domingo, 23 de septiembre de 2018

Reseña: El futuro es bosque

El futuro es bosque.
Antología de Ficción Climática.

VV.AA. (Coor. Giny Valrís).

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Apache Libros. Col. Pluma Futura /006. Madrid, 2018. 229 páginas.

Ante el cambio climático y los desastres ecológicos que ya estamos viendo a nuestro alrededor y en cualquier rincón del planeta, ¿cuál es el más posible futuro de la Tierra? ¿De sus habitantes y ecosistemas? Quizá no sea esta estrictamente una antología dirigida a encontrar respuestas, sino a presentar dilemas. Y es por ello que no todos los relatos aquí incluidos hablan del todo de nuestro propio futuro, o ni siquiera de nuestro planeta, pero en todos ellos late un mensaje de respeto por la naturaleza y de la necesidad de vivir en algo de más comunión con la misma, de los riesgos de destrozar el ecosistema en que uno mismo vive y de la amenaza de vivir de espaldas al mundo que nos sustenta. No hay aquí lecciones morales, no es un púlpito desde el que los autores se dediquen a lanzar arengas. Son ocho relatos que con los mimbres de la ciencia ficción, de la aventura, de la especulación o de la fábula moderna vienen a ponernos un espejo ante los ojos. Del entretenimiento surge la reflexión. Bienvenida sea.

Se abre el volumen con el que fuera relato ganador del Premio Domingo Santos 2016: La fiebre, de David Luna. Tras una invasión alienígena, una posterior guerra y la obtención de una obligada tregua, la Tierra se encuentra en bastante mal estado, la temperatura ha subido de manera tórrida y el desierto amenaza con devorarlo todo. En medio de los restos, pequeños grupos humanos intentan sobrevivir, aunque todavía quedan muchos peligros acechando entre las ruinas del despreocupado pasado tras la llamada guerra Xeno, como bien van a descubrir Pedro, Vitín y Sergio mientras juegan en lo que queda de un antiguo parque de atracciones. Una amenaza que llevará al pueblo de Alma a revivir los viejos terrores y a plantearse qué será de ellos en el futuro mientras el planeta, aliado de alguna manera contra los xenomorfos invasores, agoniza bajo el calor. Un relato emocionante que salta entre un buen número de puntos de vista para ofrecer una visión local, pero amplia de la situación. Es emotivo, aunque de alguna manera hurta la culpabilidad de la humanidad sobre el estado del planeta al hacerla recaer sobre las espaldas de los alienígenas… ¿O tal vez no? Hay veces en que el sacrificio no es suficiente, cuando no importa lo que uno haga, todo lo que se esfuerce, porque las cosas difícilmente van a mejorar; pero siempre es mejor que nada, por mucho que duela.

En Las algas del olvido, de Dioni Arroyo, la acción se traslada a un planeta lejano y exótico, Arcadia, donde Ignacio, testigo y narrador en primera persona de los hechos, hasta allá donde él los conociera, va a intentar limpiar el nombre de su amigo Max. De sus palabras va ir perfilándose una historia de amor arrebatadora y una tragedia. Mientras la madeja se va desenredando, el lector asiste a un drama nada inesperado pero igualmente enternecedor. Desde la distancia del nuevo planeta, un auténtico vergel para disfrute de los colonos humanos, Arroyo en forma de investigación policial con su resolución previsible y su giro sorpresa inevitable habla de la mano destructora del ser humano sobre la naturaleza, algo perfectamente aplicable a la huella que, por acción o inacción, estamos dejando sobre la Tierra, pero también de sentimientos eternos que no redimen pero de alguna manera humanizan a quienes protagonizan la tragedia. Existen a lo largo del relato algunos elementos pertenecientes a la trama —como la poco creíble carrera policial de alguno de los implicados, por ejemplo— que dinamitan la credulidad del lector, elementos que podrían haber sido fácilmente subsanables y que dificultan el disfrute total de los más pejigueros como el que suscribe —para quien no sea tan analítico y cuadriculado, el relato es muy disfrutable.

El reverso de la historia, de Carmen Moreno, es una fábula gatuna, irónica y extraña, rompedora, que retrotrae al pasado, hasta los tiempos de Cleopatra y la Roma triunfante, cuando huyendo de los malos tratos de los habitantes humanos de la Ciudad Eterna, Soma, un gato callejero que escapara con otros de sus congéneres emprendiendo un largo viaje, llega a ser aceptado como consejero en la corte de la Reina del Nilo. Pero son tiempos convulsos, siempre lo han sido, y el conflicto es inevitable. Atrapados en medio de las ambiciones de los humanos y sus incontables guerras, repartidos en diferentes bandos, los gatos sólo tienen las de perder, aunque algunos no abandonarán del todo la confianza en que la situación pueda revertirse. Es este un relato triste, pesimista, que denota amor por los felinos, y con un final  que trasciende el tiempo ofreciendo un golpe demoledor con sus últimas palabras. Deja poco espacio para la esperanza, la verdad, y por eso de alguna manera es tan certero.

De vuelta al futuro, aunque con un firme pie en el presente, Heaven, de Leonardo Ropero, muestra uno de los posibles peligros del deshielo de los polos. Cuando el Calentamiento Global dio paso al Cambio Climático y este después al Ciclo Térmico de alguna manera se alcanzó el punto de no retorno. En este caso en forma de imparable plaga causado por un macro virus que encuentra rápida expansión gracias a la globalización del planeta. Muchos años en el futuro, pequeños grupos de científicos supervivientes siguen buscando un antídoto, una cura que permita a la humanidad volver a habitar al aire libre. Más allá de la evidente denuncia ecológica, Ropero ofrece una descarnada visión de los políticos y sus ambiciones personales, y de la forma de vida, quizá insostenible, de este principio de siglo. Aboga por la utopía, por vivir en mayor armonía con el planeta y sus recursos, pero es que puestos a soñar mejor hacerlo a lo grande.

En Ucronía ultravioleta Covadonga González-Pola presenta otro de esos futuros nada deseables, pero muy posibles. Un futuro que parte de un presente cada vez más deshumanizado, y en que Mauro, a quien se supone agente de una innominada agencia policial, detiene a una cultivadora ilegal. Del interrogatorio posterior a cargo de la autoridad irá surgiendo la historia del cómo se ha llegado a una situación extrema, en la que el mundo debe ser fumigado periódicamente con productos altamente tóxicos y donde el sol quema de forma inclemente tras haberse producido un evento nada halagüeño denominado la Iluminación. Una historia casi minimalista, conmovedora, oscura y esperanzadora a un tiempo. Mientras muchos trabajan sin mirar en las consecuencias de sus actos para el ecosistema, unos pocos se esfuerzan por encontrar remedios. Un magnífico relato cargado de un cierto pesimismo que invita a pensar que el interés económico de los poderosos siempre estará por encima de estos esfuerzos, pero quizá es que haga falta llegar a las puertas del desastre absoluto para poder reaccionar. La pregunta es: ¿Queda tiempo?

A continuación El futuro del viento, de Josué Ramos, mezcla hábilmente un entorno claustrofóbico, en que restos de la humanidad se han encerrado ante la inhabitabilidad de la superficie del planeta arrasado por los desastres ecológicos, con una sociedad altamente tecnificada, donde las redes sociales adquieren singular importancia en las relaciones de los habitantes de esa ciudad cerrada. Cuando el idealista Bruno y su recién conocida amiga Diana emprendan un singular camino de descubrimiento irán mucho más lejos de lo que tenían planeado, por lo menos él, descubriendo que quizá haya otras formas de vivir distintas a la que han conocido toda su vida. Con un mensaje que lo hermana con el anterior este cuento encierra una pequeña semilla de optimismo entre la devastación, un oasis en el desierto. ¿Merece la pena correr el riesgo de buscar un mundo mejor? La respuesta debiera ser evidente.

Como bien viene a demostrar en Vertedero, uno de los cuentos más llamativos de la antología, Cristina Jurado posee la «virtud» o la habilidad imaginativa de crear futuros profunda y singularmente desagradables, más que otra cosa por su extrema plausibilidad, aunque presenten también altas dosis de extrañeza. Naíma es una rata del vertedero que malvive rebuscando entre la basura cualquier cosa que parezca rescatable mientras sueña con encontrar la Cosa, el objeto maravilloso de tal valor que cambie su vida, eleve su estatus y le permita convertirse en un homie, un miembro de pleno derecho de la mara y poder dormir a cubierto en la ratonera. Jurado construye un relato a dos voces, descarnado, aunque no exento de una despiadada poesía final. Un futuro aterrador donde la humanidad sobrevive gracias a los despojos de un pasado de riquezas tecnológicas personales, como móviles y ordenadores, y de los poderosos que han conseguido aislarse del resto y dejan caer sus migajas junto a lo que para ellos es basura. Siempre se ha dicho que la porquería de alguien es el tesoro de otro. Una sátira sobre la innecesaria acumulación de posesiones, sobre la obsolescencia, sobre lo que el ser humano es capaz de hacer en una posición de poder y de lo que es capaz de aguantar en una de dependencia. Demoledor. Doloroso. Sucio. Precioso.

Curiosamente es la coordinadora de la antología, Giny Valrís quien, con su relato El bosque errante, más se aleja del resto de propuestas con una historia que bordea el cuento de hadas ecológico con un trasfondo de denuncia no sólo climática, sino también política y económica. Un cuento que mezcla muchas cosas de lo más heterogéneas, sin que algunas de ellas terminen de casar del todo con otras. Con un toque muy Ghibli y algunos pasajes que recuerdan —que no es lo mismo que se inspiren— en Los juegos del hambre, juega con un aire de misterio y de amenaza, aunque termina abusando de la indefinición para no redondear la historia como tan interesante propuesta mereciera. Con un aroma de cuento clásico, incluido el recurrente mensaje de «tened cuidado de los peligros al entrar solos en el bosque» que esta vez presenta también el otro punto de vista, se trata de una fábula ecológica que habla del respeto a la naturaleza, y también del sacrificio por la familia. Como su título bien indica hay un bosque viviente, que se mueve y se acerca a la ciudad, abriendo periodos para que cuadrillas de designados, casi condenados, entre los desfavorecidos de los barrios industriales, se internen en el mismo a través del Umbral del bosque para la Recolecta, donde recogerán sus diversos frutos para disfrute de los encumbrados habitantes de la Ciudad. Yuri ve rotos todos sus sueños de mejora, de escapar de la rueda de servidumbre, cuando su abuela es seleccionada. La fantasía más plena irrumpe para ofrecer un final triste y cargado de simbolismo. Es un relato cargado de detalles, de una profunda construcción del mundo, que desbordan el propio continente al intentar abarcar mucho en pocas páginas. Se hace escaso para todo lo que sugiere, para todo lo que se antoja pudiera haber dado de sí.

Si la Literatura invita a pensar mientras se disfruta, mucho más debe hacerlo la ciencia ficción y su especulación del futuro desde el presente, y más con un tema tan candente como el que ocupa los contenidos de este volumen. Aquí el lector puede encontrar una buena muestra de ello. Como es habitual en una muestra tan heterogénea aún a pesar de su casi unidad temática cada relato raya a un nivel distinto y unos convencerán más que otros dependiendo de los gustos propios de cada lector, pero eso es algo inherente a toda antología, ¿no?

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