lunes, 15 de abril de 2019

Reseña: Spiderlight

Spiderlight.

Adrian Tchaikovsky.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Alethé. Madrid, 2019. Título original: Spiderlight. Traducción: Alexander Páez. 326 páginas.

¿Cuáles son los elementos imprescindibles para escribir una novela de fantasía épica al uso? Un enfrentamiento entre el Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad, un grupo de aventureros de diversas y complementarias habilidades —de esos que parecen sacados directamente de un juego de rol: clérigo, paladín, guerrero, hechicero, ladrón…—, una profecía, un dilema moral, una misión, un enemigo implacable, unos despiadados sicarios dispuestos a dar su vida por su señor, un viaje y una búsqueda… ¿No se ha leído algo así unas cuantas veces ya? Pues todo esto y mucho más aglutina Tchaikovsky en esta historia, dándole eso sí la vuelta a los tropos e ideas preconcebidas, tiñiendolos de irónico humor y destrozando cualquier cliché que se le ponga por delante. Sin caer en la parodia, aunque bordeándola sin rubor, su ironía y la intención desmitificadora resultan evidentes, siempre desde el respeto de quien ama profundamente el género. Con una historia que se toma en serio a sí misma el autor disecciona la fantasía épica, o buena parte de la misma, examina todos sus lugares comunes, todas las fórmulas repetidas una y otra vez, y les da la vuelta sin misericordia ni piedad, con mucho humor sin ser propiamente un libro humorístico. Casi podría hablarse más bien de una tragicomedia. El autor usa las expectativas del lector de género, todo su bagaje literario, para llevarle allá donde desea y luego quitarle el suelo de debajo de los pies, demostrándole que las apariencias una vez más engañan.

Existe una profecía que da cuenta de los pasos necesarios para derrotar al Señor Oscuro, Darvezian. Se necesita un diente de la gran madre y avanzar luego por el sendero de la araña hasta la guarida del mal. Eso es lo que el grupo de Héroes de la Luz liderado por la sacerdotisa de Armes, Dion, entra a buscar a acero y fuego en el Cubil de la Madre: Un colmillo de la gran araña y un mapa que les guíe en su camino a partir de entonces. Pero lo que consiguen es que un nuevo miembro se sume a la partida, rompiendo el equilibrio asumido hasta el momento. La sacerdotisa lidera un heterogéneo grupo de aventureros formado por la pelirroja arquera Cyrene, guerrera esforzada a la que su condición femenina penaliza sus actos y la manera en que la ven sus compañeros —o alguno de ellos en todo caso—; el ladino ladrón y explorador Lief, quien demuestra tener más corazón que otras muchas personas más supuestamente cercanas a la Luz que él; el desequilibrado y asocial hechicero Penthos y su irrefrenable impulso de pegarle fuego a cuanto obstáculo se encuentre en su camino; y el recto paladín guerrero Harathes, con una personalidad que le hace odioso desde el buen principio. A los cinco se sumará NthEnth para los humanos—, una criatura de la oscuridad objeto del desprecio de la mayoría de los componentes del grupo.

El camino hacia el cumplimiento de la profecía no va a resultar sencillo. Tendrán que enfrentar pruebas que no son para nada las esperadas. Tendrán que bucear en su interior y examinar las razones de cada uno para embarcarse en el viaje. Y descubrirán cosas sobre sus compañeros y sobre sí mismos que quizás no sean agradables ni lo que asumían cuando se formó el grupo. De inicio podría parecer una aventura más, pero muy pronto el lector se da cuenta de que se cuece algo extraño, empezando por las conflictivas personalidades y comportamientos de alguno de estos «héroes».

Para vencer al Señor Oscuro el grupo debe aceptar la oscuridad en su seno, algo que va a conllevar unas tensiones larvadas hasta el momento y unas fisuras en el compañerismo que van a llegar a cuestionar la misión misma. La narración va a ir saltando de punto de vista de uno a otro de los aventureros, ofreciendo diferentes interpretaciones para lo que se está viviendo en cada ocasión. La introspección de cada protagonista, personajes con conflictos reales cada uno de ellos, muestra cuán lejos queda la realidad de la imagen estereotipada de cada arquetipo. Ni el paladín es un dechado de virtud, ni la sacerdotisa está llena de certezas ni las criaturas de la oscuridad carecen de sentimientos. El monstruo no resulta ser quien más apariencia chocante y repulsiva tiene, sino quien se encuentra carcomido por dentro por la envidia, las dudas, la lujuria, la hipocresía, la ambición, el egoísmo, la ira, los prejuicios —raciales y de género—, el fanatismo, los celos o la soberbia. No es de extrañar que el personaje más a priori repulsivo termine siendo el más atractivo y querido del libro.

En un mundo donde la Luz y la Oscuridad están tan marcadamente delimitadas, donde las fronteras entre Bien y Mal están trazadas con exacta rectitud y resulta tan sencillo adscribirse a sus principios renegando de los del contrario, la escala de grises empieza a demostrar que las cosas nunca son tan fáciles, que incluso entre los que buscan, en teoría, los mismos objetivos hay muchos caminos e interpretaciones para alcanzarlos, que los mejores también tienen dudas, y que los peores no dejan de ser un reflejo de la sociedad que los alumbra. Y todo de una manera extraordinariamente divertida.

La novela se revela como puro entretenimiento de acción con momentos de insospechada profundidad. Plagado de elementos meta-referenciales, de guiños al lector aficionado al género que ve trastocada toda idea preconcebida. Las referencias y guiños son continuos y fáciles de rastrear, no hacia algún título en concreto sino al acervo e imaginario común de los lectores de género fantástico. Las alusiones, los tropos aceptados, son iluminados con descarnada fuerza, colocando en la palestra todas sus miserias de una forma que no deja de ser una muestra de cariño. Cada arquetipo es examinado y desafiado, deconstruido, puesto en duda. La fe no es inquebrantable ni protege de las dudas ni de los errores, las profecías siempre se pueden interpretar de diversas maneras, la rectitud del paladín puede esconder deseos nada éticos y una masculinidad de lo más tóxica, incluso la naturaleza del monstruo puede, y debe, ser cuestionada, subvertida y servir de espejo a la humanidad donde ver reflejada toda la inocuidad y falsedad de sus motivaciones y actos, provocando preguntas sobre qué significa en realidad ser humano.

Con un tono ligero, satírico, efervescente y rápido, tras la entretenida aventura, épica y emocionante, y las debidas reflexiones provocadas por el devenir de los acontecimientos, después de darle la vuelta a los lugares comunes más aceptados y reciclados de la fantasía mediante su mismo uso —porque enfrentamientos físicos y dialécticos, combates encarnizados, peleas tabernarias, destrucción y muertes va a haber a satisfacción del más exigente—, el lector puede esperar un final a la altura de todo lo que se ha ido fraguando a lo largo del relato, inesperado, nada típico, un tanto hiriente y muy coherente. Spiderlight se debate entre la iconoclastia más salvaje y el homenaje desde el cariño al género. Y es que no hace falta destruir hasta los cimientos lo antiguo para construir algo nuevo.

[Lástima, en una edición por otra parte cuidada, agradable y con una portada tan bien elegida y tan acertadamente ejecutada dado el contenido de la novela, la presencia de un número indebido de erratas o frases gramaticalmente chocantes no se sabe muy bien a qué achacables y que lastran en algunos momentos la lectura. Son cosas que llaman la atención y que pueden llegar a pasar factura, aunque nadie debiera perderse esta lectura por tal motivo. Seguro que en una merecida 2ª edición estarán corregidas].

No hay comentarios: