejos conocimientos de magia natural y ceremonial, descubrir qué funciona y qué no, y embarcarse en una misión para la que se sabe poco preparado. Debe desentrañar los misterios de la Ciudad, las nuevas reglas de la magia que rigen en el lugar y utilizarlos en su provecho, valiéndose de cualquier herramienta a la que pueda echar mano, provenga de donde provenga.
El corazón de la Ciudad está poblada por la peor muestra de la humanidad: asesinos, pederastas, violadores, puteros, torturadores, personas que disfrutan sádicamente del sufrimiento ajeno… Las Casas de la Carne son un lugar de depravación sin límite, donde todo, todo, se compra y se vende por el precio adecuado, lo que siempre implica el sufrimiento de alguien. En su aislado reducto se permite a todo tipo de enfermos mentales, criminales, psicópatas, asesinos…, convertir en realidad sin temor al castigo todos sus desquiciados deseos, y las escenas truculentas no brillan precisamente por su ausencia. Desde lo más asqueroso a lo más desasosegante, desde las prácticas sexuales más brutales a las apuestas más extremas, todo tiene un precio y el mismo siempre se paga en carne. Siempre que se cumplan las nuevas reglas, nadie va a perseguir la transgresión allí y, gracias a un secreto modo de entrar y salir de la Ciudad, los clientes —y las víctimas— no van a dejar de llegar.
Se trata de un mundo debidamente duro, truculento, sensual, repulsivo —algunas escenas están llamadas a herir sensibilidades, momentos en que hay que dejar el libro a un lado, respirar, y volver a leer con la debida precaución — y cruel, pero que también da muestras de ternura en ocasiones, sorprendiendo al lector cuando ya se creía endurecido ante cualquier situación. Porque incluso en el lugar más oscuro existen luces que iluminan un tanto el sufrimiento, y en los prostíbulos de las Casas de la Carne, Sombra encontrará a la enigmática Sauce, un alma noble y reposada atrapada en el corazón de las tinieblas. Un apoyo donde solo hay animadversión. Una aliada a tener muy en cuenta cuando todo lo que rodea al mago se revela antagónico.
Con una estructura de apariencia más «convencional», sin los «juegos» temporales de antes y ahora del primer libro, en este escenario casi único la novela discurre de una forma mucho más lineal —con unos cuantos flashbacks al pasado de Sombra, eso sí—, sin casi saltos entre puntos de vista, apenas algunos capítulos intercalados desde la óptica del Rey del Mundo o de Sauce, y con más momentos de introspección, aunque sin caer tampoco en tiempos muertos ni perder un ápice de su interés. Una escritura firme y sin fisuras, pulida de cualquier muestra de titubeo, debidamente descriptiva, con momentos que bucean en el gore, retratando oscuras profundidades del espíritu humano librado a la libertad más absoluta para realizar sus peores y prohibidos deseos. Cuadra muestra a través de sus personajes lo que algunos humanos son capaces de hacer sin las riendas de la moralidad y ética establecidas por el convenio de la «civilización», sin el miedo a la legalidad o al castigo, lejos del orden que la convivencia en sociedad impone. Los monstruos somos nosotros. Y, sin embargo, quizá lo más duro sea constatar que hasta la libertad de la barbarie absoluta produce hastío y el torturador deja de gozar de su tarea. La violencia sin sentido termina cobrándose un precio.
El autor sigue mostrando la enorme riqueza de su creación, y a pesar del ambiente cerrado encuentra la manera de introducir facetas inesperadas dentro de su cosmología fantástica, criaturas fascinantes, facetas insospechadas de la magia —de todas las variantes de la magia— disponible a su alcance, dando un nuevo lustre a cosas que siempre habían estado allí, sin necesidad de inventar desde cero, dotando su relato de singular profundidad y fuerza. El libro de Sombra, perfectamente cerrado, deja una pequeña coda final que abre de par en par el camino hacia El libro de Lucian incluido en el segundo, y último, volumen recopilatorio de Insólita de la saga, y que promete seguir deparando muchas sorpresas a sus lectores y terribles experiencias a sus protagonistas.
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