jueves, 3 de octubre de 2019

Reseña: La Brigada de Luz.

La Brigada de Luz.

Kameron Hurley.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Alianza editorial. Col. Runas. Madrid, 2019. Título original: The Light Brigade. Traducción: Natalia Cervera. 358 páginas.

¿Merece la pena luchar en guerra alguna? ¿Existe justificación para el sacrificio y la atrocidad que todas conllevan? ¿Puede la obediencia ciega acallar las voces de la conciencia y de la razón? Mediante un extraordinario, entretenido y estremecedor relato de acción bélica, desvíos temporales y guerras «extraterrestres» y corporativas, Hurley presenta una aventura repleta de cargas de profundidad contra el adocenado pensamiento capitalista. Una frenética lucha contra un enemigo que nunca parece estar realmente presente, con una evidente, pero no forzada, crítica política y social, y una aventura envuelta en el misterio que no deja descansar hasta encajar la última pieza de un elusivo mosaico temporal. Si la carga de la caballería ligera, the Light Brigade, en Crimea estaba condenada al fracaso de antemano pero fue ensalzada por Tennyson como un canto de épica, gloria y honor para los soldados al tiempo que denunciaba su futilidad y la inoperancia de los mandos —algo reforzado posteriormente por Kipling en su retrato de cómo la sociedad inglesa había abandonado a los supervivientes, «veinte héroes que carecen de comida esta noche», a su suerte—, la aventura en clave de huida hacia adelante de la Brigada de Luz va a revelarse como una profunda denuncia de la exaltación de la guerra y de la avaricia corporativista que usa la maquinaria bélica tan sólo en su propio beneficio. Más allá del compañerismo hacia los miembros de la escuadra, la hermandad y amistad, no hay gloria, ni honor, ni mieles que saborear en sus batallas. Sólo horror, sangre, vísceras, desgracia y muerte, muy gráficamente descritas por la autora, por muy bonito que sea el ropaje con el que se envuelva. La distopía capitalista produce monstruos.

Tras el Blink que arrasó São Paulo, acabando con su familia y amigos junto a otros dos millones de personas, Dietz se enrola en el Ejército Corporativo de Tene-Silvia para combatir a los extraterrestres. Quiere ser la luz, estar con los salvadores, con los héroes. Y tras un brutal entrenamiento de cinco semanas, se encuentra en disposición de hacer su primer salto a Marte, para combatir al enemigo y vengar a los suyos. Pero nada va a resultar como esperaba y la conversión en luz que permite su teleportación le va a dejar con más preguntas que certezas. Empieza una carrera contra la guerra, contra los recuerdos, las mentiras y las conspiraciones. Una carrera en la que no podrá evitar comprometerse y seguir combatiendo, mientras sus amigos vienen y van, y las atrocidades siguen acumulandose.... ¿por ambos bandos?

En la sociedad futura las corporaciones, las Seis Grandes, han sustituido a los gobiernos y a los países que gobernaban. No hay nacionalidad sino pertenencia a una de estas megacompañías. Bajo un totalitarismo encubierto, la gente se divide entre ciudadanos, miembros de pleno derecho de la corporación, con todos los privilegios y beneficios; residentes, trabajadores precarios adscritos a una de ellas, con unos cuantos derechos y muchos deberes; y despojos, los parias, los que malviven de los deshechos revolviendo entre las basuras, revolcándose en la mierda, soñando con ascender en el escalafón. Con eso cuentan los grandes ejecutivos, con el afán de mejora, con el sueño de una vida mejor, que garantiza trabajadores entregados y comprometidos, soldados que no cuestionan las órdenes, sujetos acostumbrados a obedecer, a cumplir, para no caer de cabeza en la miseria. Y luego está el enemigo, los extraterrestres, los marcianos, antiguos colonos que han roto los lazos con la metrópolis natal, deshumanizados por su condición alienígena y la necesidad de presentarlos como los malos absolutos causantes de una guerra que está devastando no sólo el propio Marte, sino amplias zonas de una ya previamente castigada Tierra —algo en lo que el cambio climático y las guerras por las semillas tienen también mucho que decir—.

Dietz es una persona descolocada de la línea temporal, y su confusión bien podría verse reflejada en la mente del lector, sobre todo al principio, pero Hurley maneja a la perfección sus cartas, haciendo finalmente que cada detalle encaje en su sitio. Dietz es una persona dañada, y a la que la tecnología del salto no le hace ningún bien. Para una guerra interplanetaria las distancias cuentan mucho, así que la posibilidad de transformar en luz los átomos de los soldados y reconstituirlos en las inmediaciones de cualquier campo de batalla, por lejano que se encuentre, es una ventaja mayúscula. No importa que la tecnología no esté completamente testeada o que en algunos soldados presente resultados un tanto desalentadores. Lo importante es seguir adelante, cumplir los objetivos, ceñirse al informe preliminar de la misión, machacar al enemigo, volver de una pieza… No es tan sencillo.

La novela está repleta de referencias culturales, algunas muy evidentes en las películas y libros que va leyendo o le van recomendando a Dietz —«¿Has leído algo de Rocio Vega o de Felicidad Martínez? Sus obras están prohibidas en al menos cuatro corporaciones»—, otras más escondidas pero muy presentes, como en muchos de los nombres de aquellos soldados, médicos, personal de Inteligencia y otros personajes con los que se va cruzando. Es sólo un juego de la autora, que no afecta en nada al relato, pero que hace sentirse cómplice de lo narrado. Una narración plagada de mensajes que no interfieren en el relato, pero que van permeando en la mente, haciendo que el lector que lo desee pueda sacar mucho más que la simple aventura bélica de una ciencia ficción militar nada militarista. Hurley presenta diferentes relaciones de género sin hacer ostentación de ello, como algo natural y consecuente con cada persona, sin hacer estridencias, sino como una parte insoluble más de sus vidas. La crítica al capitalismo salvaje resulta evidente, surgiendo de las acciones y decisiones de las corporaciones y sus altos mandos, y no de una soflama directa, algo muy de agradecer en este tipo de historia en que la fluidez lo es todo. Y la denuncia de la guerra, inhumana, carente de sentido y de moralidad, y de los sistemas que la mantienen como sistemas injustos, es más palpable conforme más avanza la trama. La violencia sin sentido como forma de control, la deshumanización de los combatientes aliados y enemigos, la alienación de los «otros», el fomento del sentido de pertenencia a un algo mayor como único salvavidas al que aferrarse… Juegos psicológicos que buscan la obediencia ciega a unas órdenes incomprensibles. Porque cuando se comprenden las verdaderas motivaciones tras los combates quizá no se vean con los mismos ojos las razones que llevaron a alistarse, pero es inevitable seguir combatiendo, porque es lo que debe hacerse, si no por la corporación, al menos por tus compañeros.

Con una prosa muy rápida, coloquial y visceral, aunque más bien poco descriptiva, de frases y párrafos cortos y diálogos contundentes —que llega al lector español con una agradable traducción de un texto que no ha tenido que ser precisamente sencillo en alguno de sus aspectos más ambiguos—, la narración principal desde la primera persona de Dietz se ve «interrumpida» en cinco momentos puntuales para asistir a las entrevistas, más bien interrogatorios, que la Inteligencia de la corporación de turno realiza sobre un insurgente capturado en San Petersburgo y a los que hay que prestar mucha atención, pues contienen detalles vitales para la posterior comprensión del conjunto. Hurley va a anticipando todo lo que ha de venir, sin desvelar demasiado ni dar puntada sin hilo. Al final cada pieza encaja en su sitio de forma coherente y lógica con todo lo que la autora ha ido dejando caer; quizá haya algunos pequeños huecos, pero también pudiera ser que hiciera falta una segunda lectura para evitar esas aparentes fisuras. ¿Se encuentra el futuro escrito en piedra? ¿Es el tiempo un bucle o se puede romper su círculo? Sólo cuando Dietz complete su periplo tendrá el lector las respuestas, o algunas de las respuestas, que no es poco.

2 comentarios:

Oscar Pons dijo...

Hola. ¿Habrá reseña de 'Luna roja', de Kim Stanley Robinson? ¡Saludos!

Santiago dijo...

Hola, Oscar.

Por el momento no entra en mis planes, ni, que yo sepa, en los de algún otro de los colaboradores de la página, así que lamento decirte que no, que salvo decisión sorpresa, no habrá reseña de "Luna roja" en un futuro a la vista.

Saludos