(Cybersiones /2).
Santiago García
Albás.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Sportula. Gijón,
2014. Edición digital (epub). 89 páginas.
Aprovechando una vez más
la versatilidad del formato electrónico, la editorial Sportula
ofrece a sus lectores esta novela corta, segunda entrega de la
«serie» Cybersiones,
tras El rey Lansquenette. Segunda entrega aunque su
escritura en realidad sea cronológicamente anterior, en unos cuantos
años, a la primera. Y es que Delirios de grandeza fue
merecedora del Segundo Premio Alberto Magno del
año 2007. Una cuestión, la del momento de su
escritura, que en realidad poco importa viendo la calidad de ambas
obras. El lector va a encontrarse aquí con un nuevo relato de un
futuro más o menos cercano ―emparentado «intelectual» pero no
físicamente con el descrito en la anterior― donde la tecnología,
con un uso bienintencionado de inicio, pero perverso en sus
consecuencias, sirve para enmascarar todas las miserias de la
cotidianidad de un mundo en las últimas. Un futuro terrible por su
cercanía y por la plausibilidad de unos
planteamientos llevados, eso sí, al extremo. Más allá del origen,
casi cataclísmico, de la sociedad que Albás presenta, con una guerra devastadora que consume gran parte de los recursos del planeta, la universalización de ciertas tecnologías implantadas en cada individuo conduce irremediablemente a un futuro que, esperemos, no llegue a materializarse. Un futuro, y un relato, que, sí, casi puede decirse sin temor que se trata de una distopía en el sentido más
clásico de la palabra...
Marcos Solarza es
un privilegiado, un despiadado vendedor de paquetes de realidad
aumentada a clientes que realmente no lo necesitan, que de hecho no
pueden permitírselos, y que terminan gastando lo que no tienen,
condenándose a la indigencia y a vivir rodeados de auténtica y
devastadora realidad. Se encuentra casi en la cima de su mundo
empresarial, pero para llegar allí ha tenido que dejar cualquier
tipo de escrúpulo o principio moral a un lado y convertirse en un
implacable creador de necesidades, de impulsos compradores, adornando
como auténticas panaceas productos que realmente son más que
innecesarios y decepcionantes. Pero a él no le importa lo que le
suceda a los compradores. Él está a un paso de la cima, y cuanto
más arriba, más filtros puede poner entre su vida y la realidad,
amplificando con Patrón Confort 7.0 sus percepciones
sensoriales, mejorando todo lo que le rodea y viviendo una existencia
de hedonista despreocupación, solo «estropeada» por pequeños
detalles como la presencia continua de la Esfinge en
uno de los ascensores de la empresa.
Pero un día su ilusorio
mundo va a, casi literalmente, derrumbarse a su alrededor, y Solarza
tendrá que enfrentar la realidad tal y como es: sucia,
inmisericorde, decadente, enfermiza, nauseabunda, ruinosa,
polvorienta... Y se jurará volver a recuperar lo perdido, algo que
no va a resultarle en absoluto sencillo. El autor introduce una trama
criminal y de acción en el relato de la que se va a servir para
presentar la situación real del mundo en ese futuro aterrador que,
quizá, se encuentre más cerca de lo que pudiéramos desear. El
protagonista, forzado a ir donde nunca hubiera pensado ni deseado,
tendrá que enfrentarse a las nuevas circunstancias, aprovechando
cualquier posibilidad para recuperar lo perdido, esclarecer cierta
muerte y volver al camino hacia la cima, descubriendo de alguna
manera que nada podría volver a ser lo mismo.
Y es que, como suele
suceder por mucho que se intente lo contrario, el autor hace que la
realidad finalmente golpee a su protagonista, de la forma más dura y
cruel; y aún conociendo la verdad de todo aquello que le rodea, y
que él veía como algo magnífico y tan sólo son ruinas y pedazos
de civilización, el primer instinto es enterrar la cabeza y volver a
cualquier precio a aquello de lo que se «disfrutaba» anteriormente,
a la ilusión, a la falsa felicidad y la vana satisfacción.
Con un comienzo algo
titubeante, confuso incluso hasta que el lector empieza a dilucidar
de qué va todo aquello de los programas de realidad aumentada que
Solarza intenta vender a uno de sus clientes, el acierto del
autor es imaginar ese futuro de sensaciones virtuales bajo las que
subyace una sordidez perfecta y dolorosamente retratada. El enorme
contraste entre lo que cada individuo, sobre todo los privilegiados,
cree percibir como una absoluta realidad y la realidad misma es
abismal y terrorífica. Una realidad tan brutal que los individuos
prefieren engañarse a sí mismos, borrarla de su mente y vivir ―o
aspirar a hacerlo― en un paraíso ficticio. Algo que, por
desgracia, estamos más que acostumbrados a observar en nuestro
propio día a día donde las apariencias muchas veces enmascaran
terribles realidades.
García Albás
ofrece una intensa denuncia sobre esa hipocresía casi inherente al
ser humano que le lleva a «aparentar» por encima de cualquier otra
consideración, a imaginar suntuosos vestidos sobre el emperador
aunque vaya desnudo, o a esconder las miserias más sobrecogedoras
bajo el velo de la ignorancia y el silencio. No importa la realidad
mientras uno viva en un entorno lo más suntuoso y agradable posible.
No importa lo que otros sufran mientras uno disfrute de todos los
privilegios imaginables. No importa estar viviendo por encima de las
posibilidades de cada uno mientras se tenga todo aquello que se desea
y a lo que se cree tener derecho. Hasta que la realidad se abre paso
y ya no se pueden cerrar los ojos por mucho que se intente.
Hay implícita en ello
otra denuncia, también, de ciertas prácticas comerciales que llevan
a que no importe quién sea pisoteado por el camino, cual sea el
fatal destino de los compradores, mientras se consigan todos los
beneficios personales posibles. Aunque la propiedad privada haya
desaparecido de facto ―genial la secuencia en que se plantea el
dilema de bajar en el ascensor de la Esfinge para poder llegar el
primero y pasar la noche en un apartamento de alto standing cercano
al trabajo―, el acceso a programas superiores consigue la sensación
de vivir en un mundo de grandes posesiones materiales, de necesidades
irreprimibles, potenciando un endeudamiento imposible de sostener a
la larga que lleva a la despiadada expulsión de la sociedad del
bienestar del individuo entrampado y su caída al infierno de los
desamparados ―¿nos va sonando de algo no demasiado lejano?―.
Delirios de grandeza
presenta de manera muy gráfica, con una estructura bastante
sencilla y lineal, no exenta de ciertas sorpresas, y a través de su
descarnado e irónico relato, la ambición desmedida, la depravación,
la decadencia, el derrumbe físico y moral de un individuo, y su
intento de reconstrucción desde la más absoluta nada. En aquellos
que le rodean, priman los bajos instintos desatados y la envidia que
mueve a los actos más crueles. Pero al final, como un débil rayo de
luz que se abre paso entre las negras nubes, entre tanta crudeza y
miseria, de las ruinas de ese futuro aterrador surge el renacer
moribundo de una tenue esperanza. Son los desposeídos ―algunos de
ellos al menos―, los que menos tienen, los que de alguna manera
mantienen un rastro de humanidad. Y todo ello de una manera
literariamente tan agradable que el lector tan sólo se da cuenta a
posteriori de la profunda carga reflexiva que acompaña al ameno
relato, haciendo que siga dándole vueltas en la mente mucho tiempo
después de haber terminado su lectura. Ya estoy deseando ponerme en
faena con la tercera entrega, La parte del ángel.
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Reseña de otras obras del autor:
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