Gennifer Albin.
Reseña de: Jamie M.
Alfaguara. Madrid,
2014. Título original: Altered. Traducción: Montserrat Nieto. 441
páginas.
Esta novela es
continuación directa de Las tejedoras de destinos,
retomando la acción prácticamente en el mismo momento en que
aquella terminara, así que quien no se haya leído esa primera
entrega igual debería plantearse si leer la reseña a riesgo de
enterarse de detalles que no debiera conocer de antemano. Continúan
aquí las aventuras de Adelice y los hermanos Jost y
Erik tras abandonar Arras y recién aterrizados en las
ruinas de la Tierra. Se produce un cambio radical de
escenario, desde el “luminoso” y un tanto futurista mundo en que
se desarrollaba la acción de la anterior a la devastada oscuridad
del lugar en que van a aparecer, dotando al relato de un tono algo
más tétrico y deprimente (en el sentido de que la Tierra es ahora,
tras el expolio de materias primas por parte de Arras, un lugar
arrasado y deprimido). Literatura juvenil (Young adults) entre
lo fantástico y la ciencia ficción post apocalíptica, con alto
componente aventurero, cierta reflexión política y social y el
triángulo romántico imprescindible en este tipo de novelas (y que por
suerte no es el centro de la historia).
En lo temático, si bien
es cierto que la situación de Arras, con una sociedad supuestamente
instalada en un estado del bienestar regida no obstante por un
gobierno totalitario que sólo busca perpetuarse en el poder a través
del dominio de las tejedoras, invita a calificar a la novela con la
etiqueta de distopía, ciertas pinceladas históricas,
con Albin creando una línea temporal alternativa, y la
situación precaria en la que se encuentra la Tierra, convierten el
relato de facto en una ucronía post apocalíptica con
el punto de divergencia con nuestra realidad situado en plena II
Guerra Mundial y con la acción, contra lo que pudiera haberse
pensado, transcurriendo no mucho después del final del cruento
conflicto. Algo que lleva, además, a que precisamente la naturaleza
del tiempo, la manipulación espacio-temporal y sus efectos en ambos
mundos sea uno de los temas pujantes en el relato.
Tras su llegada a un
devastado páramo, el trío se dirige a la Heladera, una de
las pocas ciudades que permanecen habitadas en lo que queda del
estado de California, territorio de los traficantes de sol y
libre del control de los gobernantes de Arras. Sin embargo, recién
llegados a su nueva vida, pronto descubrirán que la Corporación,
con Cormac manejando los hilos en la distancia, no va a
desistir de su persecución, soltando a los inquietantes, desalmados,
caníbales y despiadados remanentes tras su pista. Huyendo del
peligro caerán bajo la “tutela” de Kinkaid, el líder de
los traficantes de sol, tan amable como inquietante, sin saber si
realmente pueden confiar en él o no.
Sorteando diversas
trampas, peleas, persecuciones y traiciones, Adelice y sus
compañeros de viaje van a ir descubriendo que la Tierra permanece
unida a Arras por una parte del tejido, pero con unas hebras mucho
más difíciles de manipular, más salvajes, que la de los telares a
las que están acostumbrados. La Tierra, con aquellos que no
emigraron en su momento, vive literalmente a la sombra de la interfaz
del mundo que la está esquilmando, tapándole la luz del sol salvo
en determinadas zonas que son aprovechadas por los traficantes para
obtener energía con la que sostener su precaria sociedad.
Y para disfrutar plenamente de esta
novela lo primero que hay que hacer es “aceptar” la premisa del
tejido de la realidad, de la interfaz, ya sea como algo tecnológico,
desarrollado por un grupo de científicos de doce naciones que se
aliaron durante la II Guerra Mundial para desarrollar el Proyecto
Cypress, o como los poderes "mágicos" obtenidos por una serie de
personas seleccionadas por los Ministerios de Guerra de esas naciones
mediante cruces genéticos para conseguir individuos con capacidades
especiales. Partiendo de ahí, ya tan sólo es cuestión de dejarse
llevar por la aventura.
Dada la nueva situación
se presentan también nuevos personajes y nuevos misterios. Albin
va desvelando ciertas incógnitas, desgranando la historia y la
motivación tras la creación de Arras y profundizando en el pasado
de la familia de Adelice y de sus compañeros. Si en la anterior el
lector se veía lanzado sin demasiadas explicaciones a un mundo
perfectamente establecido, con su sociedad y sus reglas, y tenía que
irse adaptando sobre la marcha; aquí recibe las explicaciones por
las que clamaba antes: la razón del porqué y el cómo Arras es lo
que es. Por fin, el “tatuaje” del reloj de arena que su padre
imprime en la muñeca de la joven empieza a cobrar cierto
significado, y actuaciones pasadas de Erik comienzan a tener
justificación. Y hay otras muchas sorpresas, como las identidades
reales de Dante, el traficante que los “recoge” en la
Heladera, o del científico Kairos, nombre que se encuentra
detrás tanto del Proyecto Cypress como de la resistencia a Arras.
El trío protagonista
muestra algún comportamiento un tanto inseguro o inmaduro (normal,
por otra parte dada sus supuestas edades), algo achacable, quizá, a
las circunstancias extrañas y desconocidas, tan diferentes de todo
aquello que han conocido en su vida anterior, en que se encuentran
inmersos, junto al paranoico sentimiento de estar siendo
continuamente perseguidos y de no saber nunca en quién pueden
confiar realmente. Es precisamente ese sentimiento de inseguridad, de
desconfianza, algo de lo mejor trabajado por la autora, pues de los
personajes que van cruzándose con ellos, ofreciéndoles su ayuda,
siempre queda la duda de sus auténticas intenciones (hasta que
conforme avance la trama estas terminen revelándose para bien o para
mal). Hay muchos secretos bajo la superficie, muchas ambiciones
personales, y, contra lo que dice el refrán, el enemigo de mi
enemigo no siempre tiene porque ser mi amigo.
El triángulo amoroso,
una circunstancia que durante la primera mitad de la novela parecía
estar agradablemente desaparecida, vuelve después de una manera un
tanto forzada, en los momentos más inoportunos, y los cambios en las
inclinaciones románticas de Adelice no terminan de estar bien
explicados. Si Jost de alguna manera involuciona en su
personalidad y se estanca en sus deseos, Erik sufre un
crecimiento importante, sobre todo tras la confesión de buena parte
de sus secretos y de las razones que le llevaron a abandonar su
pueblo y su familia. Hay un evidente cambio de roles entre los
hermanos y si bien la tensión entre ellos sigue palpablemente
visible, existe un trasvase de las simpatías de uno hacia el otro.
Por suerte, el tema romántico nunca se adueña de la trama, sino que
sirve de contrapunto a otras situaciones más peliagudas.
Bajo el ropaje romántico
distópico aventurero se oculta una importante carga filosófica
sobre la responsabilidad, la madurez, la aceptación de uno y del
destino de las personas; sobre la corrupción que produce el uso
totalitario del poder y sobre el idealismo y su respaldo práctico;
sobre el sexismo, el machismo y la “esclavitud” de un trabajo
forzado y no elegido. No obstante, llama poderosamente la atención
que, para ser una joven que no se cansa de decir que no necesita a
nadie que la “rescate”, no para de situarse todo el rato al
amparo de los personajes masculinos. Siendo una novela de cierto
corte feminista, con una cierta reflexión sobre el papel de las
mujeres en nuestra propia sociedad, el mensaje corre peligro de
“perderse” precisamente por algunas actuaciones un tanto tibias
de la protagonista. Sin embargo, cuando Adelice finalmente acepte en
sí todas las posibilidades y consecuencias del uso de su “poder”
la cosa mejorará tomando un camino más firme.
Entre dos mundos,
como secuela o segunda entrega de una serie, tiene el acierto de
cambiar totalmente la ambientación y el tono del relato, evitando el
síndrome del libro de “en medio”, ofreciendo a sus lectores algo
diferente. Aunque partiendo de los mimbres ya presentados con
anterioridad la autora cambia de forma radical el enterno, haciendo
que los protagonistas tengan que adaptarse y actuar de formas nuevas
e inesperadas. Hay muchas respuestas, mientras el mundo en que se
desarrollan las aventuras va creciendo en amplitud y profundidad, y
parece que tan sólo se trata de la punto del iceberg. Más en
Unraveled.
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Reseña de otras obras de la autora:
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