Una novela del Mundodisco.
Terry Pratchett.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Plaza & Janés. Barcelona, 2013. Título original: Snuff. Traducción: Gabriel Dols Gallardo. 398 páginas.
Novela a novela —y esta hace ya la número 39—, sin renunciar a su particular humor, Pratchett ha ido afrontando temas cada vez más «serios» en su serie del Mundodisco,
alertando mediante la ironía y la sátira de ciertos comportamientos
denigrables, de los prejuicios, de las injusticias, diseccionando el
espíritu humano y sacando a la luz todas las contradicciones y horrores
allí ocultos, junto con el rayito de luz que portan algunos individuos y
que permite mantener la esperanza sobre el futuro de la especie. En
esta ocasión no iba a ser menos, y el autor británico vuelve sobre un
tema ya recurrente en él, como es el de la integración de las minorías y
el racismo —o «especismo» en este caso— instalado en la sociedad. Si en
ocasiones anteriores los lectores podían asistir a la «defensa» de
enanos, golems, zombies, hombres —o mujeres— lobo, trolls, vampiros,
orcos..., ahora le toca el turno a los trasgos,
una especie que es considerada a todos los niveles meramente como
animal y cuyos individuos, a pesar de tener incluso una muy peculiar
sociedad, son tratados como simples y dañinas alimañas. Es este un libro duro, más
serio que nunca, muy reflexivo, que tal vez peca de no profundizar del
todo en el tema —tampoco la extensión da para más—, pero que significa
un aldabonazo en las mentes bienpensantes: no solo hay que denunciar la
injusticia, hay que actuar contra ella no sea que por la inacción se
perpetúen ciertos comportamientos tradicionalmente aceptados que no por
tratarse de lo que «siempre se ha hecho» dejan de ser reprobables.
Si hay un personaje a lo largo de la serie del Mundisco que ha crecido y evolucionado ese es, sin duda, Sam Vimes, desde la ya lejana figura presentada en ¡Guardias! ¿Guardias? hasta la actual mucho ha sido lo que ha cambiado para el comandante de la Guardia de Ankh-Morpok,
tanto en los personal como en lo laboral. Ha tenido que aceptar muchas
cosas negativas sobre sí mismo, ha tenido que luchar contra sus propios
prejuicios, autoanalizándose y descubriendo ciertas zonas oscuras en su
personalidad, ha tenido incluso que cambiar su forma de pensar y el
resultado es, sin duda, un hombre mejor.
En
esta ocasión, el duque es «convencido» por su esposa para tomarse unas
siempre pospuestas vacaciones con su hijo en la mansión campestre de la
familia Ramkin. Sin embargo, tras el benigno plan de descanso se intuye
la mano manipuladora de Vetinari.
Así, llegado al lugar, un remedo de una bucólica campiña inglesa
medieval, una serie de actos sospechosos empiezan a llamar la atención
del comandante Vimes, quien casi sin quererlo va a verse envuelto en una
turbia trama de contrabando, abuso de poder y tráfico de seres vivos.
Los trasgos,
considerados meros animales, no tienen por supuesto ningún tipo de
derecho y viven en una situación de servidumbre que no puede
considerarse estrictamente esclavismo al no tener el estatus de
«personas». Cuando una joven hembra trasgo aparece brutalmente
asesinada, para la mayor parte de la sociedad no existe tal crimen, pues
es como si se hubiera sacrificado una res; pero Vimes no es como la
mayoría y, aunque no se encuentra en su jurisdicción, no puede evitar
ponerse a investigar, sobre todo cuando alguien intenta implicar su
culpabilidad de forma evidente. El comandante ha sido trasladado a un
mundo con evidentes reminiscencias de las obras de Jane Austen
—con toda una serie de convencionalismos sociales entre las damas
presentes que le resultan particularmente ajenos— y se encuentra
bastante descolocado e indeciso sobre su forma de actuar. Pero, por
encima de su cinismo, Vimes es un hombre de ley, y su integridad no le
va a permitir dejar pasar algo que considera intrínsecamente erróneo. Al
mismo tiempo, ciertos sucesos en Ankh-Morpork, implicando a algún
destacado miembro de la Guardia, van a tener repercusiones fuera de la
ciudad.
Convertida
la novela de alguna manera en un procedimental policíaco, el relato
plantea temas de profundo calado: Los derechos de las criaturas
pensantes, el racismo, los prejuicios aceptados socialmente, los abusos
de poder... A lo largo de la serie la integración de las minorías ha sido
un tema recurrente en muchos de sus libros, personificados
significativamente en los reclutas de la Guardia. Pero aquí va un paso
más allá, planteando la problemática de los trasgos, seres pensantes,
con su propia artesanía y sistema de creencias, que sin embargo son
considerados meros animales y como tales son tratados por la gran
mayoría de las otras razas, principalmente la humana.
Pratchett
consigue incomodar al lector mientras le hace reírse, con verdades
insidiosas, narradas de forma humorística, ciertamente divertida, pero
no por ello menos duras y vergonzantes. La lucha de clases, entre
campesinos y terratenientes, entre trabajadores y dirigentes. Las
injustas desigualdades sociales. La supuesta superioridad moral de una
oligarquía que se cree con el derecho natural de gobernar los destinos
de los demás, de dictar las leyes que más les convienen y que mantienen
las cosas tal y como siempre han sido en su propio beneficio...
En estas circunstancias es precisamente el mayordomo Willinkins
quien da un paso adelante, se revela como un gran personaje, y adquiere
una singular importancia, algo que, quizá, ya se intuía en entregas
anteriores, pero que aquí adquiere toda su singular dimensión, llegando
allí donde la conciencia de Vimes no le permite llegar. Mención especial
merece también el hijo de Vimes, con el socorrido recurso de sus
lecturas y su escatológica obsesión que le lleva incluso a iniciar una
colección de deposiciones varias; una afición que permitirá a su padre
acercarse a personas realmente interesantes y conseguir nuevas amistades
que le harán ver todo el tema desde una óptica nueva.
Como
punto débil, cabe decir que hay momentos o situaciones en la novela que
parecen «reciclados» o reutilizados de otras anteriores —sobre todo de ¡Zas!—,
resultando menos sorprendentes de lo que debería; al tiempo que parece
que el autor da demasiadas vueltas sobre ciertos matices, sin aportar
nada —aparte de páginas— y demorando la acción. Se intuye una cierta
melancolía, una premura de quien siente que se le acaba el tiempo y
quiere dejar meridianamente claro su mensaje. Se trata, sin duda, de una
de las novelas más «reflexivas» y directas del Mundodisco.
Snuff
es a un tiempo una divertida comedia —más de sonrisa irónica que de
carcajada pura— y una ácida sátira en la que verse reflejados —descarnada, muy descarnada—, con un
punto de cinismo desencantado ante la naturaleza más básica del ser
humano tomado como especie. Cierto es que, al final, la lectura deja un
regustillo algo amargo en el fondo de la conciencia, pero —quizá
precisamente por ello— es un libro que merece la pena disfrutar.
==
Reseña de otras obras del autor:
No hay comentarios:
Publicar un comentario