Los Hijos de la Nieve y la Tormenta.
Aranzazu Serrano Lorenzo.
Aranzazu Serrano Lorenzo.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Fantascy. Barcelona, 2015. 861 páginas.
Pasito a pasito, sin prisa pero sin pausa como suele decirse, el sello Fantascy sigue aumentando su catálogo de forma harto interesante al tiempo que continúa con la positiva política de dar la «alternativa» a una nueva oleada de escritores autóctonos que en nada desmerecen con el resto de propuestas de la editorial. Dentro del amplio abanico de enfoques de la fantasía, el debut de Aranzazu Serrano se viste tanto de épica como de mitología. Una mitología de inspiración nórdico-escandinava, con reminiscencias tanto vikingas como célticas, en un cóctel a priori tan sugerentes que es difícil de rechazar. Es esta una historia que ha acompañado durante años a la autora, años en que la ha ido escribiendo y reescribiendo, puliendo y afinando, para ofrecer por fin a sus lectores una obra muy trabajada, compacta, intensa, cargada de matices y giros, con personajes que atrapan y unas tramas plenas de imaginación, aventuras, intriga, profecías, combates e interés.
Los inadvertidos habitantes de una aislada península norteña son víctimas de una inesperada y violenta incursión de sangrientos saqueadores. Cruelmente diezmados, los dos clanes que la habitan, que tradicionalmente han vivido de espaldas el uno para el otro, deberán aunar fuerzas para hacer frente al invasor creando una alianza en la que forjar su venganza y en la que evitar que en el futuro se repita la situación. El clan Kranyal se caracteriza por el amor al combate de sus miembros, por su afán guerrero, y su apego a la lucha y a un buen enfrentamiento; el clan Djendel es prácticamente su antítesis, místicos y sanadores, pacíficos por naturaleza, dotados de ciertos dones sobrenaturales que les hacen vivir apegados a la naturaleza y sus criaturas. El pacto debe refrendarse con el nacimiento y coronación de dos niños, futuros reyes del naciente reino de Neimhaim, fruto cada uno de los líderes de cada clan, destinados a unir sus dos linajes en uno solo. Así nacerán Ailsa y Saghan, quienes a pesar de ser descendientes de parejas muy diferentes se parecen como dos gotas de agua. Pero lo que había de ser motivo de celebración, se tuerce y se convierte en una dura prueba que pondrá en relieve la maduración de los adolescentes. Enfrentados a fuerzas de origen divino, cuando los designios del desterrado dios del Norte y Señor de los Hielos, Nordkinn, se inmiscuyan en su destino, los dos jóvenes deberán exiliarse en el peligroso e inhóspito Gran Valle de Karajard para completar su aprendizaje hasta que llegue el tiempo de su boda y coronación. Mas ese tan solo será el principio de su camino.
La autora echa mano de todos los elementos característicos de la novela de maduración y crecimiento, asociados habitualmente a la literatura juvenil o YA, pero entremezclados aquí con un enfoque decididamente adulto: la profecía, las lecciones y el aprendizaje, el viaje de alguna manera iniciático, los inevitables conflictos sentimentales y las promesas de amores eternos con un tercer implicado en liza, las dudas existenciales, los errores, los aciertos y los nuevos tropiezos, la separación, los enfrentamientos, la entrega, la importancia de la amistad, los compañeros leales, la lucha y el enemigo inflexible. Y lo hace con tal efectismo y acierto, con tal grado de complejidad cómplice, que no parece, en absoluto, que se trate de una primera novela. Sin duda, se trata de un debut literario que demuestra una gran labor, planificación y trabajo para encauzar todas las líneas en un gran tapiz que no deja escapar ningún hilo, cada uno en su sitio adecuado, al tiempo que hace gala de una prosa fuerte, elegante y vibrante —aunque peque quizá de alargar innecesariamente ciertas situaciones, de demorar ciertas resoluciones y de caer en algunas reiteraciones que bien hubieran merecido una poda en un libro cuya extensión no se queda corta precisamente. Aunque también es cierto que resulta difícil decir qué es lo que podría haberse quedado fuera del relato—.
Narrado en tercera persona, y dividido en tres partes debidamente significadas, el relato se ofrece a través de variedad de puntos de vista diferentes, aunque el grueso de la narración lo vaya a ocupar las vivencias, aventuras y desventuras de los dos protagonistas llamados a ser reyes de Neimhaim. En una muy interesante inversión de los roles habitualmente aceptados en buena parte de la fantasía épica, Ailsa es la perfecta princesa guerrera, exaltada, impulsiva, de sangre caliente y un tanto salvaje, la violencia encarnada; Saghan, es su contrario, el joven místico, tranquilo e introvertido, dotado de ciertos poderes «mágicos», lleno sin embargo de contradicciones y cierta violencia poco acorde con el carácter de los miembros de su clan. Destaca, no obstante, el realismo y naturalidad con la que la autora describe las aptitudes de los dos protagonistas, muy lejos de comportamientos sexistas de cualquier género. Entre ambos, más allá del destino que los une, se crea un vínculo de lo más especial, un vínculo que será puesto duramente a prueba. Juntos crecerán y madurarán, aunque también verán cómo sus caminos se separan y deberán luchar con todos los recursos a su alcance para reencontrarse. Y de ese reencuentro depende mucho más de lo que nadie pudiera imaginar —una vez más, es lo que sucede cuando los designios divinos se cruzan con los humanos—. Muchos e interesantes personajes, de muy distinto cariz, desde nobles errantes a «simples» buhoneros, se irán uniendo a sus vivencias y periplos —imposible destacar a unos pocos tan solo—, haciendo que el relato adquiera una visión coral de enorme profundidad y riqueza.
Y si importantes son los personajes, destacables son también la ambientación y el escenario —los escenarios, más bien, pues en sus periplos los protagonistas visitarán diferentes lugares, tierras de leyendas, magia y supersticiones—, perfectamente integrados en la narración, sirviendo de telón de fondo de forma harto satisfactoria a todas las aventuras narradas. La prosa y las descripciones de Serrano se traducen a la perfección en vívidas imágenes, cargadas de fuerza y poderío visual. Escarpadas montañas y recónditos fiordos, territorios inhóspitos, gélidos, duros y agrestes, a través de los que la autora transmite a la perfección el frío, el misterio, la soledad, la lucha contra los elementos, las duras pruebas físicas y las condiciones extremas a las que son sometidos los protagonistas en diversos momentos, que forjan para bien y para mal su carácter, y que potencian la unión, el compañerismo y la entrega con aquellos viajeros con los que se van encontrando a través del esfuerzo y el sacrificio comunes que exigen las circunstancias.
La mencionada estructura en tres partes fomenta, quizá involuntariamente, un efecto «valle» en el ritmo del relato. La primera parte, a pesar de tratarse básicamente de una larga presentación de tramas, mundo y personajes, se encuentra cargada de intriga profética, de los elementos del aprendizaje guerrero y místico de Ailsa y Saghan respectivamente, y del terrible inicio del drama que tan sólo comienza a desarrollarse, siendo rápida y efectiva aún con su buena carga descriptiva. La segunda, el «viaje», embarcados en diversos caminos y peripecias individuales, se torna algo más lenta, demorándose en las idas y venidas, en los preparativos de lo que ha de llegar, en el periodo de maduración y reunión de compañeros. La tercera, el prolongado desenlace, se desata sin rubor, elevándose hacia altas cotas, marchando con firmeza y un tono decididamente épico hasta alcanzar un final cargado de emoción. Y aún a pesar de esa cierta lentitud, a ese ritmo tranquilo y descriptivo —que tampoco aburre ni se hace pesado, sino que aporta profundidad—, acción, aventura, grandes personajes, y un sugerente uso de la mitología, la magia y las razas no humanas, se dan la mano para ofrecer una lectura por momentos brillante y siempre destacable.
A pesar de ser parte de una anunciada saga el libro es totalmente autoconclusivo, ya que la intención de la autora es ofrecer novelas independientes en un escenario común —y esperemos que no tarde tanto tiempo en escribir la siguiente como ha invertido en esta primera—. Deja sueltos, es cierto, ciertos hilos de los que poder tirar sin problema para ofrecer nuevas y, sin duda, cautivadoras historias. Y es que Neimhaim encierra un llamado a lectores que no tengan dudas en adentrarse en tierras desconocidas y peligrosas, prestos a la aventura, a la intriga, el romanticismo, la épica y el drama, y se dejen seducir por el subyugante atractivo de la épica nórdica —pese a que la misma no se desate en su plenitud hasta la tercera parte del libro—. Una grata lectura que como complemento final invita a visitar la página www.neimhaim.com donde encontrar imágenes e ilustraciones diversas, un pormenorizado glosario, mapas de las diversas tierras e, incluso, capítulos adicionales que añaden pequeños detalles a lo narrado.
3 comentarios:
¡Hola!
Me parece un gran acierto que todos los libros sean autoconclusivos aunque compartan la ambientación, así todos los lectores temerosos de sagas eternas (como yo) se lo pensarán dos veces antes de darle la negativa.
Por cierto, muy buena entrada.
¡Un saludo!
Me encantó este libro!! fue una de mis mejores lecturas de este año.
Lo esperaba con muchas ganas y para nada me ha decepcionado, todo lo contrario. y espero con ganas los siguientes volumenes de esta saga.
besos
Sí. En estos tiempos de trilogía y "enealogías" varias es de agradecer que la historia se limite a un libro (aunque sea tan voluminoso como este), a la vez que el escenario tan currado y atractivo se merece otras aventuras con las que seguir profundizando en su conocimiento.
Creo que todos los que lo hemos leído (o al menos la gran mayoría) estamos esperando el siguiente y cruzando los dedos para que no tarde demasiado ;-)
Saludos a ambos y gracias por comentar.
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